Novalis. el poeta romántico alemán que fue una influencia decisiva para Wagner, en especial en "Parsifal". Hoy 2 de mayo de 1772 nace Novalis.
Nació el 2 de mayo de 1772 y murió el 25 de marzo de 1801.
Novalis (Castillo de Oberwiederstedt, Sajonia, en la actual Alemania, 2 de mayo de 1772 - Weißenfels, 25 de marzo de 1801) fue un poeta alemán. Su nombre real era Georg Friedrich Philipp Freiherr von Hardenberg. Se le suele encuadrar dentro del primer Romanticismo
Tomó el nombre de Novalis de un antiguo título nobiliario de su aristocrática familia. Las concepciones estéticas de Novalis, cuya obra constituyó un canto a la integración mística de espíritu y naturaleza, influyeron notablemente en el desarrollo posterior del romanticismo europeo.
Nacido en el seno de una familia noble de Sajonia, recibió una educación pietista. Estudió derecho en Jena, donde asistió a los cursos de historia de Friedrich Schiller y conoció a Fichte, cuya filosofía idealista gravita sobre toda su obra. Tras su traslado a Leipzig en 1791 conoció a los hermanos August y Friedrich von Schlegel, y un año más tarde pasó a Wittenberg, donde ejerció la jurisprudencia.
La muerte de su prometida, la jovencísima Sophie von Kühn, a causa de la tuberculosis (1797), le sumió en una profunda una crisis espiritual. En sus Himnos a la noche (Hymnen an die Nacht, 1800), colección de poemas en prosa y verso, el poeta exalta la noche, identificada con la muerte, como el paso hacia la «vida verdadera», un renacimiento místico en la persona de Dios donde el reencuentro con su amada y con el conjunto del universo sería posible, todo ello evocado por medio de un lenguaje sugestivo y armónico.
En 1798 marchó a Freiberg para estudiar geología, y en 1799 se convirtió en administrador de minas en Weissenfels, poco antes de su prematura muerte, también a causa de la tuberculosis. Su obra publicada en vida se limita a los Himnos y a dos series de Fragmentos (Fragmente) aparecidos en la revista Athenäum en mayo de 1798. El conjunto de su producción fue publicado a su muerte por Friedrich Schlegel y Ludwig Tieck.
Los Fragmentos, compuestos entre 1795 y 1800, comprenden una serie de apuntes, aforismos y comentarios breves sobre filosofía, estética y literatura, en los que expresa las principales inquietudes y concepciones teóricas del romanticismo. La angustia del poeta es provocada por la fractura que separa al sujeto del objeto, dentro de los estrechos límites fijados por el kantismo: la mediación conceptual falsea la unidad esencial de la vida, de la que participa el poeta, sin poder asirla ni expresarla jamás.
El papel asignado al arte se acerca al de la religión, por cuanto tiene la misión de hacer visible aquella intuición absoluta, aunque en sus apuntes Novalis indica que tal acceso debe realizarse desde la autorrevelación del arte como mediación, como falsedad y, por tanto, como absoluta libertad creativa. Junto a estas consideraciones se hallan otras muchas sobre las más variadas materias, desde el esoterismo hasta la matemática y las ciencias, pasando por el derecho y la política. Según explicó su amigo Tieck, Novalis "había desarrollado el plan para una obra enciclopédica propia, en la cual las experiencias e ideas de las diversas ciencias debían explicarse, apoyarse y animarse mutuamente".
La novela inconclusa Los discípulos de Sais (Die Lehrlinge zu Sais) presenta una visión alegórica de la naturaleza; escrita durante los estudios geológicos del autor, narra los esfuerzos de un grupo iniciático por desentrañar la verdad sobre la esencia de la naturaleza. También la novela Enrique de Ofterdingen (Heinrich von Ofterdingen) quedó en estado fragmentario, aunque una vez publicada se convirtió en paradigma del romanticismo. Novela de aprendizaje, el autor proyecta en ella las obsesiones que guiaron su propia vida.
El protagonista, un juglar medieval cuya existencia histórica es incierta, aunque se le supone autor del Cantar de los Nibelungos, debe salir al «exterior» para hallar su propia identidad, a través de los lugares comunes literarios del viaje y del enamoramiento. Las preocupaciones románticas que distinguen la novela se resumen en la imagen de la flor azul que el protagonista ve en sueños, y a cuya búsqueda se dedica, símbolo de la esencia del arte como reconciliación entre mundo interior y exterior, es decir, como realización del concepto en lo concreto. El elemento central de la obra son las reflexiones de Novalis sobre la esencia de la poesía y su objeto.
En el ensayo La Cristiandad o Europa (Die Christenheit oder Europa), Novalis expresa toda la nostalgia romántica por la perdida unidad de la Europa cristiana medieval, en una exaltación de la fe cristiana. Escrito en 1799 para la revista Athenäum, no se publicó entonces por intervención de Goethe, y no se pudo dar a la imprenta, recortado, hasta 1826. Otra de sus obras que han ganado con el paso del tiempo son sus Cánticos espirituales (Geistliche Lieder), conjunto de poemas religiosos de gran emotividad que testimonian una fe teñida de piadosa resignación y que fueron escritos por la misma época que sus Himnos, a los que prolongan y completan en parte. Están hechos también con una expresión más íntima, sencilla y rítmica y fueron escritos para ser cantados. Cristo aparece en ellos como símbolo de la unidad de poesía y religión.
Dejamos como complemento unos fragmentos de los filosóficos Himnos a la noche de Novalis. Según Thomas Mann, Parsifal debe mucho más a estos poemas que a las teorías de Schopenhauer.
Leyéndolos, surge en la cabeza la música del “festival sacro escénico”. Da la impresión de que sea el mismo Wagner el autor, sin embargo, fueron escritos antes de que él naciera. Su autor se encuadra en el primer romanticismo y, a diferencia de los filósofos que Wagner admiró, era cristiano. Obsérvense las numerosas alusiones al día y la noche y lo que simbolizan.
Himnos a la noche (selección)
¿Tiene que volver siempre la mañana?
¿No acabará jamás el poder de la Tierra?
Siniestra agitación devora las alas de la Noche que llega.
¿No va a arder jamás para siempre la víctima secreta del Amor?
Los días de la Luz están contados;
pero fuera del tiempo y del espacio está el imperio de la Noche.
– El Sueño dura eternamente. Sagrado Sueño.–
No escatimes la felicidad
a los que en esta jornada terrena se han consagrado a la Noche.
Solamente los locos te desconocen, y no saben del Sueño,
de esta sombra que tu, compasiva,
en aquel crepúsculo de la verdadera Noche
arrojas sobre nosotros.
¿No acabará jamás el poder de la Tierra?
Siniestra agitación devora las alas de la Noche que llega.
¿No va a arder jamás para siempre la víctima secreta del Amor?
Los días de la Luz están contados;
pero fuera del tiempo y del espacio está el imperio de la Noche.
– El Sueño dura eternamente. Sagrado Sueño.–
No escatimes la felicidad
a los que en esta jornada terrena se han consagrado a la Noche.
Solamente los locos te desconocen, y no saben del Sueño,
de esta sombra que tu, compasiva,
en aquel crepúsculo de la verdadera Noche
arrojas sobre nosotros.
Ellos no te sienten en las doradas aguas de las uvas,
en el maravilloso aceite del almendro
y en el pardo jugo de la adormidera.
Ellos no saben que tú eres
la que envuelves los pechos de la tierna muchacha
y conviertes su seno en un cielo,
ellos ni barruntan siquiera
que tú,
viniendo de antiguas historias,
sales a nuestro encuentro abriéndonos el Cielo
y trayendo la llave de las moradas de los bienaventurados,
de los silenciosos mensajeros de infinitos misterios.
en el maravilloso aceite del almendro
y en el pardo jugo de la adormidera.
Ellos no saben que tú eres
la que envuelves los pechos de la tierna muchacha
y conviertes su seno en un cielo,
ellos ni barruntan siquiera
que tú,
viniendo de antiguas historias,
sales a nuestro encuentro abriéndonos el Cielo
y trayendo la llave de las moradas de los bienaventurados,
de los silenciosos mensajeros de infinitos misterios.
Ahora sé cuándo será la última mañana
– cuándo la Luz dejará de ahuyentar la Noche y el Amor–
cuándo el sueño será eterno y será solamente Una Visión inagotable,
un Sueño.
Celeste cansancio siento en mí:
larga y fatigosa fue mi peregrinación al Santo Sepulcro, pesada, la cruz.
La ola cristalina,
al sentido ordinario imperceptible,
brota en el obscuro seno de la colina,
a sus pies rompe la terrestre corriente,
quien ha gustado de ella,
quien ha estado en el monte que separa los dos reinos
y ha mirado al otro lado, al mundo nuevo, a la morada de la Noche
– en verdad–, éste ya no regresa a la agitación del mundo,
al país en el que anida la Luz en eterna inquietud.
– cuándo la Luz dejará de ahuyentar la Noche y el Amor–
cuándo el sueño será eterno y será solamente Una Visión inagotable,
un Sueño.
Celeste cansancio siento en mí:
larga y fatigosa fue mi peregrinación al Santo Sepulcro, pesada, la cruz.
La ola cristalina,
al sentido ordinario imperceptible,
brota en el obscuro seno de la colina,
a sus pies rompe la terrestre corriente,
quien ha gustado de ella,
quien ha estado en el monte que separa los dos reinos
y ha mirado al otro lado, al mundo nuevo, a la morada de la Noche
– en verdad–, éste ya no regresa a la agitación del mundo,
al país en el que anida la Luz en eterna inquietud.
¿Qué mortal
dotado de sensibilidad
no amará, entre tantas
manifestaciones prodigiosas
del ámbito en torno suyo,
la luz placentera
con sus rayos y ondas,
sus colores,
su suave omnipresencia
en el día?
Como la más íntima
substancia de la vida
alienta por ella el mundo inmenso
de las constelaciones sin reposo
flotando en su mar azul,
por ella alienta la piedra fúlgida,
la planta silenciosa,
y la fuerza,
en continuo movimiento y en multitud
de formas modelada, de los animales;
por ella alientan
nubes y aires multicolores
y sobre todo
esos extraños sin par
de mirada sensual,
de paso elástico
y labios sonoros.
Como rey
telúrico
cada impulso la conjura
en innumerables mutaciones
y con sólo su presencia
se manifiesta la grandeza
de su imperio terrenal.
Me dirijo hacia abajo,
a la Noche misteriosa,
sagrada e inefable;
en lontananza yace el mundo
como encimado en una profunda fosa,
¡cuán yermo y solitario
está su emplazamiento!
Honda melancolía
vibra en las cuerdas del pecho;
lejanías del recuerdo,
deseos de juventud,
sueños de la niñez,
alegrías fugaces
de toda una vida
y vanas esperanzas
se presentan en vestiduras grises
como niebla vespertina
después de ponerse
el Sol.
En lontananza yace el mundo
con sus goces múltiples.
En otros espacios
tendió la luz
su toldo festivo.
¿No tornará jamás
a sus fieles hijos,
a sus jardines,
a su morada suntuosa?
Pero, ¿qué brota
tan fresco y delicioso,
tan lleno de presentimientos
en pos del corazón
y se traga auras
de melancolía?
¿Tienes también tú,
oh fuerza tenebrosa,
corazón humano?
¿Qué ocultas
bajo tu manto
que tan invisible y poderosamente
me penetra el alma?
Sólo en apariencia eres horrible;
bálsamo delicioso
gotea de tu mano,
del hato de amapolas.
en dulce embriaguez
abre las pesadas alas del ánimo.
Y nos ofrendas alegrías
obscuras e indecibles,
misteriosas, como tú misma,
alegrías que nos
dejan entrever un paraíso.
¡Cuán pobre y pueril
se me antoja la luz
con sus múltiples elementos,
cuán alegre y bendito
el adiós a la tarde!
Y sólo porque
la Noche te aparte de los siervos,
sembraste
en los confines del espacio
esferas luminosas
para anunciar tu omnipotencia,
y retorno,
en tiempos de tu alejamiento.
Más sublime que aquellas estrellas rutilantes
en ese mismo ámbito
nos parecen los ojos inmensos
que la Noche
abrió en nosotros.
Miran más allá
que los más pálidos
de aquellos incontables ejércitos;
innecesitados de luz,
traspasan las profundidades
de un alma enamorada,
llenando un espacio superior
de voluptuosidad indescriptible.
Dádiva de la reina del universo,
de la gran profetisa
de un mundo sagrado,
de la guarda
de un amor bienaventurado.
Amada, llegas
– la Noche ha venido ya–
se ha consumado el día,
mi alma está enajenada,
y tú eres otra vez mía.
Estoy mirándote en esos profundos ojos negros,
no veo otra cosa que amor y dicha.
Nos hundimos en el altar de la Noche,
en el tálamo mullido
caen los ropajes;
y encendidos por la cálida tensión,
se alza el fuego puro
de una dulce inmolación.
Quant a aquests anuncis
dotado de sensibilidad
no amará, entre tantas
manifestaciones prodigiosas
del ámbito en torno suyo,
la luz placentera
con sus rayos y ondas,
sus colores,
su suave omnipresencia
en el día?
Como la más íntima
substancia de la vida
alienta por ella el mundo inmenso
de las constelaciones sin reposo
flotando en su mar azul,
por ella alienta la piedra fúlgida,
la planta silenciosa,
y la fuerza,
en continuo movimiento y en multitud
de formas modelada, de los animales;
por ella alientan
nubes y aires multicolores
y sobre todo
esos extraños sin par
de mirada sensual,
de paso elástico
y labios sonoros.
Como rey
telúrico
cada impulso la conjura
en innumerables mutaciones
y con sólo su presencia
se manifiesta la grandeza
de su imperio terrenal.
Me dirijo hacia abajo,
a la Noche misteriosa,
sagrada e inefable;
en lontananza yace el mundo
como encimado en una profunda fosa,
¡cuán yermo y solitario
está su emplazamiento!
Honda melancolía
vibra en las cuerdas del pecho;
lejanías del recuerdo,
deseos de juventud,
sueños de la niñez,
alegrías fugaces
de toda una vida
y vanas esperanzas
se presentan en vestiduras grises
como niebla vespertina
después de ponerse
el Sol.
En lontananza yace el mundo
con sus goces múltiples.
En otros espacios
tendió la luz
su toldo festivo.
¿No tornará jamás
a sus fieles hijos,
a sus jardines,
a su morada suntuosa?
Pero, ¿qué brota
tan fresco y delicioso,
tan lleno de presentimientos
en pos del corazón
y se traga auras
de melancolía?
¿Tienes también tú,
oh fuerza tenebrosa,
corazón humano?
¿Qué ocultas
bajo tu manto
que tan invisible y poderosamente
me penetra el alma?
Sólo en apariencia eres horrible;
bálsamo delicioso
gotea de tu mano,
del hato de amapolas.
en dulce embriaguez
abre las pesadas alas del ánimo.
Y nos ofrendas alegrías
obscuras e indecibles,
misteriosas, como tú misma,
alegrías que nos
dejan entrever un paraíso.
¡Cuán pobre y pueril
se me antoja la luz
con sus múltiples elementos,
cuán alegre y bendito
el adiós a la tarde!
Y sólo porque
la Noche te aparte de los siervos,
sembraste
en los confines del espacio
esferas luminosas
para anunciar tu omnipotencia,
y retorno,
en tiempos de tu alejamiento.
Más sublime que aquellas estrellas rutilantes
en ese mismo ámbito
nos parecen los ojos inmensos
que la Noche
abrió en nosotros.
Miran más allá
que los más pálidos
de aquellos incontables ejércitos;
innecesitados de luz,
traspasan las profundidades
de un alma enamorada,
llenando un espacio superior
de voluptuosidad indescriptible.
Dádiva de la reina del universo,
de la gran profetisa
de un mundo sagrado,
de la guarda
de un amor bienaventurado.
Amada, llegas
– la Noche ha venido ya–
se ha consumado el día,
mi alma está enajenada,
y tú eres otra vez mía.
Estoy mirándote en esos profundos ojos negros,
no veo otra cosa que amor y dicha.
Nos hundimos en el altar de la Noche,
en el tálamo mullido
caen los ropajes;
y encendidos por la cálida tensión,
se alza el fuego puro
de una dulce inmolación.
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