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Arthur Schopenhauer: ¿Y tú cómo llevas la soledad?

Arthur Schopenhauer: ¿Y tú cómo llevas la soledad?



Gotha, Alemania, 1807.— Arthur Schopenhauer (19) es expulsado de la preparatoria por escribir un poema para burlarse de su profesor. Le rogó a su madre Johanna (41) vivir con ella en Weimar. El padre de Schopenhauer se suicidó dos años antes, y la vida de todos cambió abruptamente.

El primogénito destinado a ser empresario fue liberado de esta obligación para seguir su vocación: la filosofía. Johanna al enviudar se mudó a otra ciudad, se dedicó a pintar y a escribir, formando un salón literario tan exitoso que asistía Goethe. Pasó a la historia como una de las primeras escritoras que vivía de sus publicaciones. Tener una madre así generaba sentimientos ambiguos en Schopenhauer pues la amaba y admiraba a la vez que la quería controlarla y quitarle su libertad, algo que Johanna no permitió. Convivieron unos meses, en los que él se preparó para ir a la universidad. Al cabo de los cuales, Johanna le escribió unas cartas atípicas para la época y gracias a las que sabemos cómo se llevó a cabo su ruptura definitiva.

Dejó claro su amor y su deseo de verlo feliz subrayando que no deseaba ser testigo: “Lo que me produce rechazo no es lo que hay en lo íntimo de tu corazón; es tu manera de ser externa y no la interna”… “sólo pude respirar con alivio cuando te fuiste, porque tu presencia, tus quejas por cosas inevitables, tu cara de pocos amigos, tu malhumor y las extrañas opiniones que manifiestas… todo, en fin, me deprime y me perturba sin ayudarte a ti en nada…”, le pidió a Arthur no volver a verla, ella destruyó las cartas, él las guardó.

Schopenhauer estudió medicina, psicología y filosofía, disciplina en la que se doctoró y a la que se dedicó. Sus estudios permitieron establecer un puente con el Budismo.

Para él las personas buscan estar acompañadas porque no se encuentran bien consigo mismas, necesitan compañía para salir del aburrimiento, se preocupan mucho por lo que hacen los demás y por lo que opinan de ellos. Sus aportaciones son atemporales pues estas reflexiones del siglo XIX son tan reales en la población actual adicta a las redes sociales, checando a cada segundo, qué comentan de ellos, qué están haciendo los demás con una obsesión por compararse que a veces desencadena envidia y chismes que sólo confirman lo desdichados e incapaces que son de enfrentar la soledad.

El psicoanalista inglés Donald Winnicott publicó en 1958 un artículo clásico “La capacidad para estar a solas”, afirmando que lograrlo es uno de los signos más importantes de madurez dentro del desarrollo emocional y se considera una aptitud. Hay personas incapaces de lograrlo y lo viven con intenso sufrimiento. Este autor afirma que depende de la existencia de un objeto bueno (madre, padre o cuidador) en la realidad psíquica del individuo al cual se haya logrado interiorizar por un proceso mental de manera que es capaz de sentirse satisfecho y acompañado incluso en la ausencia temporal de personas alrededor. Esto nos lleva a pensar que la madre de Schopenhauer fue muy efectiva en su trabajo pues desde la soledad el genio pudo desarrollar su teoría de la “Filosofía Pesimista” que sirvió soporte de a Tolstoi y Freud entre otros. Afirmaba que los humanos somos víctimas de una energía que nos impulsa a satisfacer nuestras necesidades, pero que al lograrlo somos víctimas de aburrimiento y nos convertimos en esclavos del placer.

Sus tres recomendaciones para luchar contra esta débil estructura humana son: 1) Contemplar el arte, especialmente la música, 2) Ser compasivos y empáticos con los demás pues de esa forma los veremos como compañeros del mismo sufrimiento, y si fallan las dos anteriores: 3) Llevar una vida ascética en la que no te relaciones ni te reproduzcas y de esa manera domar tu voluntad.

Cuando logras estar solo y sentirte lleno de energía vital eres ese tipo de persona que quiere estar sola porque se encuentra bien y es hasta que aparece una fuerza suficiente y positiva que decides compartir la vida con otra persona.

Murió por insuficiencia cardiaca en 1860. Por su deseo ante el miedo de ser enterrado vivo lo sepultaron cinco días después en el cementerio de Frankfurt.

En sus palabras: “La soledad es el destino de todos los espíritus excelentes”.

Elaborado por Oscar Perez

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