Gustave Doré (1832-1883). El imaginario al poder
Gustave Doré Íntimo y espectacular
Gustave Doré, contemporáneo exacto de Edouard Manet, sufrió, como éste último, el rechazo de la crítica de su época. Pero mientras que Manet se ha convertido en el héroe de la modernidad, Doré ha seguido siendo para muchos el más ilustre de los ilustradores: algunas ilustraciones para la Bibliao el Infierno de Dante son imágenes que se mantienen grabadas para siempre en nuestra memoria colectiva.Al tener en vida y tras su muerte una difusión sin parangón en Europa y Estados Unidos, fue uno de los grandes comunicadores de la cultura europea, tanto por la ilustración de los grandes clásicos (Dante, Rabelais, Cervantes, La Fontaine, Milton…) como la obra de sus contemporáneos (Balzac, Gautier, Poe, Coleridge, Tennyson…).
Doré parece no haber tenido ningún límite creador: dibujante, caricaturista, ilustrador, acuarelista, pintor, escultor… se afirma de esta forma como un artista proteiforme que abarca los principales géneros y formatos de su época, desde la sátira hasta la religión, desde el croquis hasta los lienzos monumentales.
Desempeña no solo un protagonismo central en la cultura visual del siglo XIX, pero también, marca el imaginario del siglo XX y de comienzos del XXI, tanto para el cómic, del que está considerado como uno de los padres fundadores, como en el ámbito cinematográfico. Como ningún otro artista de su siglo, Doré, da a ver mediante el filtro de su "ojo visionario", todas técnicas reunidas, el rebosante y habitado espectáculo de los mundos poéticos, procedente de su imaginario, como una perpetua búsqueda de nuevas fronteras.
El artista y los saltimbanquis
Gitanos, saltimbanquis, pitonisas… aparecen con frecuencia en la obra gráfica, pitada y esculpida de Doré. Éste comparte con su contemporáneo Daumier un interés sincero por el mundo feriante. Acróbata emérito, se disfraza ocasionalmente en Pierrot, durante veladas de disfraces. Tanto relatos biográficos como caricaturas, presentan a menudo al artista en exhibicionista.Evidentemente, el propio Doré juega con esta imagen de saltimbanqui, que le va a perjudicar. Su agilidad, su virtuosismo, su "facilidad", su polivalencia serán, en efecto, consideradas como sospechosas, en el mundo del arte de la década de 1860-1870. Mediante la iconografía de los saltimbanquis, Doré comunica sin duda el sentimiento de exclusión que siente frente al mundo de la pintura oficial.
Figuras del infierno y de la muerte
En 1861, Doré se destaca en la escena artística parisina, ilustrando El Infierno de Dante y presenta, en el Salón, una pintura monumental que también tiene la misma inspiración, Dante y Virgilio. El tema de las visiones infernales interesó al artista a lo largo de toda su carrera, mientras que los temas entrecruzados del amor y de la muerte resurgen en diversas ocasiones: al morir el poeta Gérard de Nerval, en el momento de la guerra franco-prusiana de 1870, y tras fallecer su madre en 1879.En torno al final de su vida, melancólico, a veces depresivo, abarca, en particular en el ámbito de la escultura, temas mórbidos o inquietantes. Doré acaba, así mismo, la ilustración del poema de Edgar A. Poe, El Cuervo, que pone en escena un escritor en duelo de la mujer amada. No verá la finalización de la obra, que se publica en Inglaterra y en Estados Unidos poco después de su muerte.
Doré escultor
Doré llegó tarde a la escultura, en 1877, mostrando en el Salón La Parca y el Amor, sin demasiadas ilusiones respecto a su acogida: "No me faltarán críticas y ataques, porque creo que a más de uno le molestará verme como escultor, pero en fin, también espero encontrar buenos defensores". Pintor convertido en escultor autodidacta, se lanza en esta disciplina sin formación previa, pero adquiere sin dificultad un virtuosismo equivalente al que despliega en pintura.El redescubrimiento del yeso original de laParca y el Amorpermite medir sus talentos, reales, de escultor.
Esta pasión de los últimos años de su vida logra proporcionar obras ingeniosas y brillantes, enmarcadas en una tradición formal clásica y un naturalismo nutrido por el academicismo, que domina entonces la estética de la escultura de la década de 1870. Doré propone una variación a menudo inspirada por una iconografía compleja, puesta al servicio de lo extraño, o de un gusto afirmado por el desequilibrio de la composición.
La obra esculpida de Doré se divide entre obras alegóricas ambiciosas o extravagantes, de grandes dimensiones, y bronces de dimensiones más reducidas, destinados a una edición de calidad, en pocos ejemplares, cuya disparidad de inspiración desconcierta a muchos de sus contemporáneos: Doré no tuvo el reconocimiento que ambicionaba como escultor.
El espectáculo de lo religioso
La reputación de Doré como "pintor predicador" (preacher painter) se establece en el último tercio de su carrera, tras su famosa ilustración de la Santa Biblia en 1866. Poco después, emprende numerosas obras religiosas espectaculares, destinadas a la galería de la que es el cofundador en Londres, en 1867-1868, la Doré Gallery.Los críticos contemporáneos, de Théophile Gautier a Emile Zola, están de acuerdo, considerando las producciones del artista de una alta fuerza dramática, teatral, incluso fantasmagórica, que culmina en las diferentes versiones del colosal Cristo saliendo del tribunal.
Este poder de lo espectacular halla su vocabulario en el bullicio de las figuras y explica que estas obras, en las que el sentimiento religioso se comunica con una potencia casi orquestal, sirvieran en seguida de materia para diversos espectáculos: proyecciones de linterna mágica, cuadros vivos, representaciones de la Pasión… Fue en el cine, y ello desde sus orígenes, que la obra de Doré tuvo una influencia considerable y duradera.
De la caricatura al paisaje
Antes de convertirse en el más famoso de los ilustradores, Doré comienza en el ámbito de la caricatura y de la prensa periódica, como muchos artistas jóvenes en busca de notoriedad.
El famoso editor parisino, Charles Philipon, es su primer mentor. Daumier o Cham pasan a ser sus colegas. Tras un periodo de prueba, se le contrata en 1848.
En el ámbito del libro, Doré adquiere una reputación, gracias a la ilustración de obras de Rabelais (1854) y de los Cuentos droláticos de Balzac (1855). En el mismo momento, declara darse como objetivo "hacer en un formato uniforme y con el propósito de conformar una colección, todas las obras maestras de la literatura, ya sea épica, cómica, trágica", en gran formato.
En la década de 1860, Doré adquiere una notoriedad internacional gracias a la ilustración de la Santa Biblia y del Infierno de Dante. Se convierte además en uno de los artistas más hispanófilos y más anglófilos de su generación, logrando una fortuna considerable en el Reino Unido gracias a la "Doré Gallery" de la que es el cofundador en Londres, en 1867-1868. Gran Bretaña y España, bajo el ángulo literario o pintoresco, van a inspirar a Doré de forma duradera, tanto para la ilustración como en pintura.
Doré no se limita a esta última e utiliza a la vez - a veces con dimensiones excepcionales - la aguada y la acuarela. Expone regularmente sus obras en París, en el Salón, y en Londres, en los locales de la "Doré Gallery".
Además de cuadros históricos, religiosos o escenas costumbristas, a menudo inspiradas por las ilustraciones, Doré, apasionado por el alpinismo, expone numerosos paisajes, vistos con motivo de sus frecuentes desplazamientos a Saboya, Vosges, España, Escocia y, sobre todo, Suiza. Se convierte, así mismo, en Francia en uno de los principales representantes del paisaje de montaña, en el siglo XIX, entregando visiones espectaculares y líricas.
En el ámbito del libro, Doré adquiere una reputación, gracias a la ilustración de obras de Rabelais (1854) y de los Cuentos droláticos de Balzac (1855). En el mismo momento, declara darse como objetivo "hacer en un formato uniforme y con el propósito de conformar una colección, todas las obras maestras de la literatura, ya sea épica, cómica, trágica", en gran formato.
En la década de 1860, Doré adquiere una notoriedad internacional gracias a la ilustración de la Santa Biblia y del Infierno de Dante. Se convierte además en uno de los artistas más hispanófilos y más anglófilos de su generación, logrando una fortuna considerable en el Reino Unido gracias a la "Doré Gallery" de la que es el cofundador en Londres, en 1867-1868. Gran Bretaña y España, bajo el ángulo literario o pintoresco, van a inspirar a Doré de forma duradera, tanto para la ilustración como en pintura.
Doré no se limita a esta última e utiliza a la vez - a veces con dimensiones excepcionales - la aguada y la acuarela. Expone regularmente sus obras en París, en el Salón, y en Londres, en los locales de la "Doré Gallery".
Además de cuadros históricos, religiosos o escenas costumbristas, a menudo inspiradas por las ilustraciones, Doré, apasionado por el alpinismo, expone numerosos paisajes, vistos con motivo de sus frecuentes desplazamientos a Saboya, Vosges, España, Escocia y, sobre todo, Suiza. Se convierte, así mismo, en Francia en uno de los principales representantes del paisaje de montaña, en el siglo XIX, entregando visiones espectaculares y líricas.
Crónicas satíricas y libros ilustrados
De niño, Gustave dibuja álbumes e historias que toman por modelo el repertorio de la fábula animal, la obra de J.-J. Grandville (1803-1847) y del ginebrino Rodolphe Töpffer (1799-1846), cuyos álbumes o "historias en estampas" tuvieron mucho éxito en París. Estos álbumes fueron plagiados por la casa Aubert, para la que trabaja Doré en cuanto llega a la capital, en el otoño de 1847.Aunque la actualidad política está marcada por la Revolución de Febrero de 1848 y el final de la Monarquía de Julio, el joven artista transmite con prudencia la vida parisina en el Journal pour rire, y renueva el género del relato mediante la imagen.
En la prensa ilustrada, como Musée français-anglais dirigido por Philipon, Doré experimenta diversos temas - escenas costumbristas, episodios históricos y páginas religiosas - que desarrollará en pintura. En el mismo momento, se orienta hacia la ilustración de autores contemporáneos. Comienza especializándose en la literatura excéntrica, pero rápidamente abarca los clásicos franceses, italianos, alemanes, españoles y sobre todo ingleses. Su obra ilustrada tuvo desde entonces una difusión internacional, absolutamente sin parangón en la historia del arte y de la edición de los siglos XIX y XX.
La fábrica del libro
La ilustración de la obra de Rabelais, emprendida en dos ocasiones, en 1854 con el editor Bry y en 1873 con Garnier, permite seguir la evolución de las prácticas de la edición ilustrada, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. El volumen de 1854 forma parte de una colección de "Obras maestras europeas".Como frontispicio, Doré imagina a Rabelais entreabriendo las páginas de un libro monumental. En ello podríamos ver una proyección de la figura del ilustrador a punto de redistribuir, en formato monumental, los clásicos de la literatura europea.
Ambos in-folio que conforman la segunda edición de 1873 son particularmente ambiciosos y cuentan con 61 ilustraciones independientes y 656 viñetas. Cerca de un centenar de temas son recuperados de la edición de 1854, otros de los Cuentos droláticos de Balzac de 1855. El contrato indica que Doré debe recibir 800 francos por unidad, ya sea en total 80.000 francos, importe entonces considerable.
Tiene la responsabilidad de toda la parte iconográfica y reparte los temas a los grabadores, entre ellos Stéphane Pannemaker. Doré corrige las pruebas que se le someten, pero las matrices de madera y los estereotipos metálicos, realizados para facilitar las reediciones, siguen siendo propiedad de los editores.
Esta suntuosa edición de las Obras de Rabelais tiene un coste de doscientos francos, en cuanto a la edición estándar, precio muy alto para la época, el doble de los volúmenes usuales, y hasta quinientos francos para la edición de lujo, en papel de China. De forma paralela, Doré ejecuta grandes acuarelas que expone y que acompañan la edición.
Visiones inglesas: Londres y Shakespeare
Londres, primera megalópolis industrial y capitalista, en la que se profundizan las desigualdades sociales, desempeña un papel singular en el imaginario europeo del siglo XIX. Doré acude allí como "reportero", unos cuantos años antes de la guerra de 1870 y su obra da fe de una mirada francesa, fascinada por una nación vecina, diferente, en competencia, a pesar del acercamiento que se produjo durante el Segundo Imperio, mirada que alterna y superpone las cosas vistas y aquellas imaginadas.London: a Pilgrimage fue publicado primero en Inglaterra en 1872, y posteriormente reeditado en Francia, con un texto nuevo, en 1876. Para este volumen excepcional, que ha labrado sosteniblemente la imagen continental del Londres victoriano, Doré exploró los diversos barrios de esta "nueva Babilonia", en compañía del periodista Blanchard Jerrold, autor del texto.
Visitó sus barrios de mala fama, de noche, escoltado por policías. La obra se esfuerza por representar, mediante la pluma y el lápiz, los extremos de la vida social londinense, por enfoques sucesivos y contrastados, de la sombra de los bajos fondos a la luz de los campos de carreras en los que se relaja la alta burguesía.
Unos años antes, en 1867-1868, Doré fue el cofundador de la "Doré Gallery", sita New Bond Street, que le permite exponer sus obras en Londres. De forma simultánea, abarca los clásicos ingleses, tanto modernos como antiguos.
La ilustración de los Idiliosdel poeta Alfred Tennyson genera reacciones variadas, por parte de la población del otro lado de La Manga, que reprochan a sus personajes ser demasiado poco "ingleses" en cuanto a la fisionomía. La ilustración del Paraíso perdido de Milton en 1866, de los poemas de Thomas Hood en 1870 y, posteriormente, de la Canción del viejo marinero de Coleridge, en 1876, tenían que servir de preludio para la obra maestra de Doré: la ilustración de Shakespeare, para la que preveía nada menos que mil imágenes.
La España de Don Quijote
Del lado opuesto a Londres, España parece ser una tierra salvaje y pintoresca: gótica y morisca, nación católica poblada de bandoleros y mendigos… Son muchos los pintores y escritores franceses que acuden aquí, desde el comienzo del siglo XIX: Delacroix, Nanteuil, Hugo, Mérimée, Gautier, Dumas… Al exotismo de la inspiración se superpone la fascinación de un mundo anterior a la Revolución y a la industrialización, un mundo que los franceses ya ven contenido en su totalidad en el Don Quijote de Cervantes. En París, la galería de pintura española, constituida por el rey Luis Felipe en el Louvre, también desempeña un papel importante.Doré viaja a España en varias ocasiones, primero en 1855, en compañía de Théophile Gautier y del editor Paul Dalloz. En 1861, respondiendo a un encargo del diario Le Tour du monde de la Librería Hachette, regresa con el barón Jean Charles Davillier, hispanófilo experto, que realizará el relato de su periplo.
Doré acude sobre todo para preparar la ilustración del Quijote: "Voy pues a la patria de este ilustre hidalgo para estudiar todos los lugares que ha recorrido y llenado con sus hazañas y, realizar de este modo algo que tendrá su perfume local".
La novela de Cervantes es uno de los relatos más ilustrados de la literatura europea, pero Doré quiere superar a sus predecesores. Cuando se publicó en 1863, la obra fue el objeto de unánimes elogios, incluso por parte de Emile Zola: "A esto le llamamos ilustrar una obra: yo pretendo que es volverla a hacer. En lugar de una obra maestra, la mente humana ya cuenta con dos".
Religión y pathos
Doré abarca el arte religioso en la segunda mitad de la década de 1850, primero en la prensa ilustrada. Contemporánea de las polémicas provocadas por laVida de Jesús de Ernest Renan en 1863, su monumental Santa Bibliailustrada, publicada en 1866 marca un giro decisivo.La "Biblia de Doré" va a marcar de forma duradera la renovación del arte religioso que afecta Europa, en el último tercio del siglo. Nunca en la historia de las representaciones cristianas se había ilustrado tanto e "imaginado" tanto la Biblia - aunque se corriera el riesgo de chocar algunas sensibilidades.
Así mismo, en cabeza del tomo primero, el retrato de Dios en pie encima de una nube creando el mundo, mostrado en la librería de Cassel en Londres, tendrá que ser retirado, frente a las protestas del público.
A la vez que multiplica las ideas y los puntos de vista inéditos, Doré hace referencia a los grandes clásicos del género. Trata de este modo el Calvario, en una serie de escenas, entre estas algunas inspiradas por los efectos de claroscuro de las aguafuertes de Rembrandt.
Mientras se está imprimiendo la Biblia, Doré tiene un cierto éxito en el Salón de 1865, gracias a un pequeño lienzo, El Ángel de Tobit, adquirido por el Estado para el museo del Luxemburgo, éxito que sin embargo no se volverá a repetir en los siguientes Salones. Doré sabe explotar, para su pintura de inspiración religiosa, el gusto orientalista, que gozaba entonces del favor del público, como en La Casa de Caifás (1875).
Los Mártires cristianos y El Calvario exploran temas que obsesionan la obra de un famoso colega contemporáneo con el que Doré no parece haberse relacionado, Jean-Léon Gérôme (1824-1904). Sin embargo, Doré no practica, como éste último, la elipsis narrativa y llena sus obras de ángeles evanescentes y de muchedumbres compactas.
1870: El año terrible
El "Año terrible" según la palabra de Victor Hugo, es el de la derrota frente a Prusia, del Sitio de París, seguido por la guerra civil durante la Comuna de París, en 1871.Doré se alista como voluntario en la guardia nacional, lo que le permite ser, según sus propios términos, "testigo de muchos dramas y episodios de ruinas". También toma el lápiz y el pincel para dar fe de ello, realizando posteriormente anotaciones gráficas puestas en escena.
Capta ambientes nocturnos y abrasados, y después transforma estas "cosas vistas" en visiones alegóricas. Las grandes aguadas y las pinturas, en tonos oscuros o grisallas, están al unísono con el clima de la guerra y de la derrota que hiere al país y París en particular.
El sitio de la capital, durante el otoño de 1870 le inspira un conjunto de obras cuyo carácter realista se aleja del tratamiento alegórico de sus creaciones patrióticas.
Durante la Comuna, se retira a Versalles, y en el mismo momento Doré reanuda con sus actividades de caricaturista, tras muchos años. Más brillante que nunca, se burla de todos, de los rígidos prusianos, de las fisionomías de los Comuneros y de las incendiarias, apodadas entonces las "petroleras".
El 24 de abril de 1871, escribe a un amigo cercano alsaciano: "Quisiera, estimado Arthur, que me quedaran veinte folios para decirte todas las peripecias y angustias por las que estamos pasando, desde hará pronto un mes. Esto supera lo verosímil y esta época parece verdaderamente ficción". La pérdida de su tierra natal, Alsacia, afecta particularmente a Doré.
Paisajes pintorescos y sublimes
Doré fue uno de los principales pintores de paisajes franceses, de la segunda mitad del siglo XIX. Abarca este género, que le acompañará a lo largo de toda su carrera, sobre todo a partir de la década de 1860, en todas sus facetas, pintoresca y sublime, meditativa y dramática.
Influenciado tanto por Alexandre Calame como por Gustave Courbet, Doré, viajero deportista e incansable, apasionado por el alpinismo, recorre la Francia marítima, vosgiense, saboyana y pirenaica, pero también el Tirol, y en particular Suiza y Escocia. Fue allí que, en abril de 1873, en la región de Braemar, Balmoral y Ballater, se puso en serio a la acuarela de la que se convirtió en un brillante representante, en el seno de la Sociedad de los Acuarelistas Franceses, de 1879 a 1882.
El paisaje en general, y la montaña en particular, están impregnados por la imaginación literaria: "He regresado impresionado por este bello país, tan agreste y novelesco", escribe a una amiga inglesa, tras su estancia en Escocia. A medida que van pasando los años, Doré tiende a reducir la presencia humana en sus composiciones, hasta evacuarla. Parece que en la naturaleza, nada se le escapa, a este ojo curioso, a esta mano siempre dispuesta a captar un cielo oscuro, un tumultuoso torrente, la luz tras la tempestad, con un afecto además por las vistas nocturnas o crepusculares. Líricas, estas visiones de una espectacularidad soñadora y contemplativa siguen siendo, para algunos, unas de las más sorprendentes representaciones de paisajes, de mitades del siglo. Sus armónicas construcciones nos hacen pensar en aquellas de un Caspar David Friedrich, al que Doré se une en una cierta religiosidad, frente al espectáculo de la naturaleza.
Gustave Doré y el cine
Según Ray Harrihausen (1920-2013), maestro de los efectos especiales cinematográficos, "Gustave Doré habría sido un gran jefe operador (…) mira las cosas con el punto de vista de la cámara". La obra de Doré ha marcado de forma indeleble el imaginario fílmico, desde sus orígenes. Y el cine, a cambio, ha "grabado" a Doré en el imaginario del siglo XX.Hay pocas películas sobre la Biblia, desdeVida y Pasión de Jesucristo producido por Pathé en 1902, que no hagan referencia a sus ilustraciones, ni adaptación cinematográfica de Dante o también del Quijote que no le hayan tomado por modelo, de Georg Wilhelm Pabst y Orson Welles a Terry Gilliam.
No hay películas sobre la vida londinense y victoriana que no se inspiren, para sus decorados, en sus visiones de Londres, una peregrinación, ya sea en David Lean, Roman Polanski o Tim Burton. Muchas escenas oníricas, fantásticas, fantasmagóricas proceden de la obra gráfica de Doré, desde el Viaje a la luna de Georges Méliès en 1902.
Sus selvas "primitivas", en particular las de Atalá, han servido para las distintas versiones de King Kong, de 1933 hasta la película de 2005 por Peter Jackson que ya se había apoyado en la obra de Doré enEl Señor de los anillos (2001 y 2003). Cabe también evocar la deuda de Jean Cocteau con respecto a las ilustraciones de losCuentos de Perrault en La Bella y la bestia (1945), de George Lucas para el personaje de Chewbacca en la Guerra de las galaxias (1977), hasta la saga de Harry Potter.
Por fin, en el ámbito del dibujo animado o de la animación, la deuda de Walt Disney hacia Doré es inmensa, como la de los realizadores que han dado vida al gato deShrek (desde 2004). Directamente inspirado del Gato con botas, el dinámico felino ha sido elegido como figura emblemática de esta exposición.
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