animales será el mismo que el de una persona dispuesta a conseguir pareja a cualquier precio. ¿Podemos hablar de «ligón» (o «ligona») si observamos que una persona en una fiesta abandona el movimiento browniano por un vuelo de Lévy? ¿Son los(las) ligones(as) depredadores de la noche?
Pareciera que el vuelo de Lévy optimiza las chances de éxito en una caza (¿de cualquier tipo?). Quizás Cortázar sí lo intuía de alguna manera y la analogía con el movimiento browniano, con ese azar puro que mueve partículas inertes de aquí para allá, haya sido premeditada, agregando de esta manera una carga de dramatismo adicional a la ya tormentosa relación entre Oliveira y la Maga.
¿Depredadores de la noche? Vuelo de Lévy, ligones y Cortázar
En ecología y física estadística, se sabe que existen dos grandes modelos de movimiento aleatorio: el movimiento browniano, caracterizado por trayectorias cortas y caóticas, y el vuelo de Lévy, que introduce saltos largos intercalados con trayectorias más locales, optimizando la búsqueda en entornos de recursos dispersos. Muchos animales —desde tiburones hasta albatros— parecen moverse de acuerdo con patrones de Lévy cuando cazan, porque ello incrementa sus probabilidades de éxito.
Si trasladamos esta lógica a lo humano, la pregunta se vuelve sugerente: ¿acaso los «ligones» de la noche, aquellos que recorren fiestas o bares con el único objetivo de conseguir pareja, no actúan como depredadores que cambian el azar browniano de moverse sin rumbo por una estrategia de Lévy que maximiza oportunidades? Saltar de un grupo a otro, probar suerte en distintos círculos sociales, insistir en diferentes puntos de la sala: todo ello responde más a una táctica de búsqueda que a un simple vagar azaroso.
Aquí surge una cuestión ética y cultural: ¿hasta qué punto el «ligón» es un estratega y hasta qué punto es un depredador? En el reino animal, el vuelo de Lévy es una estrategia adaptativa; en el mundo humano, la misma lógica puede ser leída como insistencia, cálculo o incluso agresividad.
Julio Cortázar, en Rayuela, parece intuir algo de esta tensión. La relación entre Oliveira y la Maga oscila entre el azar browniano del encuentro fortuito y el dramatismo de un destino marcado por saltos, separaciones y reencuentros que recuerdan un patrón de Lévy. La metáfora científica añade aquí una capa de sentido: el movimiento errático no es puro caos, sino búsqueda, y la búsqueda siempre está teñida de deseo, estrategia y vulnerabilidad.
Quizás, en última instancia, la diferencia entre depredador y amante esté en la conciencia: mientras el animal sigue instintos optimizados por la evolución, el ser humano es capaz de reflexionar sobre su modo de moverse en el mundo, sobre los daños o vínculos que genera. Así, lo que en un tiburón es pura biología, en un «ligón» se convierte en ética y en literatura.
👉 ¿Quieres que lo complete con referencias científicas (tipo papers de Lévy flights en biología) y literarias (citas directas de Rayuela) para darle más peso académico, o prefieres mantenerlo en tono ensayo filosófico-literario?
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