Sócrates y su amigo Critón conversan sobre Eutidemo y su hermano Dionisodoro, quienes eran dos hábiles sofistas con notable reputación, toda vez que afirmaban que podían hacer diestro a cualquier hombre en luchar con palabras y refutar cualquier cosa que se diga, falsa o verdadera. Tanto Eutidemo como Dionisodoro dominaban un saber envidiable: la erística.
Ante la inquietud de Critón por saber de qué se ocupaban específicamente estos dos hombres, Sócrates expresó en un primer momento que tanto Eutidemo como Dionisodoro eran personas doctas que conocían todo aquello concerniente a la guerra (estrategas): la táctica, la conducción de los ejércitos y el adiestramiento necesario para luchar con las armas. Además, tienen la habilidad de lograr que un hombre sepa defenderse en los tribunales si ha sido víctima de alguna injusticia (273c).
Eutidemo y Dionisodoro le precisaron a Sócrates que dichas actividades solamente las ejercen de pasatiempo, pues en realidad se ocupan de enseñar mejor y más rápidamente la virtud. Ante esto, Sócrates le pide a los extranjeros que demuestren su habilidad y persuadan al joven Clinias, presente en la conversación, de que es necesario filosofar y ocuparse de la virtud.
Eutidemo le pregunta a Clinias ¿Quiénes son las personas que aprenden: las que saben o las que ignoran? Clinias respondió que los que saben son los que aprenden. Eutidemo, no obstante, le precisa que en el caso de los maestros, lo son de quienes aprenden, como es el caso del citarista y del gramatista. En tanto aprende, un hombre es ignorante, como una fase previa y necesaria al conocimiento, por ello, los que ignoran son los que aprenden y no los que saben (276b). Eutidemo, le pregunta otra vez a Clinias: los que aprenden ¿aprenden lo que conocen o lo que no conocen? Clinias respondió que aprenden lo que no conocen, Eutidemo le objeta que en el caso de quien dicta algo, es decir, letras, quien aprende es quien conoce el alfabeto en su totalidad y no el que no lo conoce, por tanto, se aprende lo que se conoce.
Los dos sofistas pretendían seguir refutando a Clinias, pero Sócrates entra al ruedo, toma la palabra y anima a Clinias, afirmando que es necesario en primer lugar aprender el uso correcto de los nombres. En efecto, el término "aprender" se aplica para quienes no tienen al comienzo ningún conocimiento y también para aquellos que ya lo poseen. Aún así, el proceder de los sofistas es un simple juego, toda vez que aprender dichas sutilezas del lenguaje no permite saber acerca de cómo son las cosas, En segundo lugar, Sócrates le pide a Eutidemo y Dionisodoro que cesen los juegos y procedan a demostrar la exhortación que permitiría que un joven como Clinias cómo debe cultivarse el saber y la virtud.
Antes de la intervención de los sofistas, Sócrates en diálogo con Clinias, afirma que es un deseo natural en el hombre ser dichoso y que para lograrlo resulta necesario adquirir bienes. Una muestra representativa de cosas consideradas bienes por los hombres son: las riquezas, la salud, la belleza, la noble ascendencia, el poder, la estima de los conciudadanos, la prudencia, la justicia, la valentía, el saber, el éxito. Para que un hombre sea feliz es necesario que además de poseer estos bienes, los use "ya que ningún provecho se obtiene de la mera posesión" (280d). Ahora bien, es necesario no sólo hacer uso de dichos bienes sino hacerlo correctamente. Aquello que permite el adecuado uso de los bienes es el conocimiento. Pues a propósito de los bienes, "si los guía la ignorancia, son males peores que sus contrarios, y tanto peores cuanto más capaces son de servir a una guía que es mala; mientras que, si los dirigen el discernimiento y el saber resultan bienes mayores, ya que, por sí, ni unos ni otros tienen valor alguno" (281d). Y así, dado que conocer más permite a un hombre ser más dichoso y feliz, ello sólo puede darse si se concluye que el saber es enseñable, siendo la filosofía la particularidad de dicho saber.
Sócrates les solicita a Dionisodoro y Eutidemo que continúen con un discurso exhortativo que permita al joven Clinias convertirse en un hombre sabio y dichoso. El primero en hablar fue Dionisodoro. Él le reafirma a Sócrates que si desean que Clinias sea un hombre de saber, entonces se quiere poner fin a su ignorancia, así, se quiere que se convierta a Clinias en lo que no es, y lo que no es en forma absoluta es su muerte. Por tanto, infiere Dionisodoro, los amigos desean a Clinias su muerte. Al oir esto, Ctesipo increpa a Dionisodoro por proferir semejante mentira. No obstante, Eutidemo interviene y según las respuestas dadas por Ctesipo infiere lo siguiente: es posible para un hombre decir mentiras diciendo las cosas que dice, siendo las cosas que dice las que son y, por ende, distinta de las demás. El que dice las cosas, dice lo que es, "entonces el que dice lo que es y las cosas que son, dice la verdad" (284a). Dionisodoro ha dicho la verdad porque las cosas que no son, dentro de las cuales se encuentran las mentiras, no existen en ninguna parte. Con base en este argumento, Dionisodoro le plantea a Ctesipo que no existe la contradicción. Lo anterior, debido a que en el caso de dos hombres que debaten sobre un mismo punto, uno de ellos hablará de la cosa misma y el otro no, este último, al aludir a lo que no es, no dice absolutamente nada.
Sócrates toma la palabra y debate con los dos sofistas respecto al hecho de que resulta imposible a un hombre decir falsedades y mentiras. Este argumento lo desplaza Sócrates a tal punto, que llega a inferir con Eutidemo y Dionisodoro que la ignorancia en un hombre no existe, ni tampoco es posible que un hombre se equivoque cuando hace algo. De tal suerte que, si lo anterior es verdad, como lo sostienen los sofistas, entonces Sócrates les pregunta ¿Qué han venido a enseñar? ¿Acaso no afirmaban que eran capaces de enseñar la virtud mejor que nadie al que quisiera aprenderla? (287a).
Sócrates retorna al diálogo inicial establecido con Clinias respecto al conocimiento necesario para alcanzar la felicidad. Clinias no está de acuerdo en que aprender el arte de hacer discursos pueda conducir a la felicidad del hombre. Lo anterior, dado que algunos elaboran los discursos pero no son capaces de comunicarlos, otros, en cambio, son capaces de hacer uso de los discursos pero no de elaborarlos. Sócrates complementa el argumento señalando que el arte de hacer discursos es un arte de encantamientos, aunque inferior a él.
A partir del anterior razonamiento, Sócrates y Clinias habían llegado a inferir que el arte regio por dirigir todo y permitir el bienestar del Estado debía ser aquel arte que permitiera la dicha y felicidad en los hombres. Para que fuese así, el arte regio es hacer a los hombres sabios y buenos. No obstante, ni Sócrates ni Clinias, ni Critón, pueden asegurar que el arte regio haga buenos a todos los hombres y en todo, ni cuál es ni qué uso se puede hacer de él.
Eutidemo intenta de nuevo responder a la pregunta inicial de Sócrates, preguntándole si conoce algo. Como Sócrates reconoció que efectivamente conoce cosas, aunque de poca importancia, entonces Eutidemo afirma que como conocedor, Sócrates debe conocer todo, de lo contrario no sería un conocedor. "Así sucede que tú mismo, por un lado, eres lo que eres y, por el otro, en cambio, no lo eres, y al mismo tiempo y con respecto a lo mismo" (293c). Según el pensamiento de Dionisodoro, si se conoce algo, se conoce todo, pues no se puede ser al mismo tiempo conocedor y no conocedor. Eutidemo y Dionisodoro, ante la incredulidad de Ctesipo y Sócrates, se presentaban como hombres que conocían todo desde que eran niños: cómo remendar zapatos, colocarle suelas, contar las estrellas, danzar, etc.
Eutidemo y Sócrates entablan un nuevo diálogo directo. Eutidemo le pregunta si es conocedor de algo y si eso por el cual es conocedor, es eso mismo por lo cual también conoce, o si conoce por medio de otra cosa. Sócrates admite que conoce por medio del alma. Eutidemo lleva a reconocer a Sócrates que conoce la totalidad de las cosas, puesto que conoce todas las cosas, siendo evidente para el sofista que el filósofo ateniense conocía siempre y todo a la vez.
Dionisodoro, posteriormente, le pregunta a Sócrates, a qué hombre le conviene forjar, modelar la arcilla y desollar y cortar la carne en pedazos. Cómo Sócrates respondió que lo anterior corresponde, respectivamente al herrero, alfarero y cocinero, entonces Dionisodoro infiere que, dado que cuando un hombre hace lo que conviene obra bien, entonces "si uno degüella al cocinero, lo corta en trozos, lo hace hervir y asar, hace lo que conviene y si uno forja al herrero y modela" (301d).
Sócrates, estupefacto, y ante la reticencia de Ctesipo a seguir debatiendo con los dos sofistas extranjeros, procede a expresar unas palabras respecto a lo sucedido en todo el diálogo. Reconoce que la habilidad de Eutidemo y Dionisodoro puede aprenderla cualquier hombre en un mínimo tiempo. Les aconseja discutir solamente ellos solos y si es menester debatir con algún otro, solo hacerlo por dinero. A partir de un comentario concluyente que le formuló un hombre diestro en escribir discursos para los tribunales a Critón luego del diálogo entre Sócrates Dionisodoro, Eutidemo, Ctesipo y Clinias, según el cual, la filosofía no sirve para nada (305a), aduce Sócrates que esos hombres se creen sabios y creen que, además de serlo, también lo parecen a los ojos de la mayor parte, de modo que su único obstáculo para gozar de renombre total son los filósofos, por eso, los critican. Por último, ante la preocupación expresada por Critón debido a cómo educar a sus hijos e iniciarlos en la filosofía, Sócrates le recomienda: "si te parece que no vale la pena, aparta de ella a toda persona y no solo a tus hijos; si, por el contrario, te parece tal como yo mismo creo que es, entonces ve tras ella ardorosamente y ponte a ejercitarla, como dice el proverbio, tú y contigo tus hijos" (307c).
1. En el diálogo, Sócrates afirma que las únicas posibilidades que tiene un hombre de ser dichoso es adquirir bienes tales como las riquezas, la salud, la belleza, la justicia, la valentía, el saber, el éxito. Una vez adquiridos, dichos bienes deben usarse. Además, la práctica que se haga de esos bienes debe ser la correcta. Y aquello que posibilita el uso adecuado y correcto de los bienes es el conocimiento. Así las cosas, la relación que existe entre conocimiento y bien es análogo o semejante a la relación existente entre:
A. Un padre y su hijo.
B. La luz solar y una planta.
C. El agua y el aceite.
D. El corazón y la sangre.
Los dos sofistas pretendían seguir refutando a Clinias, pero Sócrates entra al ruedo, toma la palabra y anima a Clinias, afirmando que es necesario en primer lugar aprender el uso correcto de los nombres. En efecto, el término "aprender" se aplica para quienes no tienen al comienzo ningún conocimiento y también para aquellos que ya lo poseen. Aún así, el proceder de los sofistas es un simple juego, toda vez que aprender dichas sutilezas del lenguaje no permite saber acerca de cómo son las cosas, En segundo lugar, Sócrates le pide a Eutidemo y Dionisodoro que cesen los juegos y procedan a demostrar la exhortación que permitiría que un joven como Clinias cómo debe cultivarse el saber y la virtud.
Antes de la intervención de los sofistas, Sócrates en diálogo con Clinias, afirma que es un deseo natural en el hombre ser dichoso y que para lograrlo resulta necesario adquirir bienes. Una muestra representativa de cosas consideradas bienes por los hombres son: las riquezas, la salud, la belleza, la noble ascendencia, el poder, la estima de los conciudadanos, la prudencia, la justicia, la valentía, el saber, el éxito. Para que un hombre sea feliz es necesario que además de poseer estos bienes, los use "ya que ningún provecho se obtiene de la mera posesión" (280d). Ahora bien, es necesario no sólo hacer uso de dichos bienes sino hacerlo correctamente. Aquello que permite el adecuado uso de los bienes es el conocimiento. Pues a propósito de los bienes, "si los guía la ignorancia, son males peores que sus contrarios, y tanto peores cuanto más capaces son de servir a una guía que es mala; mientras que, si los dirigen el discernimiento y el saber resultan bienes mayores, ya que, por sí, ni unos ni otros tienen valor alguno" (281d). Y así, dado que conocer más permite a un hombre ser más dichoso y feliz, ello sólo puede darse si se concluye que el saber es enseñable, siendo la filosofía la particularidad de dicho saber.
Sócrates les solicita a Dionisodoro y Eutidemo que continúen con un discurso exhortativo que permita al joven Clinias convertirse en un hombre sabio y dichoso. El primero en hablar fue Dionisodoro. Él le reafirma a Sócrates que si desean que Clinias sea un hombre de saber, entonces se quiere poner fin a su ignorancia, así, se quiere que se convierta a Clinias en lo que no es, y lo que no es en forma absoluta es su muerte. Por tanto, infiere Dionisodoro, los amigos desean a Clinias su muerte. Al oir esto, Ctesipo increpa a Dionisodoro por proferir semejante mentira. No obstante, Eutidemo interviene y según las respuestas dadas por Ctesipo infiere lo siguiente: es posible para un hombre decir mentiras diciendo las cosas que dice, siendo las cosas que dice las que son y, por ende, distinta de las demás. El que dice las cosas, dice lo que es, "entonces el que dice lo que es y las cosas que son, dice la verdad" (284a). Dionisodoro ha dicho la verdad porque las cosas que no son, dentro de las cuales se encuentran las mentiras, no existen en ninguna parte. Con base en este argumento, Dionisodoro le plantea a Ctesipo que no existe la contradicción. Lo anterior, debido a que en el caso de dos hombres que debaten sobre un mismo punto, uno de ellos hablará de la cosa misma y el otro no, este último, al aludir a lo que no es, no dice absolutamente nada.
Sócrates toma la palabra y debate con los dos sofistas respecto al hecho de que resulta imposible a un hombre decir falsedades y mentiras. Este argumento lo desplaza Sócrates a tal punto, que llega a inferir con Eutidemo y Dionisodoro que la ignorancia en un hombre no existe, ni tampoco es posible que un hombre se equivoque cuando hace algo. De tal suerte que, si lo anterior es verdad, como lo sostienen los sofistas, entonces Sócrates les pregunta ¿Qué han venido a enseñar? ¿Acaso no afirmaban que eran capaces de enseñar la virtud mejor que nadie al que quisiera aprenderla? (287a).
Sócrates retorna al diálogo inicial establecido con Clinias respecto al conocimiento necesario para alcanzar la felicidad. Clinias no está de acuerdo en que aprender el arte de hacer discursos pueda conducir a la felicidad del hombre. Lo anterior, dado que algunos elaboran los discursos pero no son capaces de comunicarlos, otros, en cambio, son capaces de hacer uso de los discursos pero no de elaborarlos. Sócrates complementa el argumento señalando que el arte de hacer discursos es un arte de encantamientos, aunque inferior a él.
"El de los encantamientos, en efecto, consiste en encantar serpientes, tarántulas, escorpiones y otras bestias y en curar enfermedades, mientras que éste persigue el encantamiento y persuasión de los miembros de un jurado, una asamblea o cualquier otro tipo de gente reunida" (290a).Poseer el arte de la estrategia tampoco hará feliz a un hombre. En efecto, según Clinias, la estrategia es un arte de cazar hombres y ninguna de las artes relacionadas con la caza van más allá del cazar o capturar, una vez que la gente a capturado aquello que desea, no sabe que hacer con él. Lo mismo sucede con los estrategas, quienes después de ocupar una ciudad o un ejército, se lo confían a los hombres de Estado, pues ellos, en sí mismos, no saben hacer uso de él.
A partir del anterior razonamiento, Sócrates y Clinias habían llegado a inferir que el arte regio por dirigir todo y permitir el bienestar del Estado debía ser aquel arte que permitiera la dicha y felicidad en los hombres. Para que fuese así, el arte regio es hacer a los hombres sabios y buenos. No obstante, ni Sócrates ni Clinias, ni Critón, pueden asegurar que el arte regio haga buenos a todos los hombres y en todo, ni cuál es ni qué uso se puede hacer de él.
Eutidemo intenta de nuevo responder a la pregunta inicial de Sócrates, preguntándole si conoce algo. Como Sócrates reconoció que efectivamente conoce cosas, aunque de poca importancia, entonces Eutidemo afirma que como conocedor, Sócrates debe conocer todo, de lo contrario no sería un conocedor. "Así sucede que tú mismo, por un lado, eres lo que eres y, por el otro, en cambio, no lo eres, y al mismo tiempo y con respecto a lo mismo" (293c). Según el pensamiento de Dionisodoro, si se conoce algo, se conoce todo, pues no se puede ser al mismo tiempo conocedor y no conocedor. Eutidemo y Dionisodoro, ante la incredulidad de Ctesipo y Sócrates, se presentaban como hombres que conocían todo desde que eran niños: cómo remendar zapatos, colocarle suelas, contar las estrellas, danzar, etc.
Eutidemo y Sócrates entablan un nuevo diálogo directo. Eutidemo le pregunta si es conocedor de algo y si eso por el cual es conocedor, es eso mismo por lo cual también conoce, o si conoce por medio de otra cosa. Sócrates admite que conoce por medio del alma. Eutidemo lleva a reconocer a Sócrates que conoce la totalidad de las cosas, puesto que conoce todas las cosas, siendo evidente para el sofista que el filósofo ateniense conocía siempre y todo a la vez.
Dionisodoro, posteriormente, le pregunta a Sócrates, a qué hombre le conviene forjar, modelar la arcilla y desollar y cortar la carne en pedazos. Cómo Sócrates respondió que lo anterior corresponde, respectivamente al herrero, alfarero y cocinero, entonces Dionisodoro infiere que, dado que cuando un hombre hace lo que conviene obra bien, entonces "si uno degüella al cocinero, lo corta en trozos, lo hace hervir y asar, hace lo que conviene y si uno forja al herrero y modela" (301d).
Sócrates, estupefacto, y ante la reticencia de Ctesipo a seguir debatiendo con los dos sofistas extranjeros, procede a expresar unas palabras respecto a lo sucedido en todo el diálogo. Reconoce que la habilidad de Eutidemo y Dionisodoro puede aprenderla cualquier hombre en un mínimo tiempo. Les aconseja discutir solamente ellos solos y si es menester debatir con algún otro, solo hacerlo por dinero. A partir de un comentario concluyente que le formuló un hombre diestro en escribir discursos para los tribunales a Critón luego del diálogo entre Sócrates Dionisodoro, Eutidemo, Ctesipo y Clinias, según el cual, la filosofía no sirve para nada (305a), aduce Sócrates que esos hombres se creen sabios y creen que, además de serlo, también lo parecen a los ojos de la mayor parte, de modo que su único obstáculo para gozar de renombre total son los filósofos, por eso, los critican. Por último, ante la preocupación expresada por Critón debido a cómo educar a sus hijos e iniciarlos en la filosofía, Sócrates le recomienda: "si te parece que no vale la pena, aparta de ella a toda persona y no solo a tus hijos; si, por el contrario, te parece tal como yo mismo creo que es, entonces ve tras ella ardorosamente y ponte a ejercitarla, como dice el proverbio, tú y contigo tus hijos" (307c).
A. Un padre y su hijo.
B. La luz solar y una planta.
C. El agua y el aceite.
D. El corazón y la sangre.
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