Gustave Doré, uno de los creadores del imaginario universal de obras maestras
El 6 de enero, Día de Reyes Magos, de 1832 nació en Estrasburgo uno de los más grandes ilustradores de todos los tiempos. Su arte enriqueció el universo de libros como 'Divina comedia', El Quijote y la Biblia
Gustave Doré nació en Estrasburgo el 6 de enero de 1832 y murió en París el 23 de enero de 1883. Es uno de los más grandes ilustradores de todos los tiempos cuyo arte acompaña obras como El Quijote o Divina Comedia. En WMagazín rendimos un pequeño homenaje reproduciendo algunos pasajes del texto con que en 1983 el Museo de Orsay, de París, conmemoró el centenario de su fallecimiento:
«Gustave Doré, contemporáneo exacto de Edouard Manet, sufrió, como éste último, el rechazo de la crítica de su época. Pero mientras que Manet se ha convertido en el héroe de la modernidad, Doré ha seguido siendo para muchos el más ilustre de los ilustradores: algunas ilustraciones para la Biblia o el Infierno de Dante son imágenes que se mantienen grabadas para siempre en nuestra memoria colectiva.
Al tener en vida y tras su muerte una difusión sin parangón en Europa y Estados Unidos, fue uno de los grandes comunicadores de la cultura europea, tanto por la ilustración de los grandes clásicos (Dante, Rabelais, Cervantes, La Fontaine, Milton…) como la obra de sus contemporáneos (Balzac, Gautier, Poe, Coleridge, Tennyson…).
Doré parece no haber tenido ningún límite creador: dibujante, caricaturista, ilustrador, acuarelista, pintor, escultor… se afirma de esta forma como un artista proteiforme que abarca los principales géneros y formatos de su época, desde la sátira hasta la religión, desde el croquis hasta los lienzos monumentales.
Desempeña no solo un protagonismo central en la cultura visual del siglo XIX, pero también, marca el imaginario del siglo XX y de comienzos del XXI, tanto para el cómic, del que está considerado como uno de los padres fundadores, como en el ámbito cinematográfico. Como ningún otro artista de su siglo, Doré, da a ver mediante el filtro de su «ojo visionario», todas técnicas reunidas, el rebosante y habitado espectáculo de los mundos poéticos, procedente de su imaginario, como una perpetua búsqueda de nuevas fronteras.
Gitanos, saltimbanquis, pitonisas… aparecen con frecuencia en la obra gráfica, pitada y esculpida de Doré. Éste comparte con su contemporáneo Daumier un interés sincero por el mundo feriante. Acróbata emérito, se disfraza ocasionalmente en Pierrot, durante veladas de disfraces. Tanto relatos biográficos como caricaturas, presentan a menudo al artista en exhibicionista.(…)
Gustave Doré nació en Estrasburgo el 6 de enero de 1832 y murió en París el 23 de enero de 1883. Es uno de los más grandes ilustradores de todos los tiempos cuyo arte acompaña obras como El Quijote o Divina Comedia. En WMagazín rendimos un pequeño homenaje reproduciendo algunos pasajes del texto con que en 1983 el Museo de Orsay, de París, conmemoró el centenario de su fallecimiento:
«Gustave Doré, contemporáneo exacto de Edouard Manet, sufrió, como éste último, el rechazo de la crítica de su época. Pero mientras que Manet se ha convertido en el héroe de la modernidad, Doré ha seguido siendo para muchos el más ilustre de los ilustradores: algunas ilustraciones para la Biblia o el Infierno de Dante son imágenes que se mantienen grabadas para siempre en nuestra memoria colectiva.
Al tener en vida y tras su muerte una difusión sin parangón en Europa y Estados Unidos, fue uno de los grandes comunicadores de la cultura europea, tanto por la ilustración de los grandes clásicos (Dante, Rabelais, Cervantes, La Fontaine, Milton…) como la obra de sus contemporáneos (Balzac, Gautier, Poe, Coleridge, Tennyson…).
Doré parece no haber tenido ningún límite creador: dibujante, caricaturista, ilustrador, acuarelista, pintor, escultor… se afirma de esta forma como un artista proteiforme que abarca los principales géneros y formatos de su época, desde la sátira hasta la religión, desde el croquis hasta los lienzos monumentales.
Desempeña no solo un protagonismo central en la cultura visual del siglo XIX, pero también, marca el imaginario del siglo XX y de comienzos del XXI, tanto para el cómic, del que está considerado como uno de los padres fundadores, como en el ámbito cinematográfico. Como ningún otro artista de su siglo, Doré, da a ver mediante el filtro de su «ojo visionario», todas técnicas reunidas, el rebosante y habitado espectáculo de los mundos poéticos, procedente de su imaginario, como una perpetua búsqueda de nuevas fronteras.
Gitanos, saltimbanquis, pitonisas… aparecen con frecuencia en la obra gráfica, pitada y esculpida de Doré. Éste comparte con su contemporáneo Daumier un interés sincero por el mundo feriante. Acróbata emérito, se disfraza ocasionalmente en Pierrot, durante veladas de disfraces. Tanto relatos biográficos como caricaturas, presentan a menudo al artista en exhibicionista.(…)
Divina comedia
En 1861, Doré se destaca en la escena artística parisina, ilustrando El Infierno de Dante y presenta, en el Salón, una pintura monumental que también tiene la misma inspiración, Dante y Virgilio. El tema de las visiones infernales interesó al artista a lo largo de toda su carrera, mientras que los temas entrecruzados del amor y de la muerte resurgen en diversas ocasiones: al morir el poeta Gérard de Nerval, en el momento de la guerra franco-prusiana de 1870, y tras fallecer su madre en 1879.
En torno al final de su vida, melancólico, a veces depresivo, abarca, en particular en el ámbito de la escultura, temas mórbidos o inquietantes. Doré acaba, así mismo, la ilustración del poema de Edgar A. Poe, El Cuervo, que pone en escena un escritor en duelo de la mujer amada. No verá la finalización de la obra, que se publica en Inglaterra y en Estados Unidos poco después de su muerte.
En 1861, Doré se destaca en la escena artística parisina, ilustrando El Infierno de Dante y presenta, en el Salón, una pintura monumental que también tiene la misma inspiración, Dante y Virgilio. El tema de las visiones infernales interesó al artista a lo largo de toda su carrera, mientras que los temas entrecruzados del amor y de la muerte resurgen en diversas ocasiones: al morir el poeta Gérard de Nerval, en el momento de la guerra franco-prusiana de 1870, y tras fallecer su madre en 1879.
En torno al final de su vida, melancólico, a veces depresivo, abarca, en particular en el ámbito de la escultura, temas mórbidos o inquietantes. Doré acaba, así mismo, la ilustración del poema de Edgar A. Poe, El Cuervo, que pone en escena un escritor en duelo de la mujer amada. No verá la finalización de la obra, que se publica en Inglaterra y en Estados Unidos poco después de su muerte.
España y El Quijote
Del lado opuesto a Londres, España parece ser una tierra salvaje y pintoresca: gótica y morisca, nación católica poblada de bandoleros y mendigos… Son muchos los pintores y escritores franceses que acuden aquí, desde el comienzo del siglo XIX: Delacroix, Nanteuil, Hugo, Mérimée, Gautier, Dumas… Al exotismo de la inspiración se superpone la fascinación de un mundo anterior a la Revolución y a la industrialización, un mundo que los franceses ya ven contenido en su totalidad en el Don Quijote de Cervantes. En París, la galería de pintura española, constituida por el rey Luis Felipe en el Louvre, también desempeña un papel importante.
Doré viaja a España en varias ocasiones, primero en 1855, en compañía de Théophile Gautier y del editor Paul Dalloz. En 1861, respondiendo a un encargo del diario Le Tour du monde de la Librería Hachette, regresa con el barón Jean Charles Davillier, hispanófilo experto, que realizará el relato de su periplo.
Doré acude sobre todo para preparar la ilustración del Quijote: «Voy pues a la patria de este ilustre hidalgo para estudiar todos los lugares que ha recorrido y llenado con sus hazañas y, realizar de este modo algo que tendrá su perfume local».
La novela de Cervantes es uno de los relatos más ilustrados de la literatura europea, pero Doré quiere superar a sus predecesores. Cuando se publicó en 1863, la obra fue el objeto de unánimes elogios, incluso por parte de Emile Zola: «A esto le llamamos ilustrar una obra: yo pretendo que es volverla a hacer. En lugar de una obra maestra, la mente humana ya cuenta con dos».
Del lado opuesto a Londres, España parece ser una tierra salvaje y pintoresca: gótica y morisca, nación católica poblada de bandoleros y mendigos… Son muchos los pintores y escritores franceses que acuden aquí, desde el comienzo del siglo XIX: Delacroix, Nanteuil, Hugo, Mérimée, Gautier, Dumas… Al exotismo de la inspiración se superpone la fascinación de un mundo anterior a la Revolución y a la industrialización, un mundo que los franceses ya ven contenido en su totalidad en el Don Quijote de Cervantes. En París, la galería de pintura española, constituida por el rey Luis Felipe en el Louvre, también desempeña un papel importante.
Doré viaja a España en varias ocasiones, primero en 1855, en compañía de Théophile Gautier y del editor Paul Dalloz. En 1861, respondiendo a un encargo del diario Le Tour du monde de la Librería Hachette, regresa con el barón Jean Charles Davillier, hispanófilo experto, que realizará el relato de su periplo.
Doré acude sobre todo para preparar la ilustración del Quijote: «Voy pues a la patria de este ilustre hidalgo para estudiar todos los lugares que ha recorrido y llenado con sus hazañas y, realizar de este modo algo que tendrá su perfume local».
La novela de Cervantes es uno de los relatos más ilustrados de la literatura europea, pero Doré quiere superar a sus predecesores. Cuando se publicó en 1863, la obra fue el objeto de unánimes elogios, incluso por parte de Emile Zola: «A esto le llamamos ilustrar una obra: yo pretendo que es volverla a hacer. En lugar de una obra maestra, la mente humana ya cuenta con dos».
Religión y pathos
Doré abarca el arte religioso en la segunda mitad de la década de 1850, primero en la prensa ilustrada. Contemporánea de las polémicas provocadas por la Vida de Jesús de Ernest Renan en 1863, su monumental Santa Biblia ilustrada, publicada en 1866 marca un giro decisivo.
La «Biblia de Doré» va a marcar de forma duradera la renovación del arte religioso que afecta Europa, en el último tercio del siglo. Nunca en la historia de las representaciones cristianas se había ilustrado tanto e «imaginado» tanto la Biblia – aunque se corriera el riesgo de chocar algunas sensibilidades.
Así mismo, en cabeza del tomo primero, el retrato de Dios en pie encima de una nube creando el mundo, mostrado en la librería de Cassel en Londres, tendrá que ser retirado, frente a las protestas del público.
A la vez que multiplica las ideas y los puntos de vista inéditos, Doré hace referencia a los grandes clásicos del género. Trata de este modo el Calvario, en una serie de escenas, entre estas algunas inspiradas por los efectos de claroscuro de las aguafuertes de Rembrandt.
Mientras se está imprimiendo la Biblia, Doré tiene un cierto éxito en el Salón de 1865, gracias a un pequeño lienzo, El Ángel de Tobit, adquirido por el Estado para el museo del Luxemburgo, éxito que sin embargo no se volverá a repetir en los siguientes Salones. Doré sabe explotar, para su pintura de inspiración religiosa, el gusto orientalista, que gozaba entonces del favor del público, como en La Casa de Caifás (1875).
Los Mártires cristianos y El Calvario exploran temas que obsesionan la obra de un famoso colega contemporáneo con el que Doré no parece haberse relacionado, Jean-Léon Gérôme (1824-1904). Sin embargo, Doré no practica, como éste último, la elipsis narrativa y llena sus obras de ángeles evanescentes y de muchedumbres compactas».
Doré abarca el arte religioso en la segunda mitad de la década de 1850, primero en la prensa ilustrada. Contemporánea de las polémicas provocadas por la Vida de Jesús de Ernest Renan en 1863, su monumental Santa Biblia ilustrada, publicada en 1866 marca un giro decisivo.
La «Biblia de Doré» va a marcar de forma duradera la renovación del arte religioso que afecta Europa, en el último tercio del siglo. Nunca en la historia de las representaciones cristianas se había ilustrado tanto e «imaginado» tanto la Biblia – aunque se corriera el riesgo de chocar algunas sensibilidades.
La «Biblia de Doré» va a marcar de forma duradera la renovación del arte religioso que afecta Europa, en el último tercio del siglo. Nunca en la historia de las representaciones cristianas se había ilustrado tanto e «imaginado» tanto la Biblia – aunque se corriera el riesgo de chocar algunas sensibilidades.
Así mismo, en cabeza del tomo primero, el retrato de Dios en pie encima de una nube creando el mundo, mostrado en la librería de Cassel en Londres, tendrá que ser retirado, frente a las protestas del público.
A la vez que multiplica las ideas y los puntos de vista inéditos, Doré hace referencia a los grandes clásicos del género. Trata de este modo el Calvario, en una serie de escenas, entre estas algunas inspiradas por los efectos de claroscuro de las aguafuertes de Rembrandt.
Mientras se está imprimiendo la Biblia, Doré tiene un cierto éxito en el Salón de 1865, gracias a un pequeño lienzo, El Ángel de Tobit, adquirido por el Estado para el museo del Luxemburgo, éxito que sin embargo no se volverá a repetir en los siguientes Salones. Doré sabe explotar, para su pintura de inspiración religiosa, el gusto orientalista, que gozaba entonces del favor del público, como en La Casa de Caifás (1875).
Los Mártires cristianos y El Calvario exploran temas que obsesionan la obra de un famoso colega contemporáneo con el que Doré no parece haberse relacionado, Jean-Léon Gérôme (1824-1904). Sin embargo, Doré no practica, como éste último, la elipsis narrativa y llena sus obras de ángeles evanescentes y de muchedumbres compactas».
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El 6 de enero, Día de Reyes Magos, de 1832 nació en Estrasburgo uno de los más grandes ilustradores de todos los tiempos. Su arte enriqueció el universo de libros como 'Divina comedia', El Quijote y la Biblia
Gustave Doré nació en Estrasburgo el 6 de enero de 1832 y murió en París el 23 de enero de 1883. Es uno de los más grandes ilustradores de todos los tiempos cuyo arte acompaña obras como El Quijote o Divina Comedia. En WMagazín rendimos un pequeño homenaje reproduciendo algunos pasajes del texto con que en 1983 el Museo de Orsay, de París, conmemoró el centenario de su fallecimiento:
«Gustave Doré, contemporáneo exacto de Edouard Manet, sufrió, como éste último, el rechazo de la crítica de su época. Pero mientras que Manet se ha convertido en el héroe de la modernidad, Doré ha seguido siendo para muchos el más ilustre de los ilustradores: algunas ilustraciones para la Biblia o el Infierno de Dante son imágenes que se mantienen grabadas para siempre en nuestra memoria colectiva.
Al tener en vida y tras su muerte una difusión sin parangón en Europa y Estados Unidos, fue uno de los grandes comunicadores de la cultura europea, tanto por la ilustración de los grandes clásicos (Dante, Rabelais, Cervantes, La Fontaine, Milton…) como la obra de sus contemporáneos (Balzac, Gautier, Poe, Coleridge, Tennyson…).
Doré parece no haber tenido ningún límite creador: dibujante, caricaturista, ilustrador, acuarelista, pintor, escultor… se afirma de esta forma como un artista proteiforme que abarca los principales géneros y formatos de su época, desde la sátira hasta la religión, desde el croquis hasta los lienzos monumentales.
Desempeña no solo un protagonismo central en la cultura visual del siglo XIX, pero también, marca el imaginario del siglo XX y de comienzos del XXI, tanto para el cómic, del que está considerado como uno de los padres fundadores, como en el ámbito cinematográfico. Como ningún otro artista de su siglo, Doré, da a ver mediante el filtro de su «ojo visionario», todas técnicas reunidas, el rebosante y habitado espectáculo de los mundos poéticos, procedente de su imaginario, como una perpetua búsqueda de nuevas fronteras.
Gitanos, saltimbanquis, pitonisas… aparecen con frecuencia en la obra gráfica, pitada y esculpida de Doré. Éste comparte con su contemporáneo Daumier un interés sincero por el mundo feriante. Acróbata emérito, se disfraza ocasionalmente en Pierrot, durante veladas de disfraces. Tanto relatos biográficos como caricaturas, presentan a menudo al artista en exhibicionista.(…)
Divina comedia
En 1861, Doré se destaca en la escena artística parisina, ilustrando El Infierno de Dante y presenta, en el Salón, una pintura monumental que también tiene la misma inspiración, Dante y Virgilio. El tema de las visiones infernales interesó al artista a lo largo de toda su carrera, mientras que los temas entrecruzados del amor y de la muerte resurgen en diversas ocasiones: al morir el poeta Gérard de Nerval, en el momento de la guerra franco-prusiana de 1870, y tras fallecer su madre en 1879.
En torno al final de su vida, melancólico, a veces depresivo, abarca, en particular en el ámbito de la escultura, temas mórbidos o inquietantes. Doré acaba, así mismo, la ilustración del poema de Edgar A. Poe, El Cuervo, que pone en escena un escritor en duelo de la mujer amada. No verá la finalización de la obra, que se publica en Inglaterra y en Estados Unidos poco después de su muerte.
España y El Quijote
Del lado opuesto a Londres, España parece ser una tierra salvaje y pintoresca: gótica y morisca, nación católica poblada de bandoleros y mendigos… Son muchos los pintores y escritores franceses que acuden aquí, desde el comienzo del siglo XIX: Delacroix, Nanteuil, Hugo, Mérimée, Gautier, Dumas… Al exotismo de la inspiración se superpone la fascinación de un mundo anterior a la Revolución y a la industrialización, un mundo que los franceses ya ven contenido en su totalidad en el Don Quijote de Cervantes. En París, la galería de pintura española, constituida por el rey Luis Felipe en el Louvre, también desempeña un papel importante.
Doré viaja a España en varias ocasiones, primero en 1855, en compañía de Théophile Gautier y del editor Paul Dalloz. En 1861, respondiendo a un encargo del diario Le Tour du monde de la Librería Hachette, regresa con el barón Jean Charles Davillier, hispanófilo experto, que realizará el relato de su periplo.
Doré acude sobre todo para preparar la ilustración del Quijote: «Voy pues a la patria de este ilustre hidalgo para estudiar todos los lugares que ha recorrido y llenado con sus hazañas y, realizar de este modo algo que tendrá su perfume local».
La novela de Cervantes es uno de los relatos más ilustrados de la literatura europea, pero Doré quiere superar a sus predecesores. Cuando se publicó en 1863, la obra fue el objeto de unánimes elogios, incluso por parte de Emile Zola: «A esto le llamamos ilustrar una obra: yo pretendo que es volverla a hacer. En lugar de una obra maestra, la mente humana ya cuenta con dos».
Religión y pathos
Doré abarca el arte religioso en la segunda mitad de la década de 1850, primero en la prensa ilustrada. Contemporánea de las polémicas provocadas por la Vida de Jesús de Ernest Renan en 1863, su monumental Santa Biblia ilustrada, publicada en 1866 marca un giro decisivo.
La «Biblia de Doré» va a marcar de forma duradera la renovación del arte religioso que afecta Europa, en el último tercio del siglo. Nunca en la historia de las representaciones cristianas se había ilustrado tanto e «imaginado» tanto la Biblia – aunque se corriera el riesgo de chocar algunas sensibilidades.
La «Biblia de Doré» va a marcar de forma duradera la renovación del arte religioso que afecta Europa, en el último tercio del siglo. Nunca en la historia de las representaciones cristianas se había ilustrado tanto e «imaginado» tanto la Biblia – aunque se corriera el riesgo de chocar algunas sensibilidades.
Así mismo, en cabeza del tomo primero, el retrato de Dios en pie encima de una nube creando el mundo, mostrado en la librería de Cassel en Londres, tendrá que ser retirado, frente a las protestas del público.
A la vez que multiplica las ideas y los puntos de vista inéditos, Doré hace referencia a los grandes clásicos del género. Trata de este modo el Calvario, en una serie de escenas, entre estas algunas inspiradas por los efectos de claroscuro de las aguafuertes de Rembrandt.
Mientras se está imprimiendo la Biblia, Doré tiene un cierto éxito en el Salón de 1865, gracias a un pequeño lienzo, El Ángel de Tobit, adquirido por el Estado para el museo del Luxemburgo, éxito que sin embargo no se volverá a repetir en los siguientes Salones. Doré sabe explotar, para su pintura de inspiración religiosa, el gusto orientalista, que gozaba entonces del favor del público, como en La Casa de Caifás (1875).
Los Mártires cristianos y El Calvario exploran temas que obsesionan la obra de un famoso colega contemporáneo con el que Doré no parece haberse relacionado, Jean-Léon Gérôme (1824-1904). Sin embargo, Doré no practica, como éste último, la elipsis narrativa y llena sus obras de ángeles evanescentes y de muchedumbres compactas».
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