Cuaternidad
Emblema alquímico XXI de La fuga de Atalanta, Michael Maier (1618).
La Cuaternidad sería según C. G. Jung aquel arquetipo universal premisa lógica de todo juicio de totalidad.1
En palabras de su propio autor:
La cuaternidad es un arquetipo que, por así decirlo, se presenta universalmente. Es la premisa lógica de todo juicio de totalidad. Si se quiere llegar a un juicio de este tipo, éste debe tener un aspecto cuádruple. Cuando, por ejemplo, se quiere caracterizar la totalidad del horizonte, se nombran los cuatro puntos cardinales. Hay siempre cuatro elementos, cuatro cualidades primitivas, cuatro colores, cuatro castas en la India, cuatro caminos en el sentido de evolución espiritual en el budismo. Por ello también hay cuatro aspectos psicológicos de la orientación psíquica más allá de lo cual no puede ya decirse nada más fundamentalmente. Debemos tener, como orientación, una función que compruebe que hay algo (sensibilidad), una segunda que verifique qué es esto (pensamiento), una tercera función que diga si esto se adecúa o no, si se quiere admitir o no (sentimiento) y una cuarta que indique de dónde viene y adónde va (intuición). Más allá de ahí no se puede decir nada... La perfección ideal es lo redondo, el círculo (mandala), pero su escala mínima es la cuadratura.
C. G. Jung, Symbolik des Geistes, 2ª ed., 1953, pág. 399.1
También definida como Cuaternio, se presenta frecuentemente en una estructura de 3 + 1 dado que una de las magnitudes puede adoptar un posicionamiento y naturaleza distintas.
Un ejemplo al respecto sería la simbología animal que adoptan los cuatro evangelistas, siendo tres animales y un ángel. Cuando surge la magnitud excepcional y se une a las otras tres se alcanzaría el Uno, o símbolo de la totalidad.
“…Se abrieron los cielos, y contemplé visiones de parte de Dios.
Miré y he aquí que venía un viento impetuoso, una nube densa,
y en torno a la cual resplandecía un remolino de fuego…
En el centro de ella había semejanza de cuatro seres vivientes,
cuyo aspecto era éste: tenían semejanza de hombre,
pero cada uno tenía cuatro aspectos, y cada uno cuatro alas…
Su semblante era éste: de hombre y león a la derecha,
de toro a la izquierda los cuatro y de águila los cuatro.”
Ezequiel, I
Esta cita, sacada del Libro de Ezequiel, el profeta hebreo del destierro, relata un sueño, un sueño místico, que él interpretó como una manifestación de Dios. Las imágenes que utilizó están referidas al mundo babilonio en el que vivía ya que los vivientes que contempla en su éxtasis eran semejantes a los karibu, representaciones que los asirios colocaban a las puertas de sus templos como guardianes de los mismos; y con los que está también relacionada la figura del arcángel que guardaba la puerta del Paraíso en el libro del Génesis. Por ello estas figuras no tendrían nada de extraordinario ya que vivenciaban en sueños objetos conocidos en la vigilia. Lo importante en el éxtasis es que eran cuatro, y tenían cuatro alas y cuatro aspectos: los de los cuatro reyes del reino animal (hombre, león, toro y águila). Y esa simbología cuaternaria no le venía de experiencia externa, parecía ser una revelación interior.
Otro ejemplo sería, dentro de la Psicología analítica de C. G. Jung, aquella función ausente a nivel consciente, denominada de menor valor, cuya integración a las tres restantes permitiría desarrollar el proceso de Individuación, meta básica en la psicoterapia junguiana.
«El cuatro, en tanto que plural mínimo, representa el estado pluralista de la persona que no ha alcanzado la unidad interior, el estado de la falta de libertad, de la falta de unión consigo mismo, de la ruina, del desgarramiento en direcciones diferentes, una situación dolorosa, irredenta, que desea la unión, la reconciliación, la redención, la curación, es decir, ser un todo».2
También se expresaría como un modo de planteamiento de la personalidad de Dios. La cuaternidad, a diferencia del resto de opciones previas, véasepoliteísmo, dualismo, monismo, monoteísmo, trinidad, se constituiría al plantearse una imperfección en ésta última, dado que le restaría un cuarto momento para alcanzarla:3
Dios sería un equilibrio dual generador (Padre-Madre) que debe completarse con el equilibrio dual de lo engendrado (Hijo bueno, Hijo malo; Hijo e Hija). Las dos dualidades unidas formarían el carácter cuatri-esencial de los grandes fenómenos cósmicos (cuatro elementos, cuatro puntos cardinales). Ese dios de la cuaternidad sería el símbolo clave de la totalidad del cosmos.
Casuística[editar]
Relata Jung en uno de sus viajes, en este caso a Kenia y Uganda, una muestra sincronística sobre el despliegue de la Cuaternidad:
Recibí una carta del gobernador de Uganda en la que me rogaba que aceptáramos con nosotros a una inglesa que regresaba a Egipto a través del Sudán. Se sabía que nosotros teníamos el mismo plan de viaje y puesto que habíamos conocido a la dama en Nairobi, no había razón alguna para negarnos. Además nos sentíamos muy obligados al gobernador por su generosa ayuda.
Menciono este episodio para mostrar por qué sutiles caminos nuestros actos estaban influidos por un arquetipo. Éramos tres hombres y ello era puramente casual. Yo había rogado a un tercer amigo que nos acompañara, pero circunstancias adversas le impidieron venir. Ello bastaba para configurar el inconsciente o el destino. Emergía como arquetipo de la tríada, que pide al cuarto, tal como ha ocurrido una y otra vez en la historia de este arquetipo.
Puesto que estoy siempre predispuesto a aceptar lo casual que se me presenta, admití satisfecho a la dama en nuestro grupo de tres hombres. Era deportiva y valiente y se manifestó como compensación útil a nuestra exclusiva masculinidad. Cuando mi amigo más joven enfermó posteriormente de un peligroso ataque de malaria tropical nos sentimos agradecidos por su experiencia como enfermera, que había adquirido en la primera guerra mundial.
Cuadratura del círculo
la Cuaternidad no hay que remontarse muy atrás para comprobar que no ha mucho fue consciente, bien que los primeros rastros de su existencia son antiquísimos. Ya lo he citado para EZEQUIEL en el siglo VI a.C.; veremos que en todo Oriente se manifestó desde hace siglos a través de los Mandala, y quedan restos de grabaciones en piedra de la era paleolítica. Pero hace 300 años todavía estaba a nivel consciente, y todos los estudios matemáticos sobre la cuadratura del círculo tienen este origen, quiero decir que su estudio nacía de una necesidad impuesta desde dentro. Y con numerosas implicaciones religiosas.
Se denomina cuadratura del círculo al problema matemático, irresoluble de geometría, consistente en hallar —con sólo regla y compás— un cuadrado que posea un área que sea igual a la de un círculo dado. Sólo se puede calcular por el método de repeticiones sucesivas.
La resolución de este problema trató de abordarse repetidas veces, sin éxito, desde la antigüedad clásicahasta el siglo XIX. Hablando en sentido figurado, se dice de algo que es la "cuadratura del círculo" cuando representa un problema muy difícil o imposible de resolver.
la Cuaternidad no hay que remontarse muy atrás para comprobar que no ha mucho fue consciente, bien que los primeros rastros de su existencia son antiquísimos. Ya lo he citado para EZEQUIEL en el siglo VI a.C.; veremos que en todo Oriente se manifestó desde hace siglos a través de los Mandala, y quedan restos de grabaciones en piedra de la era paleolítica. Pero hace 300 años todavía estaba a nivel consciente, y todos los estudios matemáticos sobre la cuadratura del círculo tienen este origen, quiero decir que su estudio nacía de una necesidad impuesta desde dentro. Y con numerosas implicaciones religiosas.
C. G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos. Otoño de 1925.4
las capacidades humanas de percibir de forma directa el número no supera el cuatro
¿Por qué la Cuaternidad se constituyó en arquetipo? Pero ¿por qué el número cuatro y no el cinco o el veinte? ¿qué tiene de particular este número para constituir por sí mismo un arquetipo? La razón de ello se encuentra al considerar la Historia de las cifras en la Humanidad, al poder conocer cómo concibieron los números los primeros hombres. GEORGES IFRAH[4] nos ha proporcionado la clave en sus investigaciones sobre la invención de los números. La concepción abstracta del número que los adultos consideramos tan natural, es todo menos natural; quiero decir que es una invención cultural. Por ello los niños no nacen con esa concepción de número, sino que tienen necesariamente que aprenderla con dificultad y que explica la fama que tienen los estudios aritméticos y matemáticos en general. En sus principios el hombre consideraba la multiplicidad de las cosas de forma cualitativa, no de forma numeral. Apreciaba la cantidad no contando sino mirando. Es muy fácil distinguir entre objetos semejantes si existe sólo uno o hay un par. Un conjunto de tres puede observarse a simple vista como algo distinto y hasta uno de cuatro elementos. A partir de 4 existe ya una dificultad para distinguirlo como algo específico. De hecho, en todos los estudios etnológicos en pueblos “primitivos” se ha comprobado que todo conjunto a partir de cuatro es considerado cualitativamente como “muchos”, sin hacer más distinciones.
Durante el presente siglo se ha estudiado este aspecto en los bosquimanos de África del Sur, en los zulúes y pigmeos de África central, en los botocudos del Brasil, en los Indios de Tierra de Fuego; en los kamilarai y aranda de Australia y en otros pueblos.
Cuenta E.B. TAYLOR que los botocudos brasileños solo disponen de dos palabras para expresar cualitativamente cantidad: una que indica la unidad y otra para un par. Para indicar tres lo expresan con la palabra uno más la dos. Y para expresar la cantidad cuatro hablan de dos y dos. Para cantidades mayores se limitan a señalar una cabellera, en un gesto que indica que es algo innumerable como los pelos de la cabeza. Lo mismo se puede decir de los aranda y para los habitantes de las islas Murray (cerca de la península australiana de York). Y algunas tribus que viven al oeste del estrecho de Torres utilizan las palabras urapun (uno), okosa (dos), okosa-urapun (dos-uno) y urapun-urapun (dos-dos). Según explica A.C. HADDON, a partir de cuatro tienen la palabra ras que quiere indicar muchos. En Oceanía se han encontrado que en su habla tienen declinaciones distintas para expresar el sentido de singular, dual, ternal, cuaternal y…plural.
En el latín sólo se declinan los cuatro primeros números (unus, duo, tres, quattuor); a partir de aquí los números no se declinan ni tienen género. Los hijos varones de los romanos tenían nombres propios para los cuatro primeros (Lucius, Marcus, Servius…); pero a partir del quinto se les llamaba con ordinales: Quintus, Sextus, Octavius, Decimus… Fueron conocidos, a modo de ejemplo, el historiador Quintus Fabius Pictor, el poeta Quintus Horatius Flaccus, el satírico Decimus Junius Juvenalis.
El primitivo año romano (año de Rómulo) tenía únicamente diez meses y sólo tenían nombre propio los cuatro primeros (Martius, Aprilis, Maius, Junius).A partir del quinto eran enumerados en orden: Quintilis, Sextilis, September, October, November, December.
El hecho de que universalmente se haya usado para fijar los números trazos en huesos u otros materiales ha permitido comprobar el límite que supone el número cuatro. En todos los sistemas las señales se dispone en grupos de cuatro (a veces de tres) para facilitar el reconocimiento de la escritura. Así ha ocurrido con el sistema numeral de los arameos, de los cretenses, de los egipcios, de los etruscos, de los hititas, de los griegos, de los fenicios, etc, etc.
Por tanto, podemos concluir que las capacidades humanas de percibir de forma directa el número no supera el cuatro; para números más grandes precisamos contar. Por tanto, no tiene nada de extraño que la Cuaternidad haya representado para los primeros hombres algo así como plenitud, totalidad, lo máximo que se puede percibir a simple vista, lo supremo, etc. Más adelante iré explayando todo lo que ha dado de sí este símbolo.
Los cuatro elementos
En la Antigüedad, la Cuaternidad se manifestó en las mentes de los primeros filósofos griegos como sustentación del mundo. Por eso derivaría éste de las múltiples variedades de combinaciones de los cuatro elementos: agua y tierra (los elementos pasivos), y fuego y aire (los elementos activos). Entre estos filósofos fue EMPÉDOCLES (siglo VI a.C) quien estableció claramente esta cuaternidad en el mundo físico, que evolucionaría hacia todas las formas mediante las fuerzas del Amor y la Discordia. Pero, además, asoció estos elementos al Esfero original, del que éstos derivarían, la Unidad primera. Y he aquí que aparecen asociados los dos símbolos, el de la Cuaternidad y el del Círculo. La Unidad evolucionaría al sistema de los cuatro elementos. Vemos, pues, ya en este momento el arquetipo inconsciente que impulsó a los matemáticos en el inicio de la Edad Moderna a intentar la cuadratura del círculo; en realidad trataban de explicar sin saberlo la evolución del mundo.
En esta cuaternidad de los elementos ya había una dualidad superpuesta, con la separación de elementos activos y pasivos, noción semejante al Ying-Yang oriental. Pero es que, asimismo, en estas primeras concepciones, el mundo era la expresión de Dios, para algunos era constitutivo de Dios mismo; por ello no es extraño que Dios se manifestara a EZEQUIEL a través del símbolo de la Cuaternidad. En este nacimiento de la filosofía-ciencia natural no había separación clara entre lo divino y lo natural. Para HESÍODO, cuando relata la genealogía de los dioses, no existía diferencia entre la Tierra como elemento natural y la diosa Tierra. Y el hombre también estaba incluido en esta unidad entre el mundo y Dios. Veremos después que la Cuaternidad como arquetipo presenta una cierta ambigüedad de sentido, unas veces como revelación de Dios, otras como una situación psíquica muy compleja que necesitará de explicación y a la que se ha llamado individuación.
En símbolo del Círculo Para PLATÓN (429-347 a.C.) el símbolo de la Divinidad era el Círculo (Diálogo Timeo), ya que era la figura geométrica más perfecta; por eso creó al mundo redondo. También el círculo fue el símbolo del metal más perfecto, el oro; y también del alma del mundo y de la primera luz creada. En la visión de EZEQUIEL se encuentra junto a la cuaternidad el círculo y así se lee también en el Capítulo I: “Y, mirando a los vivientes, descubrió junto a cada uno de ellos una rueda que tocaba la tierra. Las ruedas parecían de turquesa, eran todas iguales, y cada una dispuesta como si hubiera una rueda dentro de otra rueda…”.
Esta significación del círculo habría que aplicarla por supuesto a su máxima concentración, el punto, lugar del que partiría la obra creadora inicial de la Divinidad. Es curioso, con ocasión de estas creencias, su extraña y sorprendente semejanza con la Cosmología moderna. Para la teoría más aceptada sobre el origen del Universo en la Astronomía moderna, éste empezó también en un punto tras la explosión primera, el “Bing-Bang”. Las ideas neoplatónicas posteriores y en general el movimiento gnóstico intentaron explicar el mundo como una degradación progresiva d Dios hasta el nivel de las cosas.
Al principio del que derivaría la creación, a ese punto original, lo llamaron los alquimistas medievales el huevo del mundo, el protocaos, el pez redondo o simplemente lo redondo[5]. Para muchos antiguos, impresionados por el problema del mal en el mundo, suponían que éste no había sido creado por Dios, sino por un dios subalterno, el Demiurgo. El único capaz de unificar los 4 elementos. También los alquimistas perseguían la misma meta, la unificación de los elementos. En el Rosarium philosoforum, atribuido a PETRUS TOLETANUS, y escrito en el siglo XIII, se dice: “Haz del hombre y la mujer un círculo redondo, extrae de él un cuadrado, y un triángulo de éste. Haz redondo el círculo y recibirás la piedra filosofal”.
tambien vemso en la cancion de cafeta cuba el ciclon cierta referencia talvez no intencional..."Quiero hacerla un cuadrado,
deformarla en un triangulo
pero la vida siempre vuelve a su forma circular "
Para los primeros filósofos Dios se reveló al crear los 4 elementos, que simbolizaban las 4 partes del círculo. En el tratado copto del Codex Brucianus se imagina a Cristo, el Hijo Unigénito, situado sobre una tetrámera, plataforma sostenida por 4 pilares, representados por los 4 evangelistas o por sus símbolos: el ángel (o el hombre), el águila, el buey y el león (como en EZEQUIEL). También la Jerusalén Celeste del Apocalipsis tendrá una plaza central de oro puro, y su forma será cuadrada, y cada lado tendrá tres puertas (como en la Alquimia, la Trinidad surge de la Cuaternidad). En el opus alquímico, el proceso por el que se llegaría a la piedra filosofal estará flanqueado por los 4 colores o 4 fases del proceso: la nigredo, la dialbetio, la rubrefactio y el citrinitus. Los cuatro representan las partes, las cualidades del Uno, creencias ancestrales que se pierden en la noche de los tiempos. Se encuentran en el antiguo pueblo hindú y en los mayas americanos (las ruedas del sol), o en las ruedas del sol de Rodesia (¿paleolíticas?). En el hombre moderno aparecen en sueños, mostrando el Dios interior; vienen a ser una representación del mismo que se nos impone desde dentro. Y, al hacer referencia a algo más allá de la existencia humana, tiene inevitables repercusiones religiosas.
¿Cuaternidad o Trinidad?
Puede sorprender que, dada la universalidad del arquetipo de la Cuaternidad, en el Cristianismo se muestre en forma de Trinidad. Merece la pena su consideración, pero quiero advertir que los comentarios que siguen no pretenden ser de carácter teológico, sino más bien un intento de comprensión psicológica. Pues bien, el desarrollo del dogma de la Trinidad en la mentalidad cristiana fue algo que necesitó tiempo para fijarse como tal. S. PABLO centraba su predicación en la muerte de Cristo que manifestaría en ella su divinidad. En cambio, el Evangelio de S. MARCOS, el primero en el tiempo aunque posterior a las cartas de S. PABLO sitúa la divinidad de Jesús a partir de su bautismo, momento en el que empieza su relato. Posteriormente, los Evangelios de MATEO Y LUCAS marcan el tiempo a partir del parto virginal. Y fue el Evangelio de JUAN, ya muy tardío, el que se retrotrae más y sitúa el acontecimiento en el momento de la Encarnación, en ese famoso prólogo en el que el Logos se hace carne.
La doctrina de la Trinidad empezó a tomar cuerpo dentro del Cristianismo helenista, es decir, en una teología inspirada por el pensamiento griego. Fue ORIGENES[6] en el siglo II el que dio los primeros pasos en su formulación, que culminó en el IIº Concilio Ecuménico de Constantinopla en el año 381[7]. Por consiguiente, la concepción del Dios cristiano necesitó una elaboración teológica. Pero, vuelvo a decir, no es una Cuaternidad. ¿No? Porque lo que hay en realidad es una Cuaternidad enmascarada, debido a que se ha silenciado la parte negativa de esa concepción: el Diablo. Un autor católico[8] escribió: “La existencia de Satanás no puede, sin embargo, comprenderse sino partiendo de la Trinidad…Toda discusión teológica del Diablo que no se refiera a la condición trinitaria de Dios constituye un desacierto con relación a la verdadera realidad”.
Estas ideas aparecen de forma más simbólica y expresiva en otro autor más antiguo, GERARDUS DORNEUS[9]: “La Cuaternidad es la expresión diabólica del enfrentamiento a la Trinidad. El diablo, cuando la caída de los ángeles, se decidió por la región elemental y Cuaternaria (aquí los 4 elementos de la naturaleza: tierra, aire, fuego y agua). Creó la serpiente doble de los cuatro cuernos”. Y es aquí cuando tiene una intervención simbólica la mujer. Las imágenes de la dualidad (elementos pasivos y activos) y de la Tierra están muy unidas a la figura de Eva, que las representa. Por eso a ella se dirigió el diablo en primer lugar. Pero esta imagen negativa de la mujer fue transfigurada en la persona de María, de forma que el cuarto elemento negativo se transformó en positivo y entonces la Virgen, que es a un tiempo hija, madre y esposa de Dios, completa la Cuaternidad.
Todas estas simbologías están representadas con frecuencia en forma de colores. En una visión que relata GUILLAUME DE DIGOLLEVILLE[10]preguntó en pleno éxtasis al ángel que le acompañaba sobre a Trinidad. Su respuesta fue: “Hay tres colores principales en el cielo, el verde, el rojo y el oro, los tres se ven en el abanico del pavo real. El oro le pertenece al Padre, el rojo al Hijo, el verde al Espíritu Santo”. Y aquí se podrían añadir las palabras de PLATÓN en el Timeo: “Son tres, ¿dónde ha quedado el cuarto?”. Faltaría el color azul. Pero en la visión de GUILLAUME, junto al Rey de los Cielos sentado sobre un trono de oro está la Reina sobre uno marrón. Este color, representación de la Tierra, lo es también del cuerpo mortal con el que la Virgen ascendió al cielo, completando la Trinidad. Aquí el binario masculino-femenino está subordinado al Uno cuaternario. Y el manto de la virgen es azul, completando el color que faltaba: el azul cubriendo el marrón del trono recuerda al Firmamento cubriendo la Tierra.
La Cuaternidad en la Alquimia medieval
En la Alquimia medieval la simbología cuaternaria ha marcado una impronta indeleble. Antes de considerarla recordaré algunas circunstancias condicionantes importantes en el desarrollo de la Alquimia.
a) En el mundo antiguo toda la naturaleza estaba mitologizada; detrás de cada fenómeno natural estaba el dios que lo regía. No había una completa individuación personal en la mentalidad adulta[11]; cada fenómeno tenía una traducción personal, psicológica. Está siempre humanizado, existía una transferencia de la realidad psicológica hacia fuera, de manera que las angustias existenciales del individuo se transferían a conflictos mitológicos, con lo que disminuía su angustia. Todos los relatos sobre los dioses o los héroes son simple traducción de los conflictos del inconsciente colectivo de aquel momento histórico. Conforme fue aumentando el nivel consciente disminuyó el campo de actuación de la divinidad. Esta situación de divinización puede llegar a un nivel tal que se produzca de forma reactiva una hipertrofia patológica de la personalidad. Fue el caso de NIETZCHE[12], en el que el hombre al concebir la muerte de Dios, al convertirse en Superhombre, queda divinizado. Y con ello hipertrofiado y patológico (el destino personal de NIETZCHE fue dramático).
b) Todas las instancias inconscientes que entraron en contradicción con la mentalidad cristiana se refugiaron en la Alquimia, la cual, al dotarse de un lenguaje prácticamente ininteligible, se convirtió en un refugio seguro, donde no se hacían notar las heterodoxias.
El desarrollo de la obra alquímica tiene lugar en cuatro fases, simbolizadas por cuatro colores que son aquí el negro, el blanco, el rojo y el oro. Su término es el conseguir la piedra filosofal, que asume en sí los cuatro elementos de la naturaleza (podemos ver aquí ya superpuestas dos cuaternidades). Surgía de la unión de los opuestos: masculino y femenino, materia y forma, cuerpo y espíritu, etc. Las reacciones que tenían lugar dentro de la vasija hermética se simbolizaban por un matrimonio místico. Representaban, en la más pura transferencia a la materia de nuestro mundo interior, la unión de los opuestos de nuestro espíritu, el animus y el anima que, al unirse, terminarían desarrollando nuestro ser interior, el si-mismo integrado, lo que se ha venido en llamar el conseguir la individuación. Por eso la piedra simboliza el si-mismo.
La simbología alquímica está además tan entrelazada con la cristiana que de cualquier aspecto que se considere surgen múltiples significados. La predisposición psicológica que subyace en este entrecruzamiento de la mentalidad griega con la inspiración de las primeras generaciones cristianas explica el surgimiento de concepciones dogmáticas sobre la naturaleza de Cristo y la conformación de la Trinidad y que dieron la luz en el paradigma helénico del Cristianismo, heredero del judeo-cristiano primitivo; alcanzaría su culminación en el mundo bizantino y en pensadores a partir de ORÍGENES.
Como ilustración se puede recordar el Axioma de María (la alquimista cristiana copta): Los cuatro elementos que son representativos de lo informe, el caos primitivo, se transforman en la trinidad del Mercurio (considerado como símbolo de fuente de vida), los tres modos de ser: inorgánico, orgánico y anímico. De aquí se pasará a la dualidad del Sol y la Luna (representados también por los metales nobles: el oro y la plata), para terminar en el fin del proceso alquímico, la “quintaesencia”.
Volquemos este esquema a la dogmática cristiana. La Cuaternidad Divina pierde su lado negativo, el Diablo, que, en su caída, pasará a representar lo inferior, lo informe (en las religiones mesopotámicas será el dragón que, al ser despedazado, servirá para crear el mundo). Queda sola, pues, la Trinidad. Ésta, en su unicidad masculina, quedará enfrentada más tarde con la femineidad de María (ya hay una dualidad). Y de está dualidad Dios-María surgirá el Hijo del Hombre, el Cristo, que frecuentemente se ha asemejado a la quintaesencia.
Si sumamos los números que representan las fases en el axioma de María nos encontramos que 4+3+2+1 = 10. Por tanto, este último número es la cantidad perfecta. Representa al Unario, la res simplex, en suma, la Divinidad. Es la unidad en el más alto nivel. En la época medieval el Uno final del proceso alquímico representaría, como he dicho anteriormente, al Hijo de Dios que, en el nivel alquímico, formado por la unión de los opuestos, sería andrógino (psicológicamente supondría la integración de los componentes de la personalidad, del animus y el anima, el sí-mismo. Cabe recordar en esta concepción la influencia de las páginas del diálogo de PLATÓN, El Banquete, en el que se hace referencia a un primigenio ser humano bisexual.
En el libro alquímico Rosarium Philosophorum se encuentran una serie de láminas explicativas de forma hermética del proceso alquímico. En la Lámina II el Rey y la Reina sostienen 4 flores, 2 cada uno, cruzadas por una quinta que sujeta en la parte superior una paloma (El Espíritu Santo). Las cuatro flores representan los cuatro elementos, las del rey los dos activos (aire y fuego), las de la reina los dos pasivos (agua y tierra). De la fuente salen 3 caños. La misma fuente representa a Mercurio, el elemento ctónico, caótico, fuente de todas las cosas, principio de la evolución. Los 3caños despiden, en una trinidad reflejo de la Trinidad Divina, el aqua vitae. La cuaternidad se completa con la serpiente de cabeza doble (dualidad), signo del Demonio.
El Amor también es cuaternario Igualmente la atracción amorosa fue vista en estratos de perfección creciente. La impulsión instintiva, encaminada a la pura reproducción, está representada por el elemento tierra, y para los antiguos visualizada por la atracción que inspiraba Jawua (Eva); GOETHE, en su obra Fausto la personifica en Margarita, la amante traicionada.
El estrato siguiente sería el amor nacido junto al instinto por la atracción de la belleza, en el que resalta la personalidad erótica de la amada. Su símbolo sería Helena de Troya. En este estadio predominan los caracteres estéticos y hay un halo romántico en la relación. En un tercer estadio el amor se espiritualiza, la atracción corporal queda postergada. Aquí es María la representante. Su amor es propio de una maternidad espiritual.
Y el cuarto es el amor sapiencial, la Sapientia alquímica, la Santa Sofía. No olvidemos que está referida a la Sabiduría del Espíritu Santo que, en los primeros libros de la Sagrada Escritura era del género femenino. Representa la esencia femenina eterna. Y herméticamente viene expresado en ese grandioso poema de amor que es el Cantar de los Cantares.
El nombre de Dios En el Antiguo Testamento, en las traducciones usuales de la Biblia, se suele llamar a Dios con el nombre de Jehová o Javeh, aunque el nombre dado por Moisés en sus enseñanzas fue IEVE, compuesto de cuatro letras. Una vez cada año el Sumo Sacerdote de Jerusalén pronunciaba el nombre de Dios, pronunciado letra por letra, así: Jod, he, vau, he. A su vez el nombre se puede dividir en dos partes, I y EVE. El primer sonido representa el pensamiento divino, el elemento masculino de Dios. El segundo es triple y representa el elemento femenino. Es el representado por la Eva bíblica, heredera de la diosa Isis egipcia. Representa por un lado a la Mujer universal o el femenino universal. Por otro, todas la naturaleza con sus capacidades creadoras de vida. Y, finalmente, a nivel celeste, la substancia luminosa de los espíritus y las almas. Traducido todo ello a los órdenes en que ha sido creada la naturaleza, representa asimismo las cosmogonía, el orden del mundo astral, junto a las realidades psíquicas y las físicas, constituyendo todas ellas la tríada inferior. Así, Dios es una cuaternidad masculino-femenina, de las que es trasunto, a su imagen y semejanza, todo lo creado. Todo eso dice el pensamiento esotérico transmitido por el que fue sacerote de Osiris, HOSARSIPH, llamado después MOISÉS.
El Mandala
Supone otra expresión casi universal del simbolismo de la Cuaternidad. También en la visión de EZEQUIEL, al referirse a las ruedas que acompañan a los 4 seres vivientes ya citadas más arriba, éstas son auténticos mandalas:
Los mandalas genuinos son oriundos del Tibet. Consisten en un padma o loto redondo, en cuyo interior hay un edificio cuadrangular. Tiene 4 puertas, en recuerdo de los 4 puntos cardinales y las cuatro estaciones del año. En el centro del rectángulo está Buda, o Siva con su esposa Sacti. Otras veces existe simplemente un cuadrado, un triángulo o una cruz. Los mandalas son instrumentos de rito o yantras, que ayudan a llegar al éxtasis místico. Cuando un individuo tiene un conflicto religioso o un gran problema, se hace su propio mandala y en su contemplación alcanza el estado de consciencia adecuado para solucionar el conflicto.
“Y, mirando a los vivientes, descubrí junto a cada uno de ellos una rueda que tocaba la tierra. Las ruedas parecían de turquesa, eran todas iguales, y cada una dispuesta como si hubiese una rueda dentro de otra rueda…Mirando vi que sus llantas estaban todo en derredor llenas de ojos…tenían las ruedas espíritu de vida.” (Ezequiel, I-15). Se distingue el mandala del signo escueto de la cuaternidad en que ésta tiene el centro vacío. El mandala, como el descrito arriba, se extiende forma multicultural; se encuentra en los indios americanos (navajos y sioux)[13], también entre los aztecas (la piedra del Sol) y en piedras talladas del período Paleolítico. Dice MIRCEA ELIADE[14] que las escuelas tántricas actuales prescinden de los mandalas gráficos exteriores, sustituyéndolos por representaciones mentales que utilizan para el mismo fin, la meditación. En ocasiones el mandala está representado por el propio cuerpo.
En la iconografía medieval cristiana también se observan representaciones mandálicas: Cristo rodeado de los cuatro apóstoles, la Virgen rodeada por la Personas de la Santísima Trinidad; o simplemente la Virgen con el Niño en su regazo; hay, no obstante, representaciones más abstractas, tal un triángulo con un ojo en su interior. Lo que es la flor de loto en la simbología oriental lo es la rosa en occidente, con el mismo significado, la sede del nacimiento de Dios. Cuando el centro del mandala se dibuja vacío, el dios está representado por el círculo, mientras que la diosa lo está por el cuadrado. La Virgen también puede ser representada por el mandala; es la matriz circunscrita por los cuatro puntos cardinales, recipiente terreno que contiene lo redondo, la Divinidad (imágenes de María de la O). En el pensamiento cristiano la imagen de Dios está encerrada por todas partes por el anima mundi. Es lo que expresaba GREGORIO EL GRANDE cuando hablaba de Cristo y la Iglesia “Vira femina circundatus” (un hombre rodeado por una mujer). Es una imagen mixta, masculino-femenina, similar al carácter hermafrodita que tiene el lapis, la piedra filosofal de los alquimistas.
Desde el punto de vista psicológico, el mandala, como la cuaternidad, representa la unificación superior de la personalidad individual, la integración de sus partes en una Unidad que las abarca y supera. Supone una reconciliación de los contrastes, una mediación entre ellos. En el Tractatus Aureus se dice: “Esto a lo cual hay que hacer volver los elementos es aquel círculo pequeño que tiene su lugar céntrico en esta figura cuadrada. Constituye para ellos el mediador que restablece la paz entre los enemigos, es decir, los elementos, para que en unión provechosa, se quieran mútuamente: o para mejor decir, él solo lleva a cabo la cuadratura del círculo, hasta ahora buscada por muchos y encontrada por pocos.” Y otro autor, ORTELIUS, añade: “Pues así como el bien sobrenatural y eterno, el Mediador y Salvador nuestro, Cristo Jesús, que nos libra de la muerte eterna, el diablo y todo mal, participa de dos naturalezas, es decir, la divina y la humana, así también este salvador terrestre consiste en dos partes, la celestial y la terrestre, con las cuales nos restituye la salud, y nos libra de las enfermedades celestiales y terrestres, espirituales y corporales, visibles e invisibles”.
Habla, pues, de un salvador que no viene del cielo sino de lo hondo de la tierra, de lo que está situado por debajo de la conciencia. Los alquimistas comprendieron que en la crátera de nuestra alma se encerraba un espíritu, una paloma blanca. Y si eres capaz de introducirte en la profundidad de esa crátera, en lo hondo del alma, “conocerás la finalidad para la que has sido creado y te acercarás a Aquél que creo la crátera”. A este nous escondido llamaron Mercurio los alquimistas, y a ese misterio se refiere la sentencia: “Est in Mercurium quicquid quaerunt sapientes” (En el Mercurio se encuentra lo que buscan los sabios). También se le llamó lo rotundum, el anima media natura, el anima mundi, espíritu intelectual e ígneo que no tiene forma, pero que quiso transformarse en cualquier forma e igualarse a todas. El que en proporción múltiple y de algún modo se halla vinculado a todas las criaturas.
Una idea muy desarrollada por los gnósticos era que Dios estaría en todo, hasta en la materia, sería la scintilla, la chispa divina. En su obra De Spag. Art. Theatr. Chem, DORNEUS afirmaba: “En el cuerpo del hombre se encuentra una cierta substancia de naturaleza celestial que muy pocos conocen”. Y, en su Philosophia speculativa añade: “Hay en las cosas naturales cierta verdad no vista por el ojo externo y que sólo el espíritu percibe. Los filósofos tuvieron experiencia de ella, y descubrieron que su virtud es tal que obra milagros”.
Los viejos filósofos de la naturaleza dijeron que la substancia milagrosa (expresada por un círculo dividido por cuatro) era el hombre mismo. En la obra alquímica Anigmata Philosophorum se habla del homo albus que nace de la vasija hermética. Y en todas las obras antiguas hay una invitación a dialogar con la parte no conocida del sí-mismo.
Pero a este conocimiento no se llega por vía racional. Es de tal índole que se impone a la conciencia como Revelación, algo desconcertante que se muestra al alma. No es conocimiento deductivo, sino gracioso, añadido, inmerecido. Se presenta como espectáculo, y además evidente. A esa parte escondida del ser se refería SALOMÓN TRISMOSIN cuando escribía:
“Estudia, pues, qué eres,
De lo cual eres una parte.
Lo que estudias, aprendes y es
Es realmente lo que eres.
Todo lo que está fuera de tí
Está también dentro de tí."
El proceso alquímico era una invitación ala perfección: “¡Transformaros en piedras filosofales vivas!" (GERARDUS DORNEUS). Esa parte del ser escondida, encerrada en la oscuridad y en cautiverio, es liberada por la obra alquímica y representada como una apoteosis, semejante a la resurrección de Cristo.
El pensamiento gnóstico, tras su derrota en los primeros siglos cristianos, se refugió en la Alquimia. Ésta tiene una parte química propiamente dicha (que se llamaba physica) y otra parte philosophica. La idea central gnóstica era que el dios inferior, el Demiurgo, el alma del mundo o espíritu divino, quedó en estado potencial dentro de la materia, junto al caos inicial. Por eso los alquimistas griegos hablaban de la piedra que contiene el espíritu. Más adelante escribió J. CH. STEBUS[15] : “Ni la tierra ni el aire ni el fuego ni el agua, ni las cosas hechas de esas cosas, ni las cosas de que esas cosas están hechas, deben ser llamadas la prima materia, que debe ser el receptáculo y la madre de lo que es hecho y lo que puede ser visto, sino una cierta especie que no puede ser vista y es informe y sustenta todas las cosas”. A esa prima materia la sigue llamando la primitiva tierra caótica, Hyle, Caos, Abismo, la madre de las cosas… Fue regada por las corrientes del cielo y adornada por Dios con las innumerables Ideas de las especies.
Para los gnósticos, el nous, el espíritu, desciende de las esferas superiores y es aprisionado por el abrazo de Physis, la materia. Ya antes, en los siglos V y IV a. Cristo, los pitagóricos creían que el alma es completamente devorada por la materia, con excepción de la razón. Los alquimistas querían extraer del Caos ese primitivo espíritu divino, que llamarán quintaesencia y aqua permanens. Y, cuando en el mundo cristiano se bendice el agua el Sábado Santo, es una repetición del descenso del Espíritu Santo al agua (como en la lámina del Rosarium philosophorum en que la paloma está arriba y la fuente abajo). Así el agua adquiere la propiedad divina de transformar y dar al hombre el renacimiento espiritual.
Fuentes
II- EL SÍMBOLO DE LA CUATERNIDAD - La Página de Enrique Selva P.
https://sites.google.com/site/lapaginadeenriqueselvap/home/el-simbolismo-de-los-mitos/el-simbolo-de-la-cuaternidad
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