Max Stirner, sobre el único y su propiedad
Recuperamos unos textos sobre un autor, tan incómodo, como fascinante: Max Stirner y su espectacular obra El único y su propiedad; los anarquistas, de forma lúcida en nuestra opinión, han reivindicado a un pensador que nunca se consideró como tal, y que incluso en algunos aspectos puede considarársele opuesto a algunos de sus libertarios, pero que apostó por algo muy valisoso: el máximo desarrollo personal, criticando toda abstracción que lo entorpeciera.

La obra de Stirner, aunque escribió sobre todo tipo de temas, no es muy extensa. El único y su propiedad (Leipzig, 1844) fue su primer título publicado y solo escribiría otro más: Historia de la reacción (en 2 volúmenes, Berlín, 1852). Con carácter póstumo, John H. Mackay editaría una recopilación completa de los artículos de Stirner. Se ha dicho que las dos coordenadas que sitúan a este autor son el anarquismo individualista, aunque él nunca se consideró como tal, y la crisis de la filosofía idealista alemana. Karl Löwith escribió lo siguiente: "La crisis de la filosofía hegeliana puede dividirse en tres fases: Feuerbach y Ruge intentaron transformar la filosofía de Hegel conforme al espíritu de una época diferente; B. Bauer y Stirner, en líneas generales, hicieron morir la filosofía en un criticismo radical y en el nihilismo; Marx y Kierkegaard extrajeron las últimas consecuencias de la situación cambiada. La obra de Stirner es coetánea, nada menos, que del existencialismo de Kierkegaard, del humanismo de Feuerbach y del materialismo histórico. Puede decirse que Stirner es quien mejor sintetiza aquel momento y El único y su propiedad hay que considerarla como el canto de cisne de los jóvenes hegelianos. Franz Mehring, teórico de la socialdemocracia alemana, consideró algo que resulta apabullante: Stirner transforma en realidad corpórea la idea abstracta de Hegel, la autoconsciencia de Bauer, el humanismo de Feuerbach y la anarquía de Proudhon.
En El único y su propiedad se considera que, para cada ser humano, el único universo con sentido es el propio. Constantemente, el único es acosado por ideas y entidades que le son extrañas, entre las que se encuentran en primer lugar la religión y el Estado. Por supuesto, la crítica no se queda ahí y Stirner arremete contra todo obstáculo que suponga una merma en el desarrollo de la personalidad. Se trata de la voluntad individual contra toda causa general y contra toda abstracción. Resulta imprescindible acabar con los tópicos y falsedades vertidas contra la obra de Stirner; ya se ha mencionado que uno de sus primeros objetivos es el Estado e igualmente arremeterá contra el liberalismo. Del mismo modo, el pensamiento estirneriano no desemboca en un solipsismo antropológico que imposibilite la sociedad; apuesta por la afectividad, la sensualidad natural y por una afirmación de la identidad que renuncia al aislamiento y busca la unión con otros egoístas. Para llegar tan lejos, Stirner pide una crítica permanente a toda la moral heredada e interiorizada, que no transija ante nada y que abra el camino a una nueva sensualidad. Esta nueva conciencia del único sobre su personalidad anulará toda alienación, substituirá el Estado por la potencia del individuo, la sociedad por la libre unión y el humanismo por el placer particular.
Frente a todos aquellos que repudian a Stirner, e incluso parecen temer su pensamiento, vertiendo toda suerte de etiquetas cuestionables sobre él, hay que decir que resulta significativo que ello se produzca con tanta asiduidad incluso en la actualidad. El único y su propiedad es un mazazo feroz a todo lo instituido y a todo prurito reaccionario, una obra comparable a algunas otras que sacudieron el tiempo en que se publicaron y que fueron en un principio lógicamente negadas. Frente a tanto colectivismo, tanta enajenación y tanta manipulación intelectual, obras como la de Stirner son tremendamente necesarias para comprender la cantidad de falsedades que, permanentemente, tratan de seducir al individuo e impiden el desarrollo de su personalidad y de su conciencia.
La destrucción de lo sacro

La dependencia de "algo superior", por muy extendida que esté en el mundo, es tremendamente dañina; incluso, Stirner se permitió señalar la obsesión idealista como una patología siquiátrica. Se trata de estar esclavizado por una idea fija (la verdad religiosa, la majestad, la virtud, la legalidad...) sin someterla jamás al escalpelo de la crítica. Esa idea obsesiva es, para Stirner, lo verdaderamente sagrado que hay que destruir. Los creyentes, los dogmáticos, aunque se hayan desprendido de la idea de Dios y se presenten como ilustrados, son profundamente intolerantes. Aquellos herejes contra las viejas creencias son bien vistos en la nueva época, mientras que los nuevos herejes contra nuevas creencias vuelven a ser perseguidos. Stirner señala la moral como fuente de nuevos dogmatismos y ataca a Proudhon por el siguiente aserto: "Los hombres están destinados a vivir sin religión, pero la moral es eterna y absoluta". Resulta curioso que dos pensadores tan diferentes, e incluso opuestos en muchos aspectos, sean reivindicados por la tradición ácrata; a nuestro modo de ver las cosas, tal cosa demuestra la oposición de las ideas anarquistas al dogma, al absolutismo, por lo que está asegurada su constante vigorización y actualidad. En respuesta a Stirner, la moral es algo inherente al ser humano, por lo que se trata de darle un contenido concreto verdaderamente humano, que él considera que parte del individuo, pero que halla su antinomia en lo social; el verdadero enemigo es, efectivamente, lo sagrado, el ser supremo en el nombre del cual se imponen tantas cosas y se mantienen tantas aberraciones. Stirner, algo que le convierte en un pensador de una modernidad (o posmodernidad) indudable, considera que es la esencia, ya sea trascendente o inmanente, la que esclaviza al ser humano.
La propia etimología de la palabra religión alude a lazo, a la dependencia, aunque Stirner recuerda que tantas veces se nos quiere presentar su significado positivo como "libertad espiritual". Esta libertad del espíritu, de las ideas, que parece en determinadas épocas no ser ya monopolio de la creencia religiosa, adopta nuevas manifestaciones con la inteligencia, la razón o el pensamiento en general. Para Stirner, solo el egoísta consciente es capaz de ver lo pernicioso de esa radiante espiritualidad, de ese entusiasmo por lo ideales. En definitiva, el auténtico ateísmo para Stirner sería negar, no solo a Dios, también a cualquier idea sacralizada y ello hay que realizarlo en el nombre de la auténtica realidad y el verdadero valor: el individuo. El yo, el "único", es singular e irrepetible, la auténtica medida de todas las cosas, por lo que no puede ser esclavo de ninguna idea abstracta. El único funda su causa sobre sí mismo, aunque es capaz también de amar a los demás hombres, no lo hace por imposición, sino por que le hace verdaderamente feliz. El pensamiento de Stirner es tan demoledor como espectacular, es tan antiesencialista y antiautoritario, tan contrario a todo idealismo y toda metafísica, que da la impresión de que puede satisfacer tanto como incomodar, no dejando a ningún lector indiferente. Resulta paradójico que haya quien vea en Stirner un liberal a ultranza, cuando puede comprobarse fácilmente que toda su obra está plagada de ataques a los liberales y al Estado. Precisamente, el Estado no es para Stirner más que otro sustituto de Dios, del ser supremo o de la idea fija. No es extraño que los que lo hayan reivindicado, y sigan haciéndolo, de verdad sean los anarquistas, por muy antisocial que parezca la propuesta estirneriana (y ello solo, tal vez, desde una visión muy superficial).
La influencia de Stirner

Como no hay pruebas palpables de dicha influencia, solo pueden hacerse conjeturas o aceptar el testimonio del amigo de Nietzsche Overbek. Parece que solo a partir de Humano, demasiado humano Nietzsche da importancia a los valores individuales. Como puntos en común entre ambos autores, se encuentra la crítica a la moral como egoísmo inconsciente, el rechazo al imperativo categórico kantiano, la crítica a la religión, a todo lo sobrenatural y al dualismo cuerpo/alma. Otra analogía entre Stirner y Nietzsche se encuentra en el método utilizado para señalar los falsos valores, usando la genealogía y la desmitificación, aunque acaben dando respuestas diferentes. En efecto, el superhombre nietzscheano presenta rasgos elitistas y selectivos, mientras que el yo de Stirner, autosuficiente, reconoce esa particularidad en cada individuo. Es lógico que el pensamiento aristocrático, que presenta Nietzsche a menudo junto a otros rasgos liberadores muy interesantes, causan un rechazo mayor que el solipsismo moral de un Stirner, pese a todo más reivindicable desde el punto de vista libertario.
El antes mencionado Giménez Igualada, profundo admirador de la obra de Stirner, llegaría a señalar a Sócrates, Platón y Aristóteles como precursores del monoteísmo, y por lo tanto enterradores de "todo cuanto al individuo pertenece". Tal y como lo ve este autor, Stirner vendría a ser heredero de ciertos filósofos presocráticos, los cuales trataron de poner el mundo al servicio del hombre, para lo cual se eleva hasta el cielo para observar los numerosos fantasmas, como Dios, que ha creado el ser humano. La asociación que propone Stirner es de individuos autónomos, verdaderos anarquistas para Giménez Igualada, ya que no aceptan ninguna fuerza exterior que les gobierne y no renuncian a imponer su voluntad a nadie. Solo entre estos individuos con conciencia de ser únicos puede haber entendimiento y comprensión, y solo entre ellos puede disfrutarse de la verdadera libertad. Tal y como lo expone Giménez Igualada, la visión estirneriana no contradice la sociedad libertaria, sino que la confirma. Esta asociación entre egoístas no niega tampoco el trabajo, sino únicamente el trabajo para provecho ajeno; Stirner invita a trabajar para provecho de uno mismo, a ser consciente de la más hermosa propiedad, que es uno mismo, y desde ese punto de vista se aceptará la asociación entre iguales y existirá todo un camino para recorrer juntos. El nihilismo de Stirner no es simplemente negativo, aunque no deje títere con cabeza entre lo instituido y lo doctrinario, ya que anuncia una nueva y poderosa moral que nace de la asociación entre hombres libres. La nada reivindicada por Stirner no es en absoluto estéril, es una nada que convierte al individuo en creador de su propio destino.
Todos los pensadores anarquistas, incluso alguno que parecen estar en las antípodas, como es el caso de Kropotkin, tienen algo en común con Stirner: la confianza en la evolución, la búsqueda de la satisfacción, de la felicidad, de una vida plena. Es verdad que los padres del anarquismo, creadores de poderosas filosofías sociales, no están a priori en la línea de Stirner, aunque es cierto que las ideas libertarias siempre han colocado al individuo como valor supremo. Para Bakunin, la sociedad es previa al individuo y la libertad de uno mismo solo se confirma con la libertad del resto de individuos; para Stirner, solo el individuo plenamente consciente de su particularidad puede generar una asociación entre iguales. No solo no son visiones antagónicas, sino que pueden observarse como complementarias, una tensión permanente por parte del individuo para reivindicar su faceta más creativa frente a las convenciones y la hipocresía social
Por y contra Stirner

Como es sabido, Stirner aboga por buscar cada uno su bien en sí mismo e incluso puede entenderse que realiza cierta crítica a la enajenación del trabajo, cuando señala la deformación que supone para el obrero el progreso tecnológico en la sociedad industrial, aunque su conclusiones son más bien antitéticas a las de cualquier autor socialista. El alemán dispara contra toda concepción del "deber social", sea en nombre del Estado, de un partido político o de cualquier forma de comunismo: "El bello sueño de un deber social es hoy todavía el ensueño de muchas gentes, y se imaginan que dándonos la sociedad aquello que necesitamos estamos obligados a ella, que se lo debemos todo. Se persiste en la voluntad de servidumbre a un dispensador supremo de todo bien". A pesar de que en algunos extractos de El único y su propiedad se niega toda concepción del bien y del mal que no esté fundada en el egoísmo personal, en otros momentos se encuentran pasajes auténticamente estimulantes y constructivos. Así es cuando critica el antiguo maniqueísmo, el maquiavelismo de medios/fines, lo cual podría ser interpretable como que ya está apostando por una innovadora y sincera moral, o cuando critica una moralidad fundada en la legalidad (una mera fachada, una falsa devoción). En última instancia, Stirner considera que la moral es un invento de la burguesía, la nueva clase dominante. Por supuesto, perecerán las viejas concepciones de lo bueno y de lo malo, que son para Stirner las dos caras de la misma moneda, y nacerá una nueva moral fundada en el egoísta que no sucumbe ante ninguna fuerza externa.
Carlos Díaz señala lúcidamente que no es posible arrojar a Stirner al vertedero de la historia cuando el mundo, tal y como está concebido, se basa en la hipocresía de falsas concepciones del amor entre pueblos y naciones. Cuando Stirner critica el principio del amor como mero alivio de las clases oprimidas nos recuerda la concepción de Marx sobre la religión como opio del pueblo. Es un ataque furibundo contra todo idealismo, como subproducto de unas determinadas condiciones materiales, para Marx, o del sacrificio del individuo, para Stirner. Frente a todo idealismo vocacional, el pensamiento estirneriano pide al individuo que reconozca su propio yo omnipotente, aunque en última instancia se sea consciente de lo limitado y perecedero de la existencia humana, de ahí su famosa frase: "He fundado mi causa en nada". En la superficie, Stirner niega cualquier pretensión moralizante, pero es posible interpretar una nueva moral al denunciar toda una desviación histórica y cultural, y tratar de derruir toda abstracción que sacrifique el yo individual. El altruismo, que Stirner naturalmente no niega en la práctica (aunque sí considera que nunca es desinteresado), no sería más que un egoísmo encubierto, un deseo de trabajar en primer lugar para uno mismo. Por supuesto, este punto de vista de Stirner resulta cuanto menos discutible desde muchos puntos de vista: sin consideramos dudoso que exista alguna esencia innata en el hombre, si aceptamos lo obvio de la necesidad de la asociación y la cooperación o al observar las diversas orientaciones antropológicas. En cualquier caso, la filosofía estirneriana es tremendamente útil para salvar la libertad personal y para escapar del conformismo dentro de alianzas temporales buscadas solo por la propia conveniencia de los individuos. El conformismo es sinónimo de una falsa humildad, de humillación y austeridad, análisis en el que se ve que Stirner adelantar una critica feroz al cristianismo.
Realiza Díaz un alegato moral, a favor y en contra de Stirner, en el que no puede reprochársele no poner toda la carne en el asador. Las críticas a Stirner que realiza han sido asumidas dentro del anarquismo, como es el caso de la fuerza de la clase trabajadora, la cual es atacada a veces en El único y su propiedad por temor a la creación de un nuevo altar social en el que el individuo se viera sacrificado. Parece que Stirner fue fiel a sí mismo también en su carencia de una visión científica y analítica de mayor envergadura, en muchos aspectos es posible que fuera su propio mundo el que le condicionó en su pensamiento. Como a Díaz, nos fascina Stirner y lo defendemos en gran medida, porque en última instancia se trata de ideas que hacen de contrapeso a un necesario análisis social y político de mayor calado. El individualismo insolidario en la sociedad actual, más producto de la enajenación que de cualquier otra cosa, poco tiene que ver con lo proclamado por Stirner. Precisamente, es deseable que cada individuo emprenda la búsqueda de un autonomía basada en una identidad en permanente construcción y cuestionamiento de toda fuerza externa que la enajene. Carlos Díaz, y estamos con él, apuesta por un nivel superior de egoísmo, un egoísmo solidario que adquiere una dimensión social, a la vez sana y enferma, pero real y deseable.
Enlace a la edición de El único y su propiedad de Utopía Libertaria.
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