Si me encuentro a una muchacha bonita y le pido: «Sé buena, ven conmigo», y pasa de largo sin decir una palabra, su actitud significa:
«Tú no eres un duque con apellido rimbombante; ningún americano atlético con la estatura de un indio, con ojos horizontales y contemplativos, con una piel acariciada por el aire de las praderas y de los ríos que fluyen por ellas. No has viajado a los Grandes Lagos, ni los has surcado, aunque no sé ni dónde se encuentran. Así que dime, por qué yo, una muchacha bonita, tendría que ir contigo».
«Olvidas que no te llevan en automóvil por la calle, balanceándote con sus sacudidas; no veo ir detrás de ti a los señores pertenecientes a tu séquito, embutidos en sus trajes y murmurándote piropos. Tus pechos quedan bien comprimidos por el corsé, pero tus muslos y caderas se resarcen por esa sobriedad. Llevas un vestido de tafetán con pliegues, como el que nos alegró tanto a todos el pasado otoño y, sin embargo, con ese peligro mortal en el cuerpo, sólo te ríes de vez en cuando».
«Sí, los dos tenemos razón y, para no ser conscientes de ello de un modo irrefutable, preferimos irnos solos a casa, ¿verdad?».
© Franz Kafka: Die Abweisung (La negativa). Hyperion, enero-febrero de 1908. Traducción de José Rafael Hernández Arias
Analisis
La negativa es uno de esos relatos tempranos de Kafka en los que asoman desde ya tanto la ironía como ese conocido toque kafkiano de resignación. Llama la atención la pertinencia, el golpe de dados de un relato que bien podría ser una fotografía de una calle en este siglo XXI. Sobre Kafka se ha escrito y se sabe demasiado. Pocos autores hay tan estudiados como él, y eso es absolutamente comprensible, si aceptamos que el alemán tiene, probablemente, la obra narrativa más importante del siglo XX. Así que no pienso alargar demasiado esta reseña, primero porque es uno de mis autores favoritos, y probablemente al que más recurro cuando es necesario refugiarse en la genialidad (lo que implica muchos posts venideros sobre Kafka, claro); y segundo porque me he tomado la molestia de transcribir este relato. Y sobre lo escrito, sobre todo cuando lo ha escrito Kafka, poner más palabras puede resultar hasta una especie de herejía.
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Recomendable: Para cuando sales a bailar y no te dan bola ni las moscas. Para cuando te das cuenta que las mujeres mienten, y aunque no sea su culpa, te jode.
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