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El Requerimiento o como los españoles nos hicieron conejo

 El Requerimiento o como los españoles nos hicieron conejo


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Volviendo un poco atrás ya desde el inicio de la conquista la corona castellana se preocupó muy seriamente de las noticias que llegaban de las Indias sobre maltratos y abusos contra los nativos. La reina Isabel en su propio testamento exigió un trato correcto al nativo:

“… por ende suplico al Rey, mi Señor, mui afectuosamente, e encargo e mando a la dicha Princesa mi hija e al dicho Prí­ncipe su marido, que ansí­ lo hagan e cumplan, e que este sea su principal fin, e que en ello pongan mucha diligencia, e non consientan e den lugar que los indios vezinos e moradores en las dichas Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e justamente tratados…”

Posteriormente los religiosos enviados por la corona también protestaron porque dicho maltrato continuaba por parte de algunos encomenderos. Pero el asunto estalló en 1511 cuando el dominico Montesinos amenazó en Santo Domingo de excomulgar y enviar al infierno a todos los fieles que no actuasen de forma correcta con los nativos. Estos hechos llegaron al rey Fernando que inmediatamente organizó las Juntas de Burgos de 1512 en las que un grupo de juristas y teólogos discutieron sobre el aspecto polí­tico y moral de la conquista y como encauzarla de tal manera que ésta se ajustase a justicia y los indios tuvieran derecho a una existencia digna y justa. Pero ya sabemos que estas buenas intenciones no tuvieron su reflejo en el Nuevo Mundo.







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El resultado de esta Junta de Burgos fue la creación del Requerimiento. Éste era un documento que un funcionario público leí­a delante de los indí­genas cuando se establecí­a el primer contacto entre ellos y la tropa conquistadora. En él se les invitaba a aceptar la autoridad del papa y de los reyes españoles y a ser evangelizados y quedar como súbditos libres cristianos. Si accedí­an se les reconocí­an y respetaban sus costumbres, propiedades y tierras pero si no lo hací­an pasaban inmediatamente a ser enemigos de Dios y de la Corona, por lo que el ejército conquistador legitimaba su acción militar posterior que probablemente terminarí­a con el despojo de sus propiedades y pasar a ser parte del lucrativo negocio de la esclavitud.

Tras su lectura un escribano real levantaba acta notarial de la ejecución del trámite y se les daba un tiempo a los indí­genas (si éstos no habí­an atacado ya) para que se lo pensasen un poco y y tomaran una decisión.

Evidentemente esto leí­do así­ suena muy bonito y muy justo pero como en toda acción humana hubo injusticias y abusos de poder. En muchos casos a los conquistadores lo que les interesaba era capturar esclavos para su posterior venta. Este negocio era el más importante cuando en la zona conquistada no habí­a oro u otro recurso natural interesante. Ya Colón fue acusado de entorpecer la evangelización de indí­genas ya que estos al ser convertidos al cristianismo pasaban a ser súbditos del rey, es decir, no se les podí­a esclavizar y ser vendidos como tales. Uno de los problemas más habituales era la falta de un traductor para que los nativos entendiesen el discurso que ese individuo raro y gritón les estaba contando, pero traductores habí­a. Y aunque pueda sonar extraño muchos caciques aceptaban el trámite para tener como aliados a los recién llegados y así­ utilizarlos en sus guerras contra tribus vecinas.

Este es el texto del Requerimiento redactado por el jurista Juan López Palacios Rubios:

“De parte del muy alto y muy poderoso y muy católico defensor de la iglesia, siempre vencedor y nunca vencido el gran Rey don Fernando V de España de las dos Sicilias, de Jerusalén, de las Islas y tierras firmes del Mar Océano,etc. tomador de las gentes bárbaras, de la muy alta y poderosa Sra. la Reina Doña Juana, su muy cálida y amada hija, nuestros eñores, yo Dávila su criado, mensajero y capitán, los notifico y les hago saber como mejor puedo:


Que Dios nuestro señor único y eterno, creó el cielo y la tierra, un hombre y una mujer de quienes nosotros y vosotros fueron y son descendientes y procreados y todos los de después de nosotros vinieron, mas la muchedumbre de la generación y de esto ha sucedido de cinco mil y mas años que el mundo fue creado, fue necesario que unos hombres fuesen de una parte y otros fuesen por otra y se dividiesen por muchos reinos y provincias de que una sola no se podrí­an sostener ni conservar.

De todas estas gentes nuestro señor dio cargo a uno que fue llamado San Pedro, para que de todos los hombres del mundo fuese señor y superior, a quien todos obedeciesen y fuese cabeza de todo lo humano, donde quiera que los hombres estuviesen y viviesen en cualquier ley, secata o creencia, pidiéndole a todo el mundo por su reino, señorí­o y jurisdicción, y como quiera que le mando propusiese su silla en Roma como el lugar mas aparejado para regir el mundo, también le permitió que pudiese estar y poner su silla en cualquier otra parte del mundo, y juzgar, y gobernar a toda la gente, cristianos, moros, judí­os, gentiles y de cualquier otra secta o creencia, a este llamaron Papa, que significa admirable, mayor, padre y guardador.

A este San Pedro obedecieron y tomaron por señor, Rey y superior del universo, los que en aquel tiempo viví­an y asimismo han tenido todos los otros que después de él fueron al pontificado elegido y así­ se ha continuado hasta ahora y así­ se continuará hasta que el mundo se acabe.

Uno de los pontí­fices pasados que en lugar de este mundo, hizo donación de estas Islas y tierras firmes del Mar Océano, a los ricos Rey y Reinas y a los sucesores en estos reinos , con todo lo que en ellas hay según se contienen en ciertas escrituras que sobre ellos basaron, así­ que sus Altezas son Reyes y Sres. de estas Islas y tierras firmes, por virtud de dicha donación y como a tales Reyes y Sres. algunas Islas más y casi todas a quienes esto ha sido modificado has recibido a sus altezas y les han obedecido y servido y sirven como súbditos lo deben hacer, con buena voluntad y sin ninguna resistencia, luego de su inclinación como fueron informado de lo susodicho, obedecieron y recibieron a los valores religiosos que sus Altezas profesaban para que les predicasen y enseñasen la Santa fe, y todos ellos de su humilde y agradable voluntad sin apremio ni condición alguna se hicieron cristianos y lo son, sus Altezas los recibieron alegres y así­ los mandó tratar como a los otros súbditos y vasallos, los otros son pedidos y obligados a hacer lo contrario.

Por ende, como mejor puedo os ruego y requiero que entendais bien lo que he dicho, y tomeis para entenderlo y deliberar sobre ello el tiempo que fuere justo y reconoscais a la Iglesia por Señora y Superiora del universo mundo y al sumo pontí­fice llamado Papa en su nombre y al Rey y la Reina nuestros señores en su lugar como Superiores y Señores y Reyes de esta isla y tierra firme por virtud de la dicha donación y consentais en ese lugar a que estos padres religiosos o declaren los susodichos.

Si así­ lo hicieres te ha de ir bien y aquello a que estas obligado, y sus altezas en su nombre los recibirán con todo amor y caridad, los dejarán vuestras mujeres hijos y haciendas libres, sin servidumbre, para que de ellas y nosotros hagais libremente lo que quisieres y por bien tuvieres y no os compelerán a que torneis cristianos, salvo si vosostros informados de la verdad quisieres convertir a la religión católica como lo han hecho casi todos los vecinos de estas islas y además de esto su Alteza dará muchos privilegios y exenciones que gozarán muchas veces.

Si no lo hicieres o en ello dilación maliciosamente pusieres, os certifico que con la ayuda de Dios entraré poderosamene contra vosotros y os haré guerra por todas las partes y maneras que tuviere y sujetaré al yugo y obediencias de la iglesia y de sus Altezas y tomaré vuestras personas y las de vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos y como tales los venderé y dispondré de ellos como su Alteza mandare, y os tomaré vuetros bienes, y os haré todos los males y daños que pudiere como a vasallos que no obedecen y que no quieren recibir a sus señor y le resisten y contradicen y protesto de los muertes y daños que de ellos se registrarén serán a culpa vuestra y no de sus Altezas ni mí­a, ni de estos caballeros que conmigo vinieron y de como lo digo, requiero, pido al presente Escribano que me lo de como testimonio firmado y a los presentes ruego que de ello sean testigo”.

Este procedimiento fue enviado al Nuevo Mundo con Pedrarias en 1514, y estuvo vigente hasta el año 1542, año en el que fueron promulgadas las Nuevas Leyes de Indias de Carlos I que sustituyeron el texto por otro más conciliador o suave, si bien el espí­ritu fue el mismo.



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Elaborado por Oscar Perez

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