Se acuerda de... El cuaderno norma amarillo
Cuantas cartas escritas en las hojas arrancadas, cuantos dibujos hechos en las ultimas hojas, cuantas partidas de triqui en tablas, cuantas multiplicaciones y divisiones frustradamente tachadas.
Este cuaderno tenia hojas especialmente diseñadas para fabricar aviones de papel, aviones con capacidad de lisiar cualquier ojo desprevenido en clase o para hacer que la copia al amigo fuera indetectable. Pero en caso de ser detectada, era mágicamente fácil de tragar y con un alto valor nutricional.
Pero no todo era bueno, era necesario hacerle margenes a todas las hojas, el lápiz rojo y la regla de madera eran las herramientas necesarias para esa engorrosa tarea que podía durar toda una tarde, algunos tenia reglas plásticas de holograma, esas que al moverla cambiaban el dibujo, un lujo que solo se lo podían dar algunos en el salón.
Y no siendo suficiente con las margenes, en ocasiones tocaba numerar las hojas del principio hasta el final, gran idea de los ingeniosos profesores para garantizar que no se le iban a arrancar las hojas al cuaderno (como si el cuaderno fuera de ellos).
Tambien tocaba hacer el horario, de lunes a viernes con las clases de matemáticas, español, ciencias sociales y educación física y en la mitad, con mejor letra: ¡EL RECREO!.
La marcada del cuaderno era otra parte importante, la letra tenia que quedar perfecta, nombre, materia, curso y año, un dibujo de Mazinger Z y listo, quedaba perfecto. Muchos cuadernos de 100 hojas quedaban con menos de 90 por no pasar la etapa del marcaje.
Era ideal para calcar los mapas de los libros, pero si el mapa necesitaba mas detalle, un poco de aceite en la hoja la volvía transparente al instante, ni en el Agustin Codazzi se encontraba tal nivel de precisión.
Con el paso de los años, el viejo cuaderno amarillo fue viéndose mas viejo y como pasa en la vida, empezaron a ser reemplazados por cuadernos plastificados, anillados y con imágenes impresas en la portada. Su eterno compañero, el forro plástico de colores no pudo ayudarlo, ya nadie lo quería tener y ya nadie mas lo tuvo. Pero mas que cualquier otra cosa, estos cuadernos son bitácoras de nuestra niñez y juventud, ojala el algún momento, en la casa de los papás pueda encontrar uno y leerlo, volverían muchos momentos, amigos y hermanos, se abriría el baúl de los buenos recuerdos.
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