La problemática de la guerra civil según las ciencias sociales
Un estado de la cuestión
- 1 Este trabajo ha sido realizado gracias a las condiciones y ayudas proporcionadas por el proyecto « (...)
1Las discordias civiles han atraído la atención de los eruditos occidentales desde hace casi dos milenios y medio1. Tucídides fue testigo de la crisis interior o stasis (στάσις) que condujo al conflicto entre las ciudades griegas que se llamó guerra del Peloponeso (431-404 a. C.), interpretada por el estratega en clave de guerra doméstica. Desde la narración de los erga (acontecimientos) de este primer conflicto fratricida narrado en la historia occidental hasta la disección que hizo Thomas Hobbes de sus consecuencias genéricas (pasando por los comentarios sobre la Bellum Civile —entre conciudadanos— abordados por César en el siglo I a. C. o Apiano en el siglo II d. C.), la guerra civil fue adquiriendo su caracterización canónica de hecho injusto, anárquico, aleatorio y caótico: la bellum erga omnes (que el filósofo de Malmesbury relacionaba con su medrosa experiencia de la guerra civil inglesa de 1642-51) propia del «estado de naturaleza», contrapuesto a la paz social que debe ser garantizada con el monopolio del uso de la fuerza por parte del Estado.
I. — UN INTERÉS TEÓRICO DISCONTINUO Y SUBORDINADO
- 2 «Criteri storici del moderno concetto di rivoluzione», en R. Kosellek, Futuro passato, pp. 61-62.
- 3 Un buen ejemplo los tenemos en España en el empleo historiográfico conjunto de los términos «revol (...)
2Durante los siglos XVI a XVIII, las guerras intestinas donde se jugaba el predominio político, la herencia dinástica o la imposición religiosa fueron objeto de una valoración negativa que les asignaba el rango de calamidad pública por antonomasia. Los ilustrados franceses fueron separando los conceptos de revolución (valiosa en si misma, merced a su función a la vez civilizadora, racionalizadora y redentora) y guerra civil, que se siguió condenando a la luz de la lucha de facciones inspirada por el fanatismo religioso del siglo XVI2. Sin embargo, durante el periodo de conmociones múltiples que transcurrió de 1789 a 1858, el confuso entrelazamiento entre revolución, guerra civil y guerra interestatal permitió una relativización del fenómeno guerracivilista y su rehabilitación parcial como acto de ruptura repentina y saludable con el Antiguo Régimen3. Con todo, la guerra civil se siguió interpretando de forma dominante —al menos hasta la mitad del siglo XIX— como un flagelo y una regresión en el proceso de la civilización. La violencia contra miembros de una misma comunidad política era un hecho antinatural; de ahí la gran avalancha de consideraciones de familiarismo moral (con ejemplos señeros como la admonición de Abraham Lincoln sobre la house divided lanzada en junio de 1858 o el lamento y la execración ulterior de la «guerra fratricida») que describen el conflicto civil como una gran calamidad en función de la proximidad espacial y la fuerte implicación emocional entre verdugos y víctimas.
- 4 Véase sobre la Comuna de 1871 la obra clásica de K. Marx, La guerra civil en Francia.
- 5 P. Viola, «Rivoluzione e guerra civile», p. 22.
3Durante las décadas finales del siglo XIX y las iniciales del XX, la progresiva regulación de las guerras entre estados por la v ía del Derecho internacional relegó a las guerras civiles a la categoría de casos excepcionales en tanto que manifestaciones de conflicto político difícilmente regulables en normas de obligado cumplimiento. Pero el marxismo, sobre todo en su variante leninista, al preconizar la estrecha relación de necesidad entre guerra civil y revolución como fases secuenciales de la lucha entre burguesía y proletariado4, rehabilitó parcialmente el concepto y lo integró por primera vez en un programa coherente de explicación histórica del conflicto socioeconómico. La aparición de la Unión Soviética y de los nacionalismos extremistas con vocación totalizante durante el período de entreguerras ayudó a ocultar aún más los procesos de guerra civil en la maraña tejida por la revolución y/o la contrarrevolución que solían ser su precedente o corolario. La guerra civil entró a formar parte de estos esquemas, ubicada entre la técnica y los costes de la revolución, como situación límite creada por la tensión ideológica5.
- 6 C. Pavone, Una guerra civile y «La seconda guerra mondiale», p. 128.
- 7 H. M. Enzensberger, Perspectivas de guerra civil, p. 16.
4En la segunda posguerra mundial, los fascistas derrotados continuaron hablando de guerra civil para cultivar el equívoco de la equiparación entre los bandos en lucha6. En esos años de transformaciones radicales en la escena internacional aumentó la incidencia de las guerras civiles con la aparición de nuevos estados independientes fragilizados por la imposición de gobiernos débiles, la presencia de formaciones disidentes y la manipulación de las superpotencias. Durante la Guerra Fría, los historiadores, sociólogos y otros científicos sociales iniciaron el estudio sistemático del fenómeno de la guerra civil, pero durante casi medio siglo su análisis quedó subsumido y en parte escamoteado por la lógica de la política de bloques. El final del sistema bipolar dominante en la Guerra Fría desenmascaró algunas guerras revolucionarias y de liberación nacional que eran, pura y simplemente, guerras civiles7. El derrumbamiento del imperio soviético expuso a las guerras internas a la vista del mundo desarrollado, ya que la desaparición de las fuentes externas de legitimación y de financiamiento proporcionadas por las superpotencias dejó al desnudo la naturaleza doméstica de conflictos que se habían presentado como disputas entre ideologías globalizantes.
- 8 Según M. Kaldor, Las nuevas guerras, p. 23, al principio del siglo XX la proporción entre bajas ci (...)
- 9 J. D. Fearon y D. D. Laitin, «Ethnicity, Insurgency, and Civil War», pp. 75 y 77.
- 10 En marzo de 2000, el World Bank Research Department y la Princeton University’s Center for Interna (...)
5La guerra civil se ha ido convirtiendo en una preocupación central para los estudiosos de las relaciones internacionales porque desde fines del siglo XX se fue erigiendo en el modo más común de conflicto armado de alta intensidad. Según James Fearon y David Laitin, la importancia que adquirieron las guerras civiles en los años 90 no se debió al final de la Guerra Fría, sino que su nivel máximo de incidencia se alcanzó a mediados de la década anterior, y fue el resultado de la acumulación gradual de conflictos que se produjo tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Las guerras civiles sin intervención extranjera habían ido aumentando de forma irregular pero relevante desde los años 50. De las 195 guerras computadas entre 1945 y 1995, el 75% han sido guerras civiles, que han causado entre 16 y 35 millones de víctimas, y la proporción entre víctimas civiles y militares en estos conflictos se ha invertido espectacularmente8. Entre 1945-99 se desarrollaron 127 conflagraciones intestinas que costaron la vida como mínimo a mil personas en 75 estados diferentes, causando en total 16,2 millones de muertes, esto es, alrededor de cinco veces más que las guerras interestatales9. Mientras que las guerras internas han supuesto más del 80% de las guerras y de las muertes desde el final de la Segunda Guerra Mundial, esta preponderancia ha llegado a ser incluso más llamativa desde el final de la Guerra Fría: desde 1989 a 1996 ha habido noventa y seis conflictos armados, de los cuales solamente cinco han sido de carácter interestatal. El salto cualitativo en el análisis sistemático de los conflictos bélicos internos fue impulsado en buena medida por el interés mostrado por los economistas del Banco Mundial especializados en África en interpretar las guerras civiles de ese continente como un obstáculo mayor al desarrollo económico, por la virtual desaparición de guerras interestatales y por el resurgimiento del conflicto étnico en la posguerra fría, donde actúan la fragmentación y el antagonismo étnico, alentados desde el Estado o los grupos secesionistas10.
II. — UNA DEFINICIÓN PROBLEMÁTICA
- 11 B. F. Walter, «Civil Wars», p. 102.
- 12 «Introduction: Toward the Theoretical Study of Internal War», en H. Eckstein (ed.), Internal War, (...)
6La descripción de un enfrentamiento armado como guerra civil tiene indudables implicaciones políticas y simbólicas, ya que confiere o arrebata legitimidad a los bandos en conflicto. El empleo del término forma parte del mismo proceso de lucha; de ahí el uso deliberado por parte del gobierno de eufemismos como «conflicto», «disturbios» (troubles), «situación de emergencia», «estado de excepción», «proceso», etc., donde los rebeldes son definidos como bandidos e incluso como terroristas antes que como combatientes con derecho a acogerse al ius in bello. Las ciencias sociales coinciden en las características generales de las guerras civiles, entendidas como un proceso de violencia en gran escala que enfrenta a dos o más grupos dentro de un Estado reconocido que lucha por el control del gobierno o la extensión de su jurisdicción11. Pero para llegar a este consenso se tuvo que explorar previamente la capacidad heurística de otros conceptos. En los años 60 se prefería hablar de guerra interna, que Harry Eckstein definió como «todo intento de cambio, por la violencia o la amenaza de la violencia, de la política, titulares u organización de un gobierno»12. Era un término que se consideraba especialmente operativo, ya que al englobar a diferentes tipos de violencia (como la guerrilla, el terrorismo, las insurrecciones o los golpes de Estado), buscaba superar las limitaciones que se encontraban los especialistas en el estudio comparativo de los procesos revolucionarios. Sin embargo, la guerra interna ha sido una categoría analítica poco utilizada por los científicos sociales europeos, precisamente porque que engloba sin mayores distinciones un cúmulo muy diverso de situaciones violentas, que van desde las formas más sangrientas (guerras civiles, grandes revoluciones, genocidios) hasta modalidades violentas menos intensas y sistemáticas, como los golpes de Estado, los asesinatos políticos esporádicos, el terrorismo, las huelgas insurreccionales, los motines o los disturbios civiles.
- 13 El conjunto del proyecto puede consultarse en http://www.correlatesofwar.org/
- 14 J. D. Singer y M. Small, The Wages of War.
- 15 M. Small y J. D. Singer, Resort to Arms, pp. 210 y 214-215.
7La mayor parte de las investigaciones que se han emprendido en los últimos quince años han tendido a detectar, mediante el análisis multifactorial y la determinación de índices de recurrencia, las variables evaluables del fenómeno de la guerra civil basándose en el Correlates of War Project (COW), un repositorio de información estadística creado en 1963 por J. David Singer, politólogo de la Universidad de Michigan, para acumular conocimiento científico sistemático sobre las guerras desde la época de Napoleón, y que proporciona listas de conflictos con datos generales de los países afectados13. En esa línea tan característica de la sociología empírica anglosajona, David Singer y Melvin Small publicaron en 1972 la obra The Wages of War, que estableció una definición canónica de guerra civil que ha guiado la investigación de cientos de especialistas14. En su perspectiva, una guerra civil es «cualquier conflicto armado que implica: a) una acción militar interna en la metrópoli, b) una activa participación del gobierno nacional, y c) una resistencia efectiva por ambas partes», que se evalúa cuando el bando más fuerte sufre al menos el 5% de las bajas del lado más débil, lo que permite distinguir situaciones bélicas genuinas de las masacres, pogromos o purga15. La definición de Singer y Small se basa en cuatro premisas básicas: 1) uno de los agentes primarios debe ser el gobierno nacional que está en el poder cuando las hostilidades comienzan; 2) ambos bandos deben tener capacidad de infligir muerte al otro; 3) debe ocurrir algún tipo de acción militar significativa, lo que implica una tasa de letalidad de, al menos, mil muertes civiles o militares en batalla por año, y 4) la guerra debe ser interna al país, ocurrir dentro de las fronteras de un Estado, y sus antagonistas principales serán los ciudadanos del mismo. En suma, la diferencia principal entre la guerra civil (interna o intraestatal) y la guerra interestatal o extraestatal (colonial o imperial) es la internalidad de la guerra en el territorio de un Estado soberano y la participación del gobierno como una de las fuerzas combatientes. La guerra civil se distingue de otras formas de conflicto armado interno por el requisito de que la violencia estatal debe ser sostenida y recíproca, y por el hecho de que debe superar un cierto umbral de muertes, que se cifra en más de 1.000 anuales. Esta definición tan descriptiva incluiría las revoluciones (guerra para el control del aparato central del Estado, sin importar el grado de transformación social que se busque) y las guerras de la secesión, que requieren de un mínimo de violencia y de organización política, pero excluye manifestaciones menores de violencia como los motines, las huelgas, las demostraciones violentas y la violencia desorganizada y espontánea, que estaban integradas dentro del concepto de guerra interna.
- 16 M. R. Sarkees y J. D. Singer, «The Correlates of War Datasets»; J. D. Fearon y D. D. Laitin, «Ethn (...)
- 17 N. Sambanis, «What Is a Civil War?», p. 821.
8Una definición tan estricta conduce, ciertamente, a algunas incongruencias graves que derivan en importantes vacíos analíticos y no menos llamativas exclusiones. En el campo del análisis cuantitativo, los desacuerdos han girado en torno a la inclusión de cifras de víctimas absolutas o relativas (per capita), si son acumulativas en el tiempo o anuales, si las muertes incluyen únicamente las producidas en el campo de batalla o sólo las muertes civiles (o ambas), y cuál sería el criterio aceptable de distribución de víctimas entre los bandos en lucha. Para otros autores, el umbral acumulativo de muertes resulta más defendible que las cifras absolutas, si se combina con el criterio de una actividad militar sostenida por la duración del conflicto. En esa línea, Sarkees y Singer etiquetan como guerra civil cualquier conflicto que causa 25 muertes por año durante más de 40 años; Fearon y Laitin establecen el promedio de cien muertes al año16, y Sambanis propone que una guerra comienza en el año en que se cuentan de 100 a 500 muertes, y cuando se computan más de mil muertes en total a los tres años de su inicio. Además, se deberían establecer magnitudes relativas de muertes per capita17, y contar a los refugiados y desplazados internos como parte decisiva del coste humano de la guerra.
- 18 Ibid., p. 816.
9Otros problemas que presenta esta definición tienen que ver con la territorialidad y la identidad de los actores. Las guerras libradas entre una metrópoli colonial y sus territorios dependientes no son clasificadas por Singer y Small como guerras civiles, sino como una subcategoría de las guerras internacionales llamadas «extrasistémicas», a pesar de librarse enteramente dentro de las fronteras nacionales e implicar a naturales del país en ambos bandos. A veces es difícil distinguir entre las guerras civiles y las guerras extraestatales (periféricas al centro de gobierno, como las coloniales) o intraestatales (caso de la guerra rusa en Chechenia en los años 90), y determinar qué grado de organización se requiere de las partes para distinguir una guerra civil de la violencia unilateral desplegada por el Estado. Puesto que la violencia en una guerra civil acostumbra a ser intermitente, resulta difícil determinar cuándo una guerra termina o cuándo se inicia, y separarla de un período de politicidio, terrorismo u otra forma de violencia18. A veces es muy difícil (como fue el caso de Camboya durante la dominación de khmer rojo entre 1975 y 1978) separar las masacres del inicio o el fin de las guerras civiles.
- 19 Ch. Tilly, From Mobilization to Revolution, p. 192.
10Al emplearse como un elemento auxiliar del cálculo estadístico multifactorial antes que como un instrumento de análisis cualitativo, toda esta compleja casuística es en buena parte autoreferencial, y apenas entra a juzgar las causas del conflicto civil y sus más relevantes manifestaciones, como son la fragmentación del poder político o la contestación brutal y extensa al monopolio de la violencia por parte del Estado. Para Charles Tilly, el término «guerra civil» se aplica a cualquier conflicto que satisfaga los tres criterios siguientes: 1) algunos líderes influyentes deben sentirse preocupados por tener que vivir en la misma unidad política con sus enemigos actuales después de haber terminado la matanza, y esta preocupación debe ser lo bastante importante como para influenciar el tipo de acuerdo que los bandos rivales están dispuestos a aceptar; 2) debe desplegarse la violencia en gran escala, y 3) debe existir una situación de soberanía múltiple, definida por Tilly como la situación de la población en un área que obedece a más de una institución19. La guerra civil tiene lugar cuando dos o más organizaciones militares distintas, una de las cuales al menos está vinculada al gobierno previamente existente, luchan entre sí por el control de medios gubernamentales relevantes dentro de un régimen político determinado.
III. — DIFICULTADES DE CLASIFICACIÓN: ¿GUERRAS CIVILES «CLÁSICAS» Y «NUEVAS»?
11Una guerra civil puede clasificarse en función de los fines perseguidos por los combatientes, del tipo de estrategia militar que emplean, de las características formales de los bandos en lucha o del resultado del conflicto: la victoria, el acuerdo o el logro de importantes cambios políticos y sociales. De este modo, se pueden enumerar diversas modalidades de guerra civil: las guerras revolucionarias, las secesiones, los conflictos étnicos, la guerra de guerrillas, etc. Muchas de ellas se libran por medio de la guerra irregular antes que por medios más convencionales. Algunas guerras civiles mezclan la guerra irregular y la convencional (casos de Rusia, Irlanda, China o Vietnam), mientras que un número muy pequeño se lucha completa o predominantemente a través del combate convencional (casos de España o Estados Unidos). La guerra civil se origina en un contexto de grave enfrentamiento doméstico, que puede adquirir una impronta religiosa (como las guerras europeas entre católicos y protestantes de 1550 a 1649, o la guerra «cristera» que asoló México entre 1926 y 1929), político-ideológica (como la guerra civil inglesa de 1641 a 1651, la guerra de secesión norteamericana de 1861 a 1865 o la guerra civil española de 1936-1939), social (como las guerras campesinas alemanas del siglo XVI, la rebelión zapatista de 1911-1919 o la guerra civil rusa de 1918-1921), étnica (como la que sacudió a la ex-Yugoslavia entre 1991 y 1995) o de otro tipo, aunque las más cruentas y duraderas presentan un combinado muy diverso de fracturas internas. Éste es, por ejemplo, el caso de las guerras de liberación nacional, donde entran en juego componentes violentos de carácter patriótico (lucha contra el dominio extranjero), socioeconómico (conflictos de clase), político (lucha partidista por el control del Estado), cultural (reivindicación de la identidad autóctona y denuncia del proceso «civilizador» de la potencia colonial), etc.
- 20 Introducción a P. Waldmann y F. Reinares (comps.), Sociedades en guerra civil, pp. 14-15.
12Waldmann y Reinares distinguen las guerras que tienen como finalidad la caída del gobierno establecido y un cambio profundo en el orden socioeconómico (las guerras insurgentes por motivos revolucionarios o contrarrevolucionarios), las guerras de secesión, las guerras internacionales entre estados por posiciones hegemónicas y las guerras de descolonización, dirigidas a sustraer un territorio de la soberanía de una metrópoli20. A veces se manifiestan unidas distintas expresiones de conflictividad violenta (guerrilla, terrorismo, represión estatal, «vigilantismo») sin que se pueda hablar de guerra civil según los criterios formalistas de la duración o el número de víctimas. Para ser merecedor de tal etiqueta, es preciso que el conflicto adquiera una alta intensidad, pero ¿cómo se mide la intensidad del conflicto? ¿Por la duración temporal, el grado de control del territorio, el nivel de movilización de los contendientes o el número de víctimas? Waldmann asevera que no existe un solo prototipo de guerra civil, y apuesta por una definición abierta y no dogmática del término, vinculándolo con otros conflictos violentos, como la guerra insurreccional, la guerrilla o el terrorismo.
13Si las guerras civiles son una variante específica del fenómeno general de la guerra, ¿existe un modelo «clásico» de guerra civil? Si las guerras civiles modernas aparecen vinculadas al ascenso y expansión mundial del Estado nacional como principio reconocido de ordenación del espacio político, los casos de Estados Unidos en 1861-65 o de España en 1833-40, 1872-76 y 1936-39 se presentarían como las guerras fratricidas por antonomasia, al mostrar un diseño bélico muy próximo al de la guerra internacional: dos Estados, dos sociedades, dos ejércitos regulares y un territorio nacional común que representa el escenario bélico. La guerra civil es, pues, la culminación de la estrategia subversiva del «doble poder», que precisa de varios elementos para configurarse: la existencia de minorías organizadas que preparen la situación bélica con disturbios y elaboren una ideología de la rebeldía y de la justificación de la violencia; la constitución de un instrumento complejo y poderoso de coerción (por ejemplo, una milicia o un ejército revolucionario) que esté en condiciones de competir en pie de igualdad con los mecanismos represivos del régimen, y el establecimiento en parte del territorio de un verdadero contrapoder alternativo que cuente con un apoyo popular, institucional e internacional equiparables al del gobierno instituido. En suma, la guerra civil «clásica» puede darse por iniciada cuando los rebeldes obtienen de facto el control sobre una parte del territorio, y organizan un gobierno, un aparato militar y una burocracia, es decir, un Estado paralelo. Por contra, los «paraestados» (mafias, milicias, órdenes, sectas) nunca podrían orquestar una guerra civil de estas características, ya que no controlan efectivamente ningún tipo de territorio, que es la facultad esencial de la soberanía y del derecho de beligerancia según el ordenamiento legal internacional.
- 21 L. Balcells y S. N. Kalyvas, «Warfare in Civil Wars», p. 2.
- 22 S. N. Kalyvas, «Civil Wars», p. 428.
14Pero la experiencia histórica de los conflictos internos sitúa a estos ejemplos de guerra civil «clásica» o «convencional» como una excepción a la falta absoluta de regla. Una observación empírica común en la moderna literatura sobre las guerras civiles es que la mayor parte de ellas son libradas con medios de guerra irregular (guerrilla) más que con los recursos de la guerra convencional. Si asumimos la diferenciación establecida por Balcells y Kalyvas entre guerras civiles convencionales (las combatidas por agentes armados igualmente poderosos), guerras irregulares (las libradas por actores armados caracterizados por una asimetría extensa de poder) y guerras simétricas no convencionales (las libradas por actores igualmente débiles21), se podría formular la siguiente conjetura: la guerra civil convencional emerge o bien de los golpes militares fallidos (caso de España en 1936) o de las tentativas de secesión en Estados federales o cuasifederales (caso de los Estados Unidos en 1861); la guerra civil irregular brota de insurrecciones rurales periféricas (que pueden ser o no intentos secesionistas), y la guerra simétrica no convencional ocurre en las guerras civiles «primitivas» o «criminales» que acompañan a procesos de implosión del Estado, como en Líbano en 1975-1990 o Liberia en 1987-200322. El primer tipo de conflicto civil exhibe líneas de frente definidas, ejércitos desplegados regularmente y batallas formalizadas; el segundo implica un conflicto entre un ejército regular y otro irregular en ausencia de líneas de demarcación, y el tercer tipo está caracterizado por agentes irregulares en ambos lados y la presencia de vagas líneas de separación.
- 23 Introducción a P. Waldmann y F. Reinares (comps.), Sociedades en guerra civil, p. 17.
- 24 M. Van Creveld, The Transformations of War, pp. 2-20, 57-64 y 123-130.
15Constatando toda esta compleja realidad, autores como Reinares y Waldmann proponen un tratamiento más flexible del fenómeno guerracivilista, en la medida en que se han ido desdibujando sus contornos en las últimas décadas, al adoptar cualidades pre o extraestatales al hilo del declive de la idea del Estado nacional como principio universalmente aceptado de ordenamiento jurídico y político23. Las actuales low intensity wars se dan cuando la lucha armada no está supeditada a la razón de Estado, ahora casi irreconocible o virtualmente inexistente, sino a otros fines —materiales, religiosos, étnicos—, donde los militares dictan la lógica bélica a los políticos, y en la que los bandos en lucha priorizan el saqueo y la extorsión de la población civil fuera de las normas internacionales sobre conducta de guerra; todo lo cual no parece ajustarse al modelo histórico de guerra civil «convencional»24.
- 25 M. Kaldor, Las nuevas guerras, pp. 15-16.
- 26 Ibid., p. 142.
- 27 D. Keen, «When war itself is privatized».
- 28 M. Ignatieff, El honor del guerrero, p. 11.
- 29 M. Shaw, «War and Globality».
16Con estos precedentes, durante los años 80 y 90 del siglo XX se desarrolló un nuevo tipo de violencia organizada, especialmente en África y Europa del Este, calificada de «nueva guerra», que implicaba un desdibujamiento de las características de la guerra convencional entre Estados o entes políticos organizados, y la presencia del crimen organizado y de violaciones a gran escala de los derechos humanos25. Según Mary Kaldor, «las nuevas guerras tienen objetivos políticos. La meta es la movilización política basada en la identidad. La estrategia militar para lograrlo es el desplazamiento de la población y la desestabilización, con el fin de deshacerse de aquellos cuya identidad es distinta y fomentar el odio y el miedo»26. Otros autores designan a este fenómeno con el nombre de guerras privatizadas e informales27, guerras «posmodernas»28 o guerras «degeneradas», en un intento de mostrar su continuidad con el carácter genocida de las guerras totales del siglo XX29. Estas consideraciones nos conducen a presumir que no existe un solo arquetipo de guerra civil, ni en su origen, ni en su desarrollo ni en sus objetivos, aunque la mayor parte se debe a fracturas de la identidad nacional (de tipo étnico, cultural, religioso, nacionalista, etc.), a la pérdida grave de legitimidad del sistema político o al desmoronamiento del Estado.
IV. — SOBRE EL ORIGEN, DURACIÓN Y RECURRENCIA DE LAS GUERRAS CIVILES
- 30 S. R. David, «Internal War», p. 556.
- 31 Este dilema se basa en el comportamiento previsible en situaciones competitivas de alto riesgo: cu (...)
17Con el final de la Guerra Fría apareció en el seno de la teoría de las relaciones internacionales una nueva literatura que echó mano del neo-realismo para hacer comprensible los procesos de guerra interna30. Los autores adscritos a este paradigma destacan que, como en la escena internacional, la anarquía y la incapacidad de imponer el orden (el colapso de la autoridad y el aumento de las suspicacias entre actores que interpretan el reforzamiento de la seguridad del otro como amenaza bajo la premisas del «dilema de la seguridad»31) son las causas eminentes de las guerras civiles, que acostumbran a presentarse en comunidades donde las instituciones políticas son incapaces de refrenar a una minoría con predisposición a la violencia ni pueden hacer cumplir las preferencias de la mayoría por la paz. Los antagonismos étnicos ayudan a alimentar el conflicto, pero no habrían conducido a la guerra sin el derrumbamiento de la autoridad central.
- 32 S. R. David, «Internal War», p. 571.
18Las explicaciones y predicciones procedentes del neo-realismo parten de la asunción de que la anarquía a nivel doméstico es equivalente a la anarquía en la escena internacional. Por otra parte, el mayor número guerras internas han ocurrido donde los gobiernos continúan ejerciendo un cierto grado de control; es decir, no tienen lugar en el ambiente de anarquía vaticinado por el neo-realismo, como lo demuestran los casos de Rusia, o Yugoslavia. Los conflictos domésticos se suelen originar cuando gobiernos poderosos tratan de destruir a los presuntos insurgentes y a los insurgentes que desafían al gobierno. La recomendación neo-realista de que los estados establezcan gobiernos fuertes para disuadir del empleo de la guerra interna por los grupos disidentes no toma en consideración el hecho de que el mismo el acto de crear una autoridad central potente requiere a menudo del empleo de la guerra, que es especialmente probable en los países que comienzan el proceso de construcción del Estado32.
- 33 P. Collier y A. Hoeffler, «Greed and Grievance in Civil Wars»; J. D. Fearon y D. D. Laitin, «Ethni (...)
- 34 M. Van Creveld, The Transformations of War, pp. 155-156.
19Las teorías económicas de Paul Collier y Anke Hoeffler y de James Fearon y David Laitin han dirigido su interés a la cuestión de las causas de las guerras civiles33. Los trabajos firmados por estos autores aseveran que este tipo de conflictos no son motivados por los problemas económicos, la división étnica o los agravios políticos, sino por la estructura de oportunidades para la organización de la rebelión o la insurrección. Collier y Hoeffler contemplan la guerra civil como el resultado de un cálculo de utilidades: dados sus agravios, los rebeldes potenciales evalúan las ganancias previstas en la guerra, y las comparan con las pérdidas previstas, que incluyen el coste de oportunidad del trabajo del rebelde y de la interrupción a la actividad económica productiva causada por la guerra. Sostienen que las guerras civiles están motivadas por la codicia (greed), o deseo de ganancia económica privada, y por los agravios (grievances) que se pueden generar entre la población cuando un régimen político incrementa las divisiones, dificulta la articulación pacífica de las demandas sociales y permite la proliferación de grupos en conflicto. Para Collier y Hoeffler, la exposición de agravios es simple retórica empleada para legitimar la decisión tomada por una persona de implicarse en la apropiación de bienes por la violencia antes que en la producción de los mismos. La causa instrumental de la guerra civil es la disponibilidad del botín, combinada con la oportunidad de organizar una insurrección. Pero, como señala Martin Van Creveld, la guerra es una prueba de que los hombres no son egoístas, ya que ningún cálculo utilitario e individualista puede justificar el hecho de arriesgarse a morir34.
- 35 S. N. Kalyvas y M. A. Kocher, «How “Free” Is Free Riding in Civil Wars?», p. 179.
20El paradigma de la acción colectiva, al que se adscriben estos estudios, ha sido dominante en los análisis de las motivaciones de la guerra civil, porque los especialistas han tendido a sobreestimar los riesgos para los combatientes rebeldes y a subestimar los riesgos afrontados por los no participantes. Kalyvas y Kocher se preguntan por qué el alto riesgo individual no disuade de la participación en la rebelión, y señalan que en las dinámicas insurgentes los no combatientes también incrementan su riesgo relativo. Cuando el free riding es casi tan costoso como la participación en la lucha, los rebeldes no se enfrentan a un problema de acción colectiva reclutando a seguidores, ya que el riesgo individual de participación se acerca al de la no participación35. Más que a establecer una dicotomía entre la codicia y el agravio, Kalyvas señala a la interacción entre las identidades políticas y privadas y las acciones coactivas como los elementos determinantes del comportamiento individual en este tipo de situaciones límite. Las guerras civiles son no conflictos duales, sino procesos complejos y ambiguos que fomentan la acción en común de actores locales y supralocales, civiles y ejércitos, cuya alianza da lugar a violencias de muy diverso tipo.
- 36 J. D. Fearon y D. D. Laitin, «Ethnicity, Insurgency, and Civil War», p. 84.
21Fearon y Laitin consideran el desarrollo económico como elemento esencial para calibrar el coste de oportunidad para la rebelión y el nivel de capacidad relativa del Estado. Tras evaluar los datos de 127 guerras civiles desarrolladas entre 1945 y 1999, estos autores confirmaron la relación directa con el riesgo de guerra civil que tenían factores como la baja renta per capita, el aumento de la población total, el terreno montañoso, la exportación de materias primas como el petróleo, la presencia de un Estado constituido recientemente y la inestabilidad de las formas de gobierno36. También señalaron que la guerra civil tendía a ocurrir cuando los costes de oportunidad económicos eran bajos, y que la carencia de democracia o la fragmentación étnica eran correlatos no significativos de este tipo de conflictos internos.
- 37 H. Hegre, T. Ellingsen, S. Gates y N. P. Gleditsch, «Toward a Democratic Civil Peace?»; E. N. Mull (...)
22Parece que los estados más desarrollados, maduros y escasamente militarizados muestran una menor predisposición a la guerra civil. Por contra, no hay relación entre la diversidad cultural de un Estado y su tendencia a sufrir una guerra civil, pero sí en caso de que haya polarización religiosa, lingüística o racial. Los estados democráticos o muy autoritarios no tienden a experimentar guerras civiles, pero sí las sufren los países en proceso de democratización. Los regímenes sometidos a fuertes cambios están más predispuestos a la guerra civil que los regímenes estables de naturaleza democrática o autoritaria, incluso cuando han tenido tiempo de estabilizarse tras ese período transitorio. A largo plazo, la democracia consolidada y luego la autocracia estable son los regímenes menos vulnerables a las guerras civiles37.
- 38 N. Sambanis, «What Is a Civil War?», pp. 855-856.
- 39 P. Collier y A. Hoeffler, «On Economic Causes of Civil War».
23Una de los grandes debates planteados sobre la etiología de las guerras civiles es la incidencia de la heterogeneidad étnica. En la aplicación de los resultados de su estudio sobre la recurrencia y duración de las guerras civiles en África de 1960-92, Collier y Hoeffler ratificaron que la relación entre las guerras civiles y la diversidad étnica no era directa: las sociedades altamente fragmentadas no tienen mayor riesgo de experimentar una guerra civil que las homogéneas38. La relación entre el riesgo de guerra y el fraccionamiento étnico no es directa: hay mayor amenaza de guerra en sociedades étnicamente polarizadas que en sociedades étnicamente más homogéneas o diversas39.
- 40 P. Collier y N. Sambanis, «Understading Civil War», p. 5.
24Es una regularidad empírica que el riesgo de repetición de la guerra en sociedades de posguerra es más alto que el riesgo del inicio de una nueva guerra en países que no tienen una historia previa de enfrentamientos fratricidas. Las guerras civiles generan una «trampa del conflicto»: el odio y otros recursos cumulados durante la guerra hacen más probable el desencadenamiento de enfrentamientos en el futuro40.
25Los análisis estadísticos multivariantes demuestran que la duración de los conflictos civiles está relacionada sistemáticamente con las condiciones estructurales que prevalecen antes de los mismos, y con las circunstancias que se producen durante su transcurso. Las características estructurales dominantes que alargan el conflicto son la baja renta per capita, la alta desigualdad y un grado moderado de división étnica, aunque para algunos autores las rebeliones socialmente diversas suelen ser más breves por las dificultades de movilización y organización de los bandos contendientes. Las guerras civiles producto de tentativas del golpe y revoluciones populares son generalmente bastante breves. Las guerras civiles que implican la secesión de una región no contigua a la capital del Estado también suelen cortas, aunque algo menos que la primera categoría. Las guerras civiles que presentan como beligerante a una guerrilla rural que opera cerca de las fronteras del Estado tienen, con algunas excepciones interesantes, muchas más dificultades para terminar. Las guerras sobre territorios discontinuos tienden a ser relativamente breves (guerras anticoloniales), y las guerras protagonizadas por minorías étnicas situadas en la periferia del Estado tienden a durar más que la media de los conflictos civiles.
V. — LAS DINÁMICAS DE LA VIOLENCIA EN LAS GUERRAS CIVILES
26La investigación reciente sobre la guerra civil se está desarrollando con relativa rapidez, pero sus indagaciones se dirigen en primer término a buscar los determinantes del estallido, duración y terminación de estos conflictos y a sus efectos, antes que a indagar sobre el desarrollo de la guerra en si misma. Un elemento esencial de los conflictos civiles es la intensidad, extensión y complejidad de la violencia desplegada por los diferentes actores.
- 41 N. Sambanis, «Using Case Studies to Expand Economic Models of Civil War», p. 268.
- 42 S. N. Kalyvas, «The Urban Bias in Research on Civil Wars», p. 27.
27Hay una cierta discusión sobre si la guerra civil es un fenómeno independiente o una simple muestra o etapa del fenómeno más amplio de la violencia política. No cabe duda de que, para muchos países atrapados en la trampa de un conflicto, la guerra civil es una fase en un ciclo más amplio de violencia41. La guerra civil suele convivir con otros tipos de violencia extensiva, como el terrorismo a gran escala, la guerra de guerrillas, el golpe de Estado o la insurrección. Kalyvas propone una visión más instrumental que culturalista, y sugiere que incluso las formas extremas de agresión tienen un uso estratégico42. La producción, dinámica e intensidad de violencia dependen de la intersección entre los incentivos (previo cálculo de costes y beneficios) de los grupos armados y la predisposición de los civiles a colaborar también en un marco de cálculo racional, que puede variar en función de variables como la incertidumbre respecto a los comportamientos del adversario real o potencial y la polarización sociopolítica (a más polarización, mayor violencia). Estos dos factores (incertidumbre y equilibrio de fuerzas) están en realidad en la base de todo tipo de violencia política.
- 43 Id., «The Paradox of Terrorism in Civil Wars», p. 101.
28Hay una extensa evidencia empírica que sugiere que la violencia indiscriminada aplicada en las guerras civiles está informada por la lógica del terrorismo, que se usa para la eliminación y la disuasión —léase intimidación— del adversario real o potencial. La violencia es selectiva o discriminante cuando los individuos son señalados con base a una información personalizada sobre sus acciones, y es indiscriminada cuando los individuos son señalados sólo en base a su calidad de miembros de un grupo percibido como vinculado a la oposición, independientemente de sus acciones individuales43. Dado un equilibrio de poder entre los actores en conflicto, la violencia indiscriminada es más probable en épocas tempranas que en las últimas etapas del conflicto.
- 44 Ch. Tilly, From Mobilization to Revolution, p. 198.
- 45 «Introduction» a J.-C. Martin (dir.), La guerre civile, entre histoire et mémoire, p. 12.
- 46 M. Kaldor, Las nuevas guerras, p. 62.
- 47 S. P. Huntington, «Patterns of Violence in World Politics», p. 21.
29La guerra civil es un tipo de violencia total entre segmentos de una misma población, que persigue como objetivo prioritario el aniquilamiento o sometimiento sin condiciones del adversario, el derrocamiento del régimen imperante o la disolución de un Estado44. Los contrincantes en las guerras civiles se aprovechan de la desaparición del control estatal para adoptar comportamientos excepcionalmente violentos, que transforman al contrincante más próximo en enemigo deshumanizado sobre el cual se ejerce el poder por excelencia de vida o muerte45. A mayor homogeneidad social, mayor necesidad de separar a los grupos enfrentados a través del fomento del odio y la violencia. Como señalaba a Kaldor un liberal independiente yugoslavo: «La guerra tenia que ser muy sangrienta, porque los lazos que nos unían eran muy fuertes»46. En todo caso, la guerra civil se «totaliza» al involucrar violencia, cultura, política y economía en el control o eventual exterminio de la población, convertido en objetivo estratégico de tipo militar. Como advierte Huntington, «la guerra insurreccional es casi siempre total. Ningún bando busca reconocer la legitimidad del otro, o las negociaciones y acuerdos que implican ese reconocimiento. Los armisticios y los tratados de paz son posibles entre gobiernos, pero raramente entre gobiernos y anti-gobiernos»47.
- 48 S. N. Kalyvas, The Logic of Violence in Civil War, p. 13.
30Kalyvas se centra en la violencia cometida intencionalmente contra los no combatientes, y para ello realiza un estudio sistemático al nivel micro. Separa la violencia en las guerras civiles del conflicto en sí mismo y establece una teoría micofundacional de la violencia indiscriminada y selectiva. Las interacciones están informadas de las demandas de la guerra irregular, la lógica de la información simétrica y las dinámicas de rivalidades locales. Los actores políticos tratan de asumir el control (soberanía) tratando de obtener control popular (o colaboración) y disuadiendo de la colaboración con el enemigo (defección). A medida que el conflicto madura, el control esta cada vez más vinculado a la colaboración, porque los actores combatientes que ocupan importantes porciones de territorio deben proteger a los civiles. El control territorial requiere de la colaboración de los civiles, que maximizan los beneficios sujetos a requerimientos de supervivencia: se colabora con el actor político que mejor garantice su supervivencia, pero la colaboración es más incierta en áreas de soberanía fragmentada donde ambos actores están presentes, porque emplearán la violencia para consolidar su control. La violencia selectiva requiere de la obtención de información privada, que está asimétricamente distribuida entre los actores políticos y los civiles, y es el resultado de transacciones entre los actores políticos y los individuos. Los individuos sólo denunciarán en circunstancias de seguridad, cuando sus víctimas no tengan acceso al otro actor rival (esto es, a hacer contradenuncias), y con el objeto de alcanzar todo tipo de beneficios. La predicción es que la violencia tiene a ocurrir donde un actor armado es casi hegemónico, no donde un actor tiene el pleno control o donde está siendo desafiado. La violencia tiende a aparecer donde la solicitud de información se encuentra con la disposición individual a proporcionarla48.
- 49 Id., «“Nuevas” y “viejas” guerras civiles», p. 37.
- 50 Id., «Ethnic Defection in Civil War», p. 1.063.
31En la guerra civil no se reconoce a los no beligerantes ni se tolera la neutralidad, pero siempre hay una extensa zona gris de personas renuentes a la lucha. La investigación de nivel macrosocial ha tendido a asumir que la interacción estratégica entre los agentes rivales, y entre éstos y la población, influye poco en la evolución de la guerra. Se asegura que, una vez que una guerra ha estallado, nada cambia en términos de las preferencias la población. Para Kalyvas, tales asunciones son incorrectas: muchos individuos se incorporan la guerra bastante después de que haya comenzado, empujados por los incentivos y por los apremios que son producto de la guerra y el resultado de las estrategias innovadoras y adaptativas ideadas por los agentes rivales en el curso del conflicto. Kalyvas señala que las guerras civiles están informadas por divisiones sociales fluidas, cambiantes y a menudo locales marcadas por las motivaciones personales antes que por los grandes discursos ideológicos impersonales49. Las lealtades individuales son maleables, probablemente porque las cualidades ideológicas son más fáciles de adquirir que las étnicas. Ni las organizaciones ni las preferencias se dan de antemano ni son fijas durante de la guerra. El cambio es sinónimo de guerra50.
- 51 N. Sambanis, «Using Case Studies to Expand Economic Models of Civil War», p. 272.
- 52 Ibid., p. 259.
32Con todo ello se quiere destacar que las razones individuales o el contexto en que se mueven los pequeños grupos locales resultan esenciales para entender la dinámica de la violencia en las guerras civiles. Para entender la interacción entre el nivel micro y el nivel macro en la explicación de las guerras civiles, debemos primero establecer y medir las diferencias entre las diferentes las formas de violencia política e identificar la «ontología» de este fenómeno, que no es especial, sino una fase en un ciclo de violencia51. Si no logramos comprender por qué estallan guerras civiles en vez de otras formas organizadas de violencia política, no comprenderemos la naturaleza misma de la guerra civil52.
VI. — ALTERNATIVAS DE RESOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS CIVILES: LAS INTERVENCIONES EXTERIORES Y LOS PROBLEMAS DE LA PACIFICACIÓN
- 53 B. Dunér, Military Intervention in Civil Wars, p. 62.
- 54 E. M. Forman, «Civil War as a Source of International Violence», p. 1.118.
33La guerra civil reduce de forma significativa la soberanía e impenetrabilidad de los estados, haciéndolos vulnerables a intromisiones externas de carácter belicista o pacificador. La prolongación o intensificación de las guerras civiles acentúan el riesgo de intervención externa y unilateral de los gobiernos extranjeros, que pueden verse tentados de ayudar militar, y/o económicamente a alguno de los bandos en lucha. El COW Project estimaba que el 20% de las guerras civiles que han estallado desde 1816 experimentaron intervenciones militares de otros países, y para el período de la segunda posguerra mundial el porcentaje se ha elevado al 25%53. Se pueden distinguir tres tipos de intervención: la unilateral (implicación de un Estado en los asuntos de otro, como la intervención armada de los Estados Unidos en República Dominicana en 1965), la multilateral cooperativa (o al menos no competitiva entre potencias, como la intervención aliada en Murmansk y Ankangelsk contra los bolcheviques en el verano de 1918) y la competitiva (conflicto entre poderes rivales, para tratar de conservar o revisar el sistema internacional afectado por el Estado sometido a una guerra civil, como la intervención de ingleses y rusos en la guerra civil griega o la de nazis y soviéticos en la española54). En otros casos, la intervención se dirige a limitar la posibilidad de una deriva bélica internacional de conflicto, como pretendió el Comité de No Intervención establecido en Londres en septiembre de 1936 para evitar la intervención extranjera en la guerra civil española, es decir, el desencadenamiento de una intervención competitiva que derivase en una guerra mundial.
- 55 Ibid., p. 1.112.
34Los gobiernos extranjeros intervienen en las guerras civiles porque este tipo de conflictos les brinda oportunidades alterar o incluso destruir completamente las configuraciones de poder y conflicto existentes dentro del sistema internacional55. La confrontación internacional es susceptible de generar o enconar una guerra civil, pero es difícil mostrar el camino contrario, esto es, procesos de hostilidad internacional cuyo origen inmediato o fundamental haya sido una guerra civil.
- 56 H.-W. Krumwiede, «Posibilidades de pacificación de las guerras civiles», p. 109.
- 57 R. Licklider, «The Consequences of Negotiated Settlements in Civil Wars», p. 681; B. F. Walter, «T (...)
35Se entiende por pacificación de las guerras civiles no sólo su finalización, materializada en el cese de las hostilidades, sino sobre todo un acuerdo sobre las estructuras y los principios de un régimen de paz, que incluya las normas para el arreglo pacífico del conflicto que motivó el enfrentamiento armado56. Los datos históricos sugieren que muchas guerras civiles han finalizado con victorias militares, pero que los acuerdos negociados han sido fenómenos bastante regulares, si bien mucho menos frecuentes que los acuerdos negociados para las guerras internacionales: entre 1940 y 1990 sólo un 20% de las guerras civiles fueron resueltas a través de negociaciones, en comparación con el 55% de las guerras interestatales57. Las guerras civiles han acostumbrado a terminar con el exterminio, la expulsión o la capitulación del bando perdedor antes que en una mesa de negociaciones.
- 58 D. Mason y P. Fett, «How Civil Wars End».
36Las posibilidades de negociación se pueden evaluar según criterios económicos de evaluación de costes y beneficios para lograr la victoria o aceptar un acuerdo negociado. La duración y la magnitud de las guerras afectan al desarrollo de las negociaciones, y un empate militar influye para que esas negociaciones tengan éxito. Si otras naciones intervienen militarmente en favor de un bando, la probabilidad de un acuerdo negociado disminuye. Por último, la probabilidad de un acuerdo negociado suele ser mayor en conflictos separatistas que en guerras revolucionarias, y menor en las revoluciones basadas en criterios étnicos58.
37Toda hipótesis sobre los costes y los beneficios para la terminación de las guerras debe tener en cuenta el ya aludido «dilema de la seguridad»: los combatientes en una guerra civil no son proclives a negociar porque piensan que ello les conduce a debilitar sus defensas, haciéndoles más vulnerables frente a un Estado no neutral ni legitimado para impulsar la paz. En este tipo de trances, los actores tienden a luchar hasta el final, a menos que un poder exterior garantice un tratado de paz. Sólo cuando un poder externo garantiza los términos del acuerdo, se infunde a los beligerantes la confianza imprescindible para la desmovilización, el desarme y la eventual integración en la nueva comunidad política.
VII. — CONCLUSIONES
- 59 S. N. Kalyvas, The Logic of Violence in Civil War, p. 389.
38El estudio sistemático de las guerras civiles apenas acaba de dar sus primeros pasos. El interés de la ciencia social por este tipo de fenómenos se incrementó notablemente con la oleada de conflictos étnicos que estallaron en las últimas décadas del siglo XX, de modo que los análisis pecan inevitablemente de un excesivo presentismo, centrados en estudios de caso típicamente descriptivos, y centrados en dinámicas descritas a un nivel macrosocial. Aunque el COW Project gestiona un importante despliegue de datos que a veces arrancan de 1816, no ha sido nada frecuente la comparación de los conflictos fratricidas de la historia reciente con los casos más «clásicos» o «convencionales» de la modernidad tardía, la primera contemporaneidad o el período de entreguerras. Por otro lado, la búsqueda de variables correlacionales al riesgo, duración, prevalencia o recurrencia de las guerras civiles no tiene un gran alcance heurístico: pueden advertir de las situaciones objetivas de riesgo (eso es lo que interesa a instituciones internacionales como el Banco Mundial), pero no dan cuenta de los factores desencadenantes del conflicto, que son fruto de la opción deliberada de los actores y de una serie de imponderables estratégicos de orden coyuntural. Además, como observa Kalyvas, estas teorías no nos dicen nada acerca de la violencia como factor intrínseco de la guerra civil, y la tratan como una manifestación automática de la misma59. Nadie puede, pues, predecir el estallido de una guerra, y contra ese paradigma estructuralista de su inevitabilidad se han erigido estudios parciales que han analizado de forma preferente las razones de los actores y la estructura de oportunidades políticas. Sin embargo, la concentración en los móviles egoístas y en los agravios individuales y colectivos (greed and grievances) en el primer caso, y en la mayor o menor apertura y capacidad del Estado en el segundo, desembocan en una visión de la guerra civil demasiado estática y dual.
39Como todo proceso de conflicto, en este caso de grado máximo en organización, fines y movilización de recursos (coactivos o no), las guerras civiles deben estudiarse de modo dinámico, y por esa vía van las investigaciones de autores como Kalyvas, que opina que las guerras civiles son esencialmente procesos «endógenos», donde las preferencias, las estrategias, los valores, y las identidades colectivas e individuales se forman y se reforman continuamente, mientras que la guerra en sí misma añade todo tipo de fracturas, desde la más ideológica a la más local.
- 60 Introducción a P. Waldmann y F. Reinares (comps.), Sociedades en guerra civil, pp. 12-13
- 61 S. N. Kalyvas, «The Ontology of Political Violence», p. 476.
40No existe un consenso académico sobre la naturaleza última de la guerra civil: ¿es un conflicto en si o la manifestación de conflicto a través de la violencia desbocada y de alta intensidad? En nuestra opinión, la esencia de la naturaleza histórico-política de la guerra civil no radica en sus manifestaciones violentas —por lo demás, enormemente heterogéneas—, sino en su carácter de conflicto político en gran escala, de lucha en máximo grado para conservar o conquistar el poder de un Estado. En definitiva, como arquetipo máximo de conflicto violento instalado en el seno de una comunidad política, la guerra civil ha de ser analizada como una estrategia de alto coste dirigida a obtener resultados máximos, se llamen éstos conquista del poder, revolución, contrarrevolución o eliminación del adversario. Waldmann y Reinares señalan que basarse en un concepto demasiado estrecho y dogmático de guerra civil carece de todo sentido60. En efecto, las guerras civiles tienen orígenes, formas y desarrollos múltiples, que deben ser evaluados convenientemente. La ambigüedad es y será el rasgo definitorio de las guerras civiles61.
NOTAS
1 Este trabajo ha sido realizado gracias a las condiciones y ayudas proporcionadas por el proyecto «La España del Frente Popular: políticas unitarias, conflictividad sociolaboral y orden público en la crisis de la primavera de 1936» (Ref. HAR2008-00066/HIST), financiado por Ministerio de Ciencia e Innovación.
2 «Criteri storici del moderno concetto di rivoluzione», en R. Kosellek, Futuro passato, pp. 61-62.
3 Un buen ejemplo los tenemos en España en el empleo historiográfico conjunto de los términos «revolución» y «guerra» para designar las discordias civiles del siglo XIX (E. Ucelay, «Prefigurazione e storia» pp. 212-213).
4 Véase sobre la Comuna de 1871 la obra clásica de K. Marx, La guerra civil en Francia.
5 P. Viola, «Rivoluzione e guerra civile», p. 22.
6 C. Pavone, Una guerra civile y «La seconda guerra mondiale», p. 128.
7 H. M. Enzensberger, Perspectivas de guerra civil, p. 16.
8 Según M. Kaldor, Las nuevas guerras, p. 23, al principio del siglo XX la proporción entre bajas civiles y militares era de 8:1, y en los 90 era de 1:8.
10 En marzo de 2000, el World Bank Research Department y la Princeton University’s Center for International Studies organizaron una conferencia sobre «La economía de las guerras civiles», parte de cuyos resultados, integrados en un proyecto de investigación sufragado por esta institución internacional, fueron editados por Paul Collier y Nicholas Sambanis en una edición especial del Journal of Conflict Resolution, 46, 1, febrero 2002. Información sobre el Proyecto y sus publicaciones anejas, en http://www.worldbank.org/research/conflict/index.htm.
11 B. F. Walter, «Civil Wars», p. 102.
12 «Introduction: Toward the Theoretical Study of Internal War», en H. Eckstein (ed.), Internal War, p. 1 nota y «On the Etiology of Internal Wars», p. 133.
13 El conjunto del proyecto puede consultarse en http://www.correlatesofwar.org/
16 M. R. Sarkees y J. D. Singer, «The Correlates of War Datasets»; J. D. Fearon y D. D. Laitin, «Ethnicity, Insurgency, and Civil War», p. 76.
17 N. Sambanis, «What Is a Civil War?», p. 821.
18 Ibid., p. 816.
19 Ch. Tilly, From Mobilization to Revolution, p. 192.
22 S. N. Kalyvas, «Civil Wars», p. 428.
25 M. Kaldor, Las nuevas guerras, pp. 15-16.
26 Ibid., p. 142.
27 D. Keen, «When war itself is privatized».
28 M. Ignatieff, El honor del guerrero, p. 11.
29 M. Shaw, «War and Globality».
30 S. R. David, «Internal War», p. 556.
31 Este dilema se basa en el comportamiento previsible en situaciones competitivas de alto riesgo: cuando una comunidad hace frente a la desconfianza de sus interlocutores, cualquier acción encaminada a aumentar la propia seguridad se percibe como una amenaza a la seguridad de los otros, incrementando el potencial global de conflicto. Véanse R. Jervis, «Cooperation under the Security Dilemma»; B. Posen, «The Security Dilemma and Ethnic Conflict»; P. Roe, «The Intrastate Security Dilemma».
32 S. R. David, «Internal War», p. 571.
33 P. Collier y A. Hoeffler, «Greed and Grievance in Civil Wars»; J. D. Fearon y D. D. Laitin, «Ethnicity, Insurgency, and Civil War».
37 H. Hegre, T. Ellingsen, S. Gates y N. P. Gleditsch, «Toward a Democratic Civil Peace?»; E. N. Muller y E. Weede, «Cross-National Variation in Political Violence».
38 N. Sambanis, «What Is a Civil War?», pp. 855-856.
41 N. Sambanis, «Using Case Studies to Expand Economic Models of Civil War», p. 268.
42 S. N. Kalyvas, «The Urban Bias in Research on Civil Wars», p. 27.
43 Id., «The Paradox of Terrorism in Civil Wars», p. 101.
44 Ch. Tilly, From Mobilization to Revolution, p. 198.
45 «Introduction» a J.-C. Martin (dir.), La guerre civile, entre histoire et mémoire, p. 12.
46 M. Kaldor, Las nuevas guerras, p. 62.
47 S. P. Huntington, «Patterns of Violence in World Politics», p. 21.
48 S. N. Kalyvas, The Logic of Violence in Civil War, p. 13.
49 Id., «“Nuevas” y “viejas” guerras civiles», p. 37.
50 Id., «Ethnic Defection in Civil War», p. 1.063.
51 N. Sambanis, «Using Case Studies to Expand Economic Models of Civil War», p. 272.
52 Ibid., p. 259.
53 B. Dunér, Military Intervention in Civil Wars, p. 62.
54 E. M. Forman, «Civil War as a Source of International Violence», p. 1.118.
55 Ibid., p. 1.112.
56 H.-W. Krumwiede, «Posibilidades de pacificación de las guerras civiles», p. 109.
57 R. Licklider, «The Consequences of Negotiated Settlements in Civil Wars», p. 681; B. F. Walter, «The Critical Barrier to Civil War Settlement», p. 335.
59 S. N. Kalyvas, The Logic of Violence in Civil War, p. 389.
61 S. N. Kalyvas, «The Ontology of Political Violence», p. 476.
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