Celos en retrospectiva. Walter Riso.
La
“lectura de la mente” es la
distorsión cognitiva preferida de la persona desconfiada. Casi siempre
está “pensando en lo que el otro piensa que él piensa”
y escarbando en las intenciones de su pareja. La angustia que genera la
suspicacia en estos sujetos es tal, que algunos sienten alivio si sus hipótesis
se cumplen. Prefieren
el hecho consumado del engaño, así duela, que la incertidumbre cotidiana.
Alguien que había descubierto a su esposa en una infidelidad sostenida, me dijo
con alivio: “Al menos se terminó… La sospecha me
estaba matando”. ¿Será preferible el dolor de la verdad a la
felicidad probable?
Celos reales o imaginarios, aterrizados o delirantes, pasados o
futuros, todos duelen. Si tu pareja coquetea descaradamente con alguien
en tus narices te enfurecerás, es natural, se trata de la defensa de la
territorialidad. A nadie le gustan los cuernos y menos de frente. ¿Qué haría una persona bien estructurada en una situación
como ésta, además de sentirse mal?: pues encarar la cuestión
asertivamente, decir honestamente lo que piensa y tratar de sentar un
precedente no violento al respecto. Pero también es posible que si practicas la
filosofía swingers, te guste ver a tu media naranja flirteando, obviamente si
la fantasía es compartida. Cada quien corre con sus gustos y los costos
asociados, lo importante es respetar los acuerdos y que exista cierta
compatibilidad de fondo. Por ejemplo, no me imagino a una persona paranoide con
alguien histriónico, coqueto y exhibicionista..
Los celos patológicos son más intensos. Ocurren sin
fundamento alguno y el celoso empieza a establecer correlaciones ilusorias y
atar cabos que no están sueltos. Las interpretaciones erróneas se disparan todo
el tiempo y pueden llegar a constituir un trastorno celotípico delirante. Por
ejemplo, un hombre estaba seguro de que su mujer hacía el amor con alguien,
mientras él dormía a su lado, por lo que había decido pasar las noches en vela
y agarrar al intruso con las manos en la masa. De más está decir, que nunca se
topó con el supuesto amante
Pero quizás lo que más le moleste al celoso es su orgullo herido, en tanto el
supuesto engaño rompe traicioneramente un pacto preestablecido de exclusividad
afectivo/sexual. En este punto vale la pena aclarar que el “honor
mancillado” y la “dignidad
territorial” no solo es un problema masculino, sino también de
las mujeres. Cuando se juntan infidelidad y rencor todo vuela por los aires. El
perdón no encuentra cabida y las segundas oportunidades son tan lejanas como la
paz mundial.
Sin embargo la forma más absurda e irracional de los celos se
encuentran en los retrospectivos. Es decir, suspicacia hacia atrás y
antes de conocer a la persona. Para estos individuos es inconcebible que la
pareja haya tenido un romance antes de que él o ella aparecieran en su vida. La
indagatoria es sobre el pasado íntimo de la persona amada y las preguntas
inquisitorias versan sobre un morbo enredador: “¿Qué te hacía?”, “¿Te acostabas con él?”,
“¿Ella te besaba?”, “¿Cómo te besaba?”… Y la conclusión, un
descubrimiento desgarrador para el ego paranoide: “¡Disfrutaste
con otra persona!” El cuestionamiento es profundamente ególatra:
“¿Cómo pudiste ser feliz, si yo no existía?”
A veces, las víctimas del
interrogatorio cuentan todo detalladamente para “tranquilizar” la ansiedad del
otro, pero el efecto que se produce es exactamente al revés, como si le
echáramos gasolina a una fogata. Celos regresivos y exclusividad radical,
incluso antes de conocerse ¿Habrá mayor
sentido de posesión, una forma de resentimiento más anacrónica?
Los desconfiados del amor se regodean en la memoria de eventos negativos,
extraen conclusiones absurdas y luego censuran sin piedad. Para la gente muy celosa y rencorosa, el tiempo no limpia las heridas,
las exacerba y las mantiene abiertas.
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