“El argumento decisivo utilizado por el sentido común contra la libertad consiste en recordarnos nuestra impotencia. Lejos de poder modificar a gusto nuestra situación, parece que no podemos cambiarnos a nosotros mismos. No soy “libre” ni de hurtarme a la suerte de mi clase, nación o familia, ni aún de edificar mi poderío o mi fortuna, ni de vencer mis apetitos más insignificantes o mis hábitos. Nazco obrero, francés, herederosifilítico o tuberculoso. La historia de una vida, cualquiera que fuere, es la historia de un fracaso. El coeficiente de adversidad de las cosas es tal que hacen falta años de paciencia para obtener el ínfimo resultado. Y aún así es preciso “obedecer a la naturaleza para mandar en ella”, es decir, insertar mi acción en las mallas del determinismo. Más de lo que parece “hacerse”, el hombre parece “ser hecho” por el clima y la tierra, la raza y la clase, la lengua, la historia de la colectividad de que forma parte, la herencia, las circunstancias individuales de su infancia, los hábitos adquiridos, los acontecimientos pequeños o grandes de su vida”.
J.P.Sartre: El ser y la nada.
Sartre defiende que el hombre concreto (no la naturaleza humana) está formado por los caracteres que lo individualizan más la libertad de elección; la suma de estos dos elementos es lo que conforma su esencia. En este sentido sólo el hombre existe (las demás cosas son, pero no existen), se hace a sí mismo en sus elecciones; la vida humana es un ejercicio de libertad, “existirse” es autoelegirse. Por tanto, podríamos afirmar que la existencia precede a la esencia porque el hombre es libertad. Ésta es una de las tesis del existencialismo sartriano:”La existencia precede a la esencia”, es decir, no hay una esencia previa que determine o condicione la existencia, sino al contrario, cualquier esencia surge por la condición de una existencia que siempre es anterior.
Esta tesis se apoya en “la inexistencia de Dios”. Si Nietzsche anunció la muerte de Dios, Sartre la asume y extrae consecuencias: no hay esencias ni valores inmutables y eternos; no existe una naturaleza humana; el hombre está solo, tiene que hacerse a sí mismo, inventar sus valores, autolegislarse; el hombre es absoluta e inevitablemente libre y responsable para sí mismo y para los demás de todos sus actos; la libertad y la responsabilidad generan angustia, desamparo y desesperación.
Por lo tanto, el existencialismo nos enfrenta a una vida que, en si misma, no tiene sentido ni valor; es el hombre el que se lo da a través de su acción. Por esto, nuestros actos nos comprometen particularmente, pero también a la humanidad entera. No aceptar esta situación, negarla con determinismo o enmascararla con excusas, es una conducta de mala fe, es la existencia inauténtica. Lo contrario es la existencia auténtica, cuando el hombre es consciente de sus limitaciones.
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