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Cursillo de orientación ideológica para García Márquez


Fernando Vallejo

Tomado de la pagina:http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=2352


Sin duda, el conocido anarquista antioqueño no tiene de la Cuba castrista la misma idea que propagan por ahí los devotos de un santo muy colombiano: San Mamerto. Al respecto, Vallejo traba espadas con nadie menos que Gabriel García Márquez, y si salen chispas, es porque la esgrima es de lujo y las armas de cuño toledano.
Cursillo de orientación ideológica
Hombre Gabo: Te voy a contar historias de Cuba porque aunque no me creás yo también he estado ahí: dos veces. Dos vecesitas nomás, y separadas por diez años, pero que me dan el derecho a decir, a opinar, a pontificar, que es lo que me gusta a mí, aunque por lo pronto sólo te voy a hablar ex catedra, no como persona infalible que es lo que suelo ser. Así que podés hacerme caso o no, creerme o no, verme o no. Si bien el águila, como su nombre lo indica, tiene ojo de águila, cuando vuela alto se traiciona y no ve los gusanos de la tierra. Eso sí lo tengo yo muy claro.

Llegué a Cuba la primera vez con inmunidad diplomática, en gira oficial arrimado a una compañía de cómicos mexicanos que protegía el presidente de México, protector a su vez de Cuba, Luis Echeverría. No sé si lo conocés. Con él nunca te he visto retratado. Retratado en el periódico te he visto con Fidelito Castro, Felipito González, Cesarito Gaviria, Miguelito de la Madrid, Carlitos Andrés Pérez, Carlitos Salinas de G., Ernestico Samper. Caballeros todos a carta cabal, sin cuentas en Suiza ni con la ley, por encima de toda duda. ¿Con el Papa también? Eso sí no sé, ya no me acuerdo, me está entrando el mal de Alzheimer. Sé que le tenías puesto el ojo, tu ojo de águila, a Luis Donaldo Colosio, pero te lo mataron. Me acuerdo muy bien de que cuando lo destaparon (cuando lo destapó tu pequeño amigo Carlitos Salinas de G. para que lo sucediera en su puesto, la presidencia de México, supremo bien) madrugaste a felicitarlo. Le diste, como quien dice (como se dice en México) “un madrugón”.

—¿Y qué hace usted, Gabo, en casa del licenciado Colosio tan temprano? ¿Es que es amigo de él? —te preguntaban los reporteros curiosos.

—No —les contestaste—. Pero voy a ser. Tenemos muchas afinidades los dos.

—¿Como cuáles?

—Como el gusto por las rancheras. Nos encantan a los dos las rancheras. Por eso madrugué hoy a cantarle “Las mañanitas”.

Gabo: Estuviste genial. Me sentí en México tan orgulloso de vos y de ser colombiano...

Donde sí no te vi fue en el entierro de Colosio cuando lo mataron (cuando lo mató el que lo destapó, vos ya sabés quién porque era tu amigacho). E hiciste bien. No hay que perder el tiempo con muertos. Que los muertos entierren a sus muertos, y que se los coman los gusanos, y que les canten “Las mañanitas” sus putas madres.

¿Pero por qué te estoy contando a vos esto, tu propia vida, que vos conocés tan bien? ¿Narrándole yo, un pobre autor de primera persona, a un narrador omnisciente de tercera persona su propia vida? ¿Eso no es el colmo de los colmos? No, Gabito: Es que yo soy biógrafo de vocación, escarbador de vidas ajenas, y te vengo siguiendo la pista de periódico en periódico, de país en país y de foto en foto en el curso de todos estos largos años por devoción y admiración. Tu vida me la sé al dedillo, pero ay, desde fuera, no desde dentro porque no soy narrador de tercera persona y no leo, como vos, los pensamientos. Vos me llevás a mí en esto mucha ventaja desde que descubriste a Faulkner, la tercera persona, el hielo y el imán.

Y a propósito de hielo. Ahora me acuerdo de que te vi también en el periódico con Clinton en una fiesta en palacio, en México, “rompiendo el hielo”, como les explicaste a los periodistas cuando te preguntaron y les contestaste con esa expresión genial. Vos de hielo sí sabés más que nadie y tenés autoridad para hablar. ¿En qué idioma hablaste con Clinton, Gabito? ¿En inglés? ¿O le hablaste en español cubano? Ese Clinton en mexicano es un verdadero “mamón”, que se traduce al colombiano como una persona “inmamable”. Ay, esta América Latina nuestra es una colcha de retazos lingüísticos. Por eso estamos como estamos. Por eso el imperialismo yanqui nos tiene puesta la bota encima, por nuestra desunión. Si vos vas de palacio en palacio —del de Nariño al de Miraflores, del de Miraflores a Los Pinos, de Los Pinos a La Moncloa—, lo que estás haciendo es unirnos. Vos en el fondo no sos más que un sueño bolivariano. Gracias, Gabo, te las doy muy efusivas en nombre de este continente y muy en especial de Colombia. Sé que ahora andás muy oficioso entre Pastrana y la guerrilla rompiendo el hielo. Vas a ver que lo vas a romper.

Bueno, te decía que he estado dos veces en Cuba y que me fue muy bien. En la primera me conseguí un muchacho esplendoroso, y te paso a detallar enseguida una de las más grandes hazañas de mi vida: cómo lo metí al hotel. Pero te lo presento primero en la calle vestido para que le quitemos después la ropa prenda a prenda en la intimidad del cuarto: de dieciséis tiernos añitos, de ojos verdes, morenito, con una sexualidad que no le cabía en los pantalones, lo que se dice una alucinación. Sus ojos verdes deslumbrantes se fijaron en los pobres ojos míos apagados, y la chispa de sus ojos viéndome incendió el aire. ¡Uy Gabo, qué incendio, qué inmenso incendio en Cuba, el incendio del amor! Menos mal que medio lo apagamos después en el cuarto, porque si no, les quemamos los cañaverales y listo, se acabó la zafra.

—¿Cómo te llamas, niño? —le pregunté.

—Jesús —me contestó.

Se llamaba como el Redentor.

—¿Y qué podemos hacer a estas alturas de mi vida y a estas horas de la noche? —le pregunté.

—Hacemos lo que tú quieras —me contestó.

—Entonces vamos a mi hotel.

—Aquí los cubanos no podemos ir a ninguna playa ni entrar a ningún hotel —me explicó—. Pero caminemos que esos que vienen ahí son de la Seguridad del Estado, y además nos están viendo desde aquel Comité de Defensa de la Revolución.

—¿Y de quién la están defendiendo?

—No sé.

La estarán defendiendo, Gabo, de los pájaros. Vos me entendés porque vos sos un águila.

Los dos pájaros o maricas seguimos caminando, y caminando, caminando llegamos a los prados del Hotel Nacional. Era el único sitio solitario en toda La Habana. A mi hotel, el Habana Libre, ex hotel Hilton (que construyó Batista pues la revolución no ha construido nada), era imposible entrar con Jesús: el hall era un hervidero de ojos y oídos espiándonos. El estalinismo, ya sabés Gabito, que es lo que procede montar en estos casos: si al pueblo se le deja libre acaba hasta con el nido de la perra y de paso con la revolución.

Elaborado por Oscar Perez

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