Los magos de la ciencia médica, que se mueren por cuantificarlo todo, acaban de aportarnos un dato que definitivamente tranquiliza a muchos: una buena faena amorosa, según la Universidad Estatal de Pensilvania, dura entre 7 y 13 minutos.
Para llegar a esta conclusión, sus investigadores encuestaron nada más ni nada menos que a 50 miembros de la Sociedad para la Terapia y la Investigación Sexual, de Estados Unidos, que son conocedores profundos de la ciencia de la encamada... y de sus tiempos, claro.
Pues basados en su experiencia propia, y en las historias que aportan sus pacientes, estos definieron los lapsos promedio de las relaciones sexuales, desde la penetración hasta el orgasmo, así: de 1 a 2 minutos, demasiado corto; de 3 a 7 minutos, adecuado; de 7 a 13 minutos, bueno o deseable, y de 10 a 30 minutos, muy largo.
Con estos resultados en la mano, los autores del estudio les hablan directamente a aquellos que alucinan con la posibilidad de protagonizar largas jornadas de sexo.
A ver: que un polvo dure menos que un saludo no es nada bueno, en eso estamos de acuerdo. Pero tampoco lo es que se prolongue demasiado. ¿O se atreve alguien a negar que al alargarse el asunto sobrevienen inevitablemente ciertas molestias y un agotamiento físico que conspiran contra el placer?
Lo curioso es que no pocas parejas manifiestan a estos terapeutas que desearían que sus jornadas amorosas duraran más de media hora. ¡Qué ilusos, digo yo! Hay que ser realistas.
¿Qué hace falta para que empecemos a buscar calidad en lugar de cantidad en el catre? Para empezar, los mismos investigadores concluyen que fijarse metas tan altas solo puede conducir, a la hora de la verdad, a la decepción y al descontento.
Aclaran, eso sí, que toda esa energía que puede perderse en el polvo propiamente dicho, puede invertirse, y de qué manera, en los deliciosos juegos previos que encienden cada célula y activan la libido. Y eso incluye, señoras y señores, acariciar, masajear, mordisquear, susurrar, frotar y abrazar... Y besar mucho.
Hay que promover la idea de que el sexo de verdad consiste en mantener intimidad con otro y gozar de ello al máximo. Lograrlo exige ser creativos, de mente abierta y, por qué no, unos fantasiosos realistas.
No lo olviden: a la cama se va a disfrutar, no a correr maratones. ¡Hasta luego!
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