Timón es, para unos, un mero repetidor de las ideas de Pirrón y, para otros, sin embargo, su mejor discípulo. Por suerte, en lo que a escritura se refiere, Timón de Fliunte es menos escrupuloso que Pirrón de Elis y nos deja numerosos textos sobre su maestro y su filosofía. Sus fragmentos construyen un espacio desde el cual determinar y estudiar, en la medida de nuestras posibilidades, los puntos originales del iniciador del escepticismo. Estamos, pues, ante un testigo de excepción; según Sexto, Timón fue el verdadero sucesor de Pirrón y su confidente en lo que se refiere a sus doctrinas, por eso le llama:
el portavoz de la doctrina de Pirrón (ὁ προφήτες τῶν Πύρρωνος λόγων)
1.
Nació en Fliunte alrededor del 325 a.C. y murió en Atenas hacia el 235. Timón parece seguir a su maestro «
casi» en todo, ya que como dice Diógenes Laercio no tomó a Pirrón por un modelo en todas las cosas, pues no se resignó a la pobreza de éste, ni tampoco tuvo esa gravedad y dignidad que conquistaron a sus conciudadanos
2. Aunque escribió obras como poemas épicos, tragedias, sátiras, treinta y dos obras cómicas etc., nosotros nos vamos a ocupar de los escritos que tienen algún interés filosófico. Timón deja un número escaso de testimonios sobre Pirrón y su filosofía, pero los que deja en
Los Sillos y Las Imágenes, que serán los más utilizados por nosotros, tienen una particularidad especial y es que han sido compuestos en verso, lo cual permiten dar en cada caso una prueba de autenticidad de la información que exponen.
En primer lugar, tenemos noticias de un escrito con el título
Píthon3, en el cual se supone que Timón contaba su encuentro con Pirrón y los diálogos filosóficos que se habrían producido entre ambos. De esta obra tenemos muy pocas referencias; Diels, por ejemplo, en la recomposición que hace de los fragmentos de Timón, sólo convoca dos: el primero, concerniente a la interpretación de la fórmula escéptica
"Oudèn mâllon"4y el segundo referido a que no se apartaba de las costumbres
5.
Además de esta obra, nos han llegado fragmentos de otras como "
los Sillos"
6y "
Las Imágenes"
7: algo más de diez versos de las
Imágenes8 y alrededor de ciento treinta de los
Sillos9. De sus escritos en prosa tenemos referencia de uno titulado
Sobre las sensaciones10en el que parece presentar los razonamientos críticos sobre el conocimiento sensible y un tratado
Contra los físicos al que alude Sexto Empírico
11. Por último, Diógenes Laercio recuerda una obra con el título
Arcesilao, De las cenas12en la que encomia a Arcesilao después de tratarlo tan mal en sus sátiras.
De todos estos textos, el más importante, al menos por la cantidad de versos que han sobrevivido, es el llamado los Sillos. Sus contenidos, no obstante, son casi por entero bastante polémicos, su aporte filosófico es mínimo, pero pueden sorprender en algún caso. Su tono, agresivo e insultante en bastantes ocasiones, demuestra la hostilidad que Timón tenía a todos los dogmáticos en general. Por contra, su indulgencia hacia otros autores no considerados dogmáticos proporcionan unas noticias nada desdeñables.
Según la reconstrucción de Diels
13la estructura de este poema quedaría así: en el primer libro se describen dos escenas liersas. Una batalla entre los filósofos es el contenido de la primera y una pesca de filósofos el de la segunda. Dal Pra la califica como "una terrible logomaquia"
14en la que los filósofos, que están siempre tan ávidos de discusión, disputan unos con otros utilizando sus teorías. La pesca de los filósofos alude a la controversia entre los filósofos dogmáticos y los anti-dogmáticos. En el segundo libro de los
Sillos, se recogían las sátiras que lanzaba Timón contra los filósofos antiguos, mientras que en el tercero le tocaba el turno a los filósofos más modernos. Esta reconstrucción de Diels es una hipótesis aventurada; sin embargo, independientemente del valor que pudiésemos darle a esta conjetura, los juicios que pronuncia Timón sobre los filósofos antiguos y los de su época proporcionan numerosos elementos que tienen importancia por sí mismos. Así, aunque Timón no es un filósofo, en el sentido tradicional del término, sus reflexiones poético-filosóficas ofrecen un horizonte interesante a la hora de situar a su maestro tanto en su práctica cotidiana, como en su filosofía y, también, en las influencias filosóficas que recibió. Si toda colaboración es misteriosa, ésta entre la poesía y la filosofía lo es más, pero nos ofrece una oportunidad para entender mejor el comienzo del escepticismo con Pirrón de Elis.
La actitud de Timón frente a la filosofía es tributaria del pensamiento de su maestro Pirrón. Existe, pues, una sintonía teórica entre los presupuestos filosóficos de Timón y los postulados de Pirrón. Desde esta perspectiva, hay que estudiar los juicios que Timón expresa sobre los filósofos, ya que proporcionan admirables noticias sobre el grado de identificación o de oposición del escepticismo con algunos autores anteriores. Estos testimonios tienen, por tanto, una gran trascendencia para la fijación de la tradición en la que se va a incluir Pirrón.
En su obra perdida "Los Sillos", de la cual sólo se conservan algunos pasajes, Timón pronuncia juicios valorativos sobre algunos filósofos. El aprecio o el desprecio que demuestra hacia los diferentes pensadores va a estar en relación con la adecuación que tengan sus doctrinas teóricas con el pirronismo. En primer lugar, se fija en Jenófanes. A través de unos versos recogidos en las Hipotiposis de Sexto, Timón se refiere al de Colofón de forma ambigua; asume, por un lado, el carácter concluyente de su filosofía y lo critica por su dogmatismo; pero, por otro, disculpa al propio Jenófanes por este descuido, ya que al final de su vida se arrepiente y admite que la filosofía escéptica es la más adecuada para evitar los errores en la búsqueda del conocimiento. Esta ambigüedad es recogida por el mismo Sexto, pues presenta el texto diciendo que Timón, después de alabar mucho a Jenófanes y haberle consagrado sus sátiras, lo imagina lamentándose por no haber considerado antes, que el método escéptico le hubiese prevenido y liberado de la confusión de creer, dogmáticamente, que todas las cosas son Uno:
"¡Oh, si yo hubiese podido tener una mente prudente examinando desde ambos puntos de vista! pero, por el contrario, el traidor camino me engañó, siendo ya viejo y descuidando totalmente la reflexión. Porque en cualquier dirección en que yo dirigí mi mente todo se reducía a lo uno y lo mismo, así todo lo que existe retorna siempre enteramente a una sola naturaleza formada de manera semejante"
15.
Jenófanes dogmatiza con sus juicios sobre lo liino, ya que para él «el todo» era uno, negando el pluralismo teológico al que estaban acostumbrados los griegos. Esta actitud, evidentemente, contradice, frontalmente, los postulados escépticos: cautelosos en todos los temas, y mucho más en lo referente a los dioses. Pero lo más importante parece quedar en un segundo plano: la confesión del propio Jenófanes de su falta de atención o descuido de la reflexión, de la meditación (de la consideración atenta a la manera escéptica), que le hubiese exigido ser más juicioso y prudente en su dogmatismo teológico. Asistimos en Jenófanes a una actitud que fluctúa entre un
dogmatismo teológico y un escepticismo gnoseológico. La consideración de Jenófanes, cercana al escepticismo, está orientada por su actitud frente a las posibilidades del conocimiento, ya que para él no podemos tener un criterio de verdad absoluto, "
pues al contrario, la opinión se produce sobre todas las cosas"
16: no se puede ignorar que esta sentencia no está muy lejos de las declaraciones escépticas sobre las posibilidades del conocimiento. Asistimos, pues, en el pensamiento de Jenófanes, a cierto relativismo en todas las afirmaciones que se hacen sobre las cosas. Esta actitud rompe cualquier forma de dogmatismo que pudiese aparecer en la filosofía de Jenófanes, pero esta idea, como veremos, no es tan simple como parece. Lo importante aquí es reconocer que el colofonio admite como problema que no podemos saber si lo que pensamos sobre las cosas es verdadero o falso, de ahí que sólo sea opinión:
y como tal opinión no tiene pretensiones de carácter absoluto.
Sorprendentemente, Timón elogia también a Parménides. Esta actitud, en principio, puede resultar extraña, ya que tradicionalmente se ha interpretado a Parménides como el iniciador del pensamiento racional, pero también ocurre que con él se va a desarrollar un antecedente de ese "fenomenismo" griego al que ya nos hemos referido profusamente. Estos versos muestran el interés que este pensador despierta en nuestro poeta:
"La vitalidad del magnánimo Parménides no consiste en la multiplicidad de opiniones, sino en haber alejado los pensamientos del engaño de las apariencias
17.
En estas líneas, Parménides es considerado como el
precursor ideal del estilo filosófico pirrónico, dedicándole un grato calificativo
megalóphronos. Poseer esta facultad significa, en este contexto, una particular vitalidad (
Bíen) que se explica en la capacidad para quedar inmune
a toda forma insatisfactoria de conocimiento. Este es el motivo por el cual Parménides es capaz de apartar, de alejar (
aneneíkato) sus pensamientos (
nóseis) del engaño (
apátes) de las apariencias (
phantasías18). Timón señala, en primer lugar, la existencia de fantasías engañosas que hay que evitar, y, en segundo lugar, indica que la fundamentación del conocimiento en Parménides se sostiene en lo racional, al estimar que las apariencias son falsas. Ensaya aquí una interpretación de Parménides, muy común y, por lo general, repetida en todo el escepticismo: la creencia de que el de Elea distingue entre el error de las apariencias (renunciando a reconocer como verdadero el testimonio de los sentidos) y el verdadero conocimiento de la razón que debe alzarse por encima de ellas. Es discutible, como veremos más adelante esta interpretación. Ya que, no podemos justificar plenamente que Parménides fomentara la liisión entre los sentidos (erróneos) y la razón (verdadera), ni siquiera sabemos con seguridad qué significado puede tener ese monumento minúsculo lingüístico que nos deja: el verbo
eînai19. Es difícil definir el concepto y silenciar las interpretaciones, pues depende de ellas su significado (si Parménides se refería a "todo lo que existe" no es lo mismo que si quería significar "lo que se manifiesta que existe"
20). De todas formas lo importante no es dirimir la cuestión de lo que verdaderamente dijo Parménides, sino prestar atención a la interpretación que hacen los escépticos de este autor. Diógenes Laercio, por su parte, también interpreta a Parménides como un crítico de las sensaciones como forma de conocimiento:
las sensaciones no son exactas y sí lo es la razón que debe actuar como criterio:
“Dice que la razón es el criterio y que las sensaciones no son exactas"
21.
El problema se manifiesta cuando la razón advierte que no tiene más remedio que apoyarse en los sentidos, al ser ellos los únicos cauces que tenemos para el conocimiento. Desde esta perspectiva es natural que Timón, presente de manera favorable a un autor como Parménides quien afirma que los sentidos no son fieles traductores de la realidad. La imposibilidad de resolver esta dificultad influye de manera capital en la actitud de Pirrón, ya que si los sentidos que son el fundamento de cualquier conocimiento no son fiables para captar la realidad entonces no quedará más remedio que afirmar la indeterminación de ésta por la imposibilidad que tenemos de conocerla.
Estamos asistiendo, pues, a la explicitación de los principios que orientan el pensamiento de Pirrón. En este sentido, Timón sigue elogiando a dos discípulos de Parménides, como son Zenón y Meliso. El discurso dialéctico de Zenón es la base de su filosofía crítica, que le lleva a ser crítico de todos los demás filósofos; de Meliso, recoge su resistencia a valorar las apariencias erróneas del mundo sensible:
"El gran poder inagotable de Zenón, de discurso dialéctico (
amphoteroglóssou), crítico de todos, y Meliso, por encima de muchas apariencias, cediendo a pocas de ellas"
22.
Este testimonio viene confirmado por un pasaje de La vida de Pericles de Plutarco. Según Plutarco, Zenón utiliza las contradicciones en sus escritos sobre la phýsis, llevando a sus contrincantes a la aporía, a una proposición sin salida lógica; según este esquema, los adjetivos que Timón le dedica están legítimamente justificados, pues para el discípulo de Pirrón tanto Zenón como Meliso aportan aspectos filosóficos nada despreciables para el posterior desarrollo del escepticismo:
"Zenón de Elea que se ocupó de la naturaleza lo mismo que Parménides, en cambio, ejercitó una cierta capacidad para refutar por medio de la contradicción llevando a la aporía, como también dejó dicho Timón de Fliunte del modo siguiente: "de discurso dialéctico, crítico"
23.
No nos sorprende, en este sentido, que el uso de la dialéctica por parte de Zenón está documentado en la mayor parte de los testimonios antiguos y que, incluso, alguno de estos textos señala al propio Zenón como el iniciador de ella
24. El propio Sexto cita el testimonio de Aristóteles que hace a Zenón iniciador de la dialéctica
25; hasta existe algún autor que reprocha a Zenón el abuso de este método, y lo acusa de ser el iniciador de la erística
26.
Demócrito es otro de los autores también elogiado en los versos de Timón, por su cautela en el juicio y por la prudencia que demuestra en su estilo de pensamiento. Hay algo más atractivo y es la calificación de Demócrito como amphínoos, "que está en la duda", indeciso porque examinaba el pro y el contra, en la conversación, leschêna. Lo cual podría ser bien considerado por un pirrónico que no afirmaba nada al no existir un criterio de certeza. Sus versos a Demócrito son éstos:
"Cual sabio [era] Demócrito, (pastor) maestro de las palabras que examina el pro y el contra en la conversación, de los mejores que he leído"
27.
Sexto presenta, en la misma línea, a un Demócrito que refuta en ocasiones las apariencias sensibles y dice que nada en ellas se muestra conforme a la verdad sino tan solo conforme a la opinión y que la verdad de las cosas son los átomos y el vacío, los cuales son aprehendidos, únicamente, por medio de la razón:
"También Demócrito refuta, en algunas ocasiones, las cosas que aparecen a los sentidos y afirma que ninguna de ellas aparece como verdadera sino únicamente como opinable y que la verdad de las cosas radica en que hay átomos y vacío"
28.
Protágoras también obtiene de Timón comentarios bastante favorables. De él comenta el poeta su sociabilidad, así como su habilidad en la discusión sobre las cosas; por eso, quizá, dice Diógenes que inventó las disputas e introdujo los sofismas en las argumentaciones. Lo mismo que ocurría en Zenón y en Meliso, Timón celebra de Protágoras su afán por discutir sobre todas las cosas, lo cual era un antecedente importante para los escépticos que no reconocían nada verdadero, y discutían todas las doctrinas, al no tener certeza de nada. Los versos dedicados a Protágoras son éstos: "Y el sociable Protágoras, que sabía discutir bien"
29.
Favorino en su Historia Varia afirma, según Diógenes Laercio, que Protágoras fue el primero en declarar, en el plano argumentativo, que sobre todas las cosas se pueden hacer dos discursos contrarios el uno al otro:
"Y fue el primero que dijo que sobre toda cosa hay dos argumentos (que son) contrarios el uno al otro"
30.
Esta fórmula es claramente un antecedente de la teoría escéptica de la isosthéneia según la cual «sí» y «no» son respuestas que tienen la misma fuerza ante una pregunta, por lo que nuestro juicio queda colapsado ante la incapacidad de elegir entre ellas. De ahí que se dé cierta adecuación entre Protágoras y un pirrónico, como Timón, que se guiaba por las fórmulas del tipo, ou mâllon tóde è tóde (no más esto que aquello), o día tí mâllon tóde è tóde (¿por qué esto más bien que aquello?). Además de esto, el abderita también es elogiado por la gran cautela y moderación que preside su doctrina acerca de los dioses:
"Sobre los dioses yo no puedo decir si existen, o cómo son; porque las cosas que me lo impiden son muchas"
31.
Sexto Empírico transmite algunas noticias que corroboran este interés por Protágoras. En el libro IX de Contra los Matemáticos afirma que Timón se ocupó ampliamente de Protágoras en el segundo libro de sus Sillos. En un fragmento de esta obra, transmitido por Sexto, Timón caracteriza al abderita como el primero entre todos los sofistas, debido a su claridad en el discurso y lo elogia por la honradez intelectual y la cautela de sus opiniones sobre lo dioses: de ellos no se sabe nada ya que "las cosas que nos lo impiden son muchas":
"Timón de Fliunte hace mención de su historia [de Protágoras], en el segundo libro de los
Sillos: «Protágoras, el primero de los sofistas que existió entonces, y existirá [en el futuro]. Ni era oscuro en el discurso, ni torpe de visión ni premioso en el hablar; pero querían reducir sus escritos a cenizas porque él había escrito sobre los dioses, que ni sabía, ni podía percibir cómo eran o quiénes eran, manteniendo toda cautela. Pero esto no le sirvió para nada; al contrario, el deseó huir, para así no descender al Hades, bebiendo la fría bebida de Sócrates»"
32.
Junto a estos autores que son tratados favorablemente en los versos de Timón, otros son considerados de forma mordaz y satírica. Si todos los anteriores son incluidos, de alguna forma, entre los posibles antecesores del escepticismo pirrónico, los que ahora vamos a estudiar son "típicos" representantes del movimiento contrario: el dogmatismo. Entre ellos encontramos a Sócrates, Platón, Aristóteles, Zenón el estoico y Arcesilao entre otros.
Con respecto a Sócrates, Timón es bastante irónico. Primero lo llama "picapedrero" quizá haciendo referencia a la profesión de su padre que fue «cantero», (aunque tal vez no fuese lo que hoy en día entendemos por cantero, sino más bien escultor o ayudante de escultor). Se burla, también, de sus cualidades profesionales, y, realiza una fuerte crítica a la contradicción que preside su vida, pues un hombre que siempre está hablando de leyes llega a no querer cumplir las que debía. Paralelamente critica la errónea estima en que se le tenía, al afirmar que fascina a los griegos, como si de un encantador se tratase. De la misma forma, se observa una actitud beligerante ante el método socrático de preguntas "sibilinas" que solía utilizar para llevar a sus contrincantes a contradicciones flagrantes, expuestas a la burla; de ahí la acusación final de haber sido entrenado por los retóricos. Por último, Timón bromea por su manera de hablar, ya que dice que ironiza en un ático imperfecto:
"De estas cosas (de la física) abjuró el picapedrero, charlatán de leyes, el que fascina a los griegos, el que da argumentos precisos, nariz soplada (entrenada) por los retóricos, el que ironiza con un ático imperfecto"
33.
En otro texto, Timón parece calificar el discurso platónico de vano e inconsistente, sin sustancia, pues no deja de proferir palabras melifluas, "encantadoras", semejantes a las de las chicharras que se colocan en los árboles del jardín de la Academia:
"Va al frente de todos como el pez platístacos, arengador de dulce palabra, imitador de las cigarras, que, colocadas junto al árbol de (Academo) la Academia, emiten un sonido dulce como el lirio"
34.
No tiene mejor suerte Aristóteles el cual es calificado por Timón de filósofo irreflexivo, en lo que parece una apreciación bastante negativa de su filosofía, aunque bien es verdad que estas pocas palabras no son suficientes para un análisis más específico:
"Ni la penosa (difícil) irreflexión de Aristóteles"
35.
Los juicios de Timón se vuelven aún más satíricos y mordaces cuando se refieren a autores coetáneos y que se declaran filosóficamente como enemigos reales del escepticismo. En este sentido, una de las escuelas más atacadas fue la escuela estoica, de ahí que sus representantes serán constantemente acusados de dogmatismo. Así contra Zenón fundador de la escuela estoica dice Timón:
"Y es principio estoico que el sabio lo hace todo felizmente, incluso condimentar las lentejas con prudencia, dado que como dice Timón de Fliunte: «También hay quienes no han aprendido todavía a hervir las lentejas con prudencia»"
36.
Según conjetura Diels
37, otro texto de Timón hace referencia a Zenón de Citio de una forma bastante satírica, ya que lo compara con una vieja fenicia vanidosa, que tiene un cesto de mimbre muy pequeño y sin consistencia (quizá hace referencia al poco valor filosófico de lo que ofrecía), como consecuencia los resultados eran extremadamente pobres. Los versos de Timón que supuestamente se refieren a Zenón son éstos:
"Yo he visto a una codiciosa vieja fenicia que en su oscura vanidad deseaba poseerlo todo, pero su cesto de mimbre, pequeño como era, se diluyó; y tenía menos inteligencia que un
kindapsoîo"
38.
Arcesilao también es criticado satíricamente por Timón. Arcesilao fue el creador de la llamada "academia nueva", un escepticismo que surgió en la academia platónica, pero que según Timón no era un verdadero escepticismo sino un dogmatismo disfrazado. La evolución de la escuela platónica hacia el escepticismo vino como consecuencia de la transformación de la duda socrática, utilizada como un método de aprendizaje, en un fin en sí misma. Este proceso se desarrolla mediante la transformación de los postulados platónicos hacia posiciones menos dogmáticas. Esta renovación de la escuela platónica supuso una gran sorpresa, pues esta escuela se caracterizaba, justamente, por el mantenimiento dogmático de las tesis del maestro Platón.
Según Diógenes Laercio, Arcesilao conoció la obra platónica: "Parece haber tenido en gran estima a Platón y tenía sus libros"
39, aunque se centró más en la declaración socrática "sólo sé que no sé nada", sosteniendo así que todo está oculto y que nada hay que pueda percibirse o entenderse
40. Arcesilao habría desgajado su doctrina escéptica de la obra platónica, estableciendo su método y el fundamento de sus teorías en una base socrático-platónica. De ahí, el comentario de Cicerón admitiendo que Arcesilao utilizó el método socrático de la discusión y lo recuperó e instituyó de nuevo; así, si Sócrates solía replicar a las propuestas de sus interlocutores, Arcesilao mantiene este sistema, y deja a sus interlocutores exponer, en primer lugar, sus ideas para, a partir de aquí, rebatirlas, iniciándose así una discusión entre ellos:
"Así, Sócrates, preguntando e interrogando, solía obtener las opiniones de aquellos con los que disertaba, de manera que a aquellas cosas que ellos le habían respondido, replicase, si algo le parecía. Esta práctica abandonada por los que le siguieron, fue retomada e instituida de nuevo por Arcesilao, de forma que aquellos que querían oírlo, no le debían hacer preguntas, debían comenzar por exponer ellos mismos su opinión, después de lo cual él rebatía lo que habían dicho, pero los que le escuchaban defendían su parecer (hasta donde podían) en la medida de sus fuerzas"
41.
El origen socrático-platónico de Arcesilao proporciona por un lado, un método, el socrático, muy cercano al escepticismo; pero, por otro, un dogmatismo doctrinal propio de los miembros de la Academia. Por todo esto, Timón no estima a Arcesilao; calificándolo en sus versos como pedante y orgulloso, ya que gustaba de ser admirado por la muchedumbre que lo ensalzaba -en palabras de Timón- "como suelen hacer los simples pajarillos al mochuelo". Quizá, Timón esté comparando a Arcesilao con Pirrón como si de un rival escéptico se tratara, poniendo de manifiesto lo que les diferencia: así, frente a la indiferencia pirroniana, Arcesilao se enorgullece con demasiadas cosas, pues, no siendo importante, cree serlo:
"Cuando él habla se mete en medio de la muchedumbre, y ésta igual que los pajarillos alrededor de la lechuza, lo contemplan como un prodigio, mostrando a la luz su vanidad, porque (es) adulador de la multitud; pequeña cosa, desgraciado. ¿Por qué te enorgulleces como un necio"
42.
Diógenes Laercio aporta nuevos versos de Timón contra Arcesilao, al hablar del creador del escepticismo académico, comenta que fue discípulo de Pirrón, y que se servía de la dialéctica y del razonamiento de la escuela de Eritrea. Esta opinión se puede demostrar razonablemente con algunos testimonios que justifican indirectamente estas referencias. Así, esta noticia coincide en parte con el contenido de dos versos de Timón, que ponen a Arcesilao en relación con Pirrón, con [la dialéctica de] Diodoro y con [la erística de] Menedemo:
"Timón dice así de él «Con el plomo de Menedemo bajo el pecho correrá, o con Pirrón, todo carne, o con Diodoro»"
43.
Existe cierta coincidencia de los especialistas sobre la obscuridad de estos versos de Timón. El texto es inseguro y no sabemos exactamente a qué se refiere Timón con él, o en qué escena está pensando. Así que dar una nueva interpretación, quizá aportaría un poco de confusión añadida a la ya existente
44. Numenio (
apud Eusebio de Cesárea) confirma este texto, relacionando a los autores mencionados en el párrafo de arriba como formadores y responsables de la filosofía de Arcesilao. Dice el texto:
"Uniendo así, las sutilezas de Diodoro, que era un dialéctico, con los razonamientos y el escepticismo de Pirrón, adornó con el bello estilo platónico del discurso una vana palabrería; decía, contradecía, hablaba de esto y de aquello como venía al caso, retractándose, indeciso, inconstante y, al mismo tiempo, aventurero; sin saber nada, como él decía, con complacencia; y además aparecía en cierto modo semejante a los sabios, dando muestras de su versatilidad mediante la ilusión de sus discursos"
45.
En el mismo texto se ensaya una sucesión de Arcesilao, diciéndonos que es discípulo de Polemón. Da la sensación por las referencias que presenta Numenio que Arcesilao fue un ecléctico que tomaba de quien quería lo que más le interesaba. Así dice:
"Por otro lado, Arcesilao tomó de Teofrasto, y del platónico Crantor, también de Diodoro, y después de Pirrón: de Crantor aprendió el arte de persuadir, de Diodoro el ser sofista, gracias a Pirrón se hizo versado en todo, audaz [y no declaraba nada] y de él se recitaba un verso paródico y burlón: «Por delante Platón, por detrás Pirrón, en medio Diodoro»"
46.
Por todas estas razones, quizá, Timón reconociendo ese tono ecléctico en Arcesilao le hace decir en tono irónico estos versos que aparecen en Diógenes Laercio: "Nadaré hacia Pirrón y hacia el tortuoso Diodoro"
47.
Todos estos fragmentos parecen demostrar que Arcesilao estaba bajo la influencia de tres componentes filosóficos bien diferenciados: uno, platónico, otro, pirroniano y un tercero, megárico. Esto hay que entenderlo en un sentido amplio. Es decir, interesa aclarar que con respecto a Pirrón, los versos de Timón no manifiestan que Arcesilao fuese su discípulo, pero parecen revelar, aunque de forma más bien metafórica, una cierta influencia o componente escéptico en la filosofía del académico. Si relacionamos esta interpretación con el verso de Aristón citado más arriba: "Por delante Platón, por detrás Pirrón, en medio Diodoro"
, reconocemos la poca claridad de la filosofía de Arcesilao. Estas palabras de Aristón y las anteriores de Timón coinciden en confirmar la conexión entre Arcesilao, Pirrón y Diodoro. El verso de Aristón, parafraseado de la descripción homérica de la Quimera
49, hace referencia al "mestizaje" filosófico de Arcesilao. A pesar de ello, no hay que olvidar que los versos están parodiando una situación, por lo que nos mueven a pensar también que el poeta además de recalcar estas influencias está dando algunas claves humorísticas para entender el comportamiento y la filosofía de Arcesilao. Según estos versos, Arcesilao se declaraba platónico, de ahí que Platón esté por delante, escondiendo por así decirlo, la parte pirroniana de su filosofía mediante los instrumentos que le daba la dialéctica de Diodoro. La causa del silencio de Arcesilao con respecto a Pirrón es todavía uno de los problemas que queda por resolver
50. Podemos considerar como explicación que en el tiempo de la academia
no se reconoce a Pirrón ningún papel en la formación del escepticismo, por lo que todos los postulados gnoseológicos de Pirrón pasan desapercibidos.
La cuestión, por tanto, es ardua porque si bien no podemos constatar con seguridad una efectiva influencia de Pirrón sobre el jefe de la academia platónica, Arcesilao
51, sí que podemos evidenciar, a juicio de Timón, una cierta contribución pirroniana a la filosofía de Arcesilao.
Así pues, las dos condiciones que despliega la particular estructura de Los Sillos son las que pueden, en cierto modo, clarificar las analogías, semejanzas y diferencias entre el escepticismo de Pirrón y los filósofos anteriores que sirvieron de base a su filosofía. Timón de Fliunte establece, de modo consecuente a través de su obra, la línea originaria de la filosofía pirrónica; haciéndola coincidir con algunos filósofos prehelenísticos causantes de un incipiente "fenomenismo" en el pensamiento griego que conduce como resultado al escepticismo.
Estos testimonios que ponen en relación a Pirrón con el pensamiento presocrático anterior, y señalan la existencia de una tradición en la que se ve inmerso Pirrón sirven como introducción a la parte más importante de este trabajo de investigación. Demuestran la existencia en el pensamiento presocrático de una serie de problemas, considerados muy difíciles de resolver, que sobreviven hasta la aparición del escepticismo griego. Cualquier enfoque sobre este movimiento filosófico debe contemplar a la filosofía griega no como parcelas independientes y autónomas, sino como partes de un entramado de problemas con soluciones insatisfactorias.
Las conclusiones de este epígrafe confirman razonablemente no sólo la relación que venimos defendiendo entre el pirronismo y la filosofía precedente, sino la conciencia de algunos escépticos posteriores de hallarse insertos en una tradición determinada. No cabe duda de que los autores incluidos en esta tradición tienen afinidades muy importantes como son la preocupación por lo que las cosas son, lo que aparece de ellas y las posibilidades que tenemos de conocerlas. Problemas que admiten diferentes soluciones hasta que los escépticos mediante la irresolución en los juicios propugnan la suspensión del juicio como única alternativa. Todos estos autores, ya nombrados, tienen algo en común que sirve de atractivo para los escépticos, y es que son responsables, conscientemente en unos casos e inconscientemente en otros, de una cierta crisis del conocimiento sensible que tiene como consecuencia la ruina de la propia razón. Ese es el eterno problema de la filosofía radicado en los límites del conocimiento humano; es decir, hasta dónde puede llegar el conocimiento y a partir de dónde sus tentativas de alcanzar la verdad se ven colapsadas. Ahora, nuestra tarea será estudiar básicamente qué elementos o partes de la filosofía de estos autores han podido contribuir a que la tradición escéptica tomara a algunos de ellos como antecedentes del movimiento escéptico. Esta cuestión plantea otra también importante: ¿hasta qué punto pueden ser tomados, razonablemente, estos filósofos prehelenísticos como antecedentes del movimiento pirrónico, de todo el escepticismo posterior, o hasta qué punto se puede decir que influyen verdaderamente en él? Esta rica tradición presocrática, unida a la originalidad de los planteamientos que establece el pirronismo lleva a los escépticos a concebir una serie de soluciones insólitas a los problema del conocimiento y de la ética, que se producen en la historia de la filosofía.
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