De víctimas a verdugos: el antisemitismo europeo y la paradoja israelí
Introducción
La historia del pueblo judío ha estado marcada por una dialéctica de opresión y resistencia. Desde la expulsión de los judíos de España en 1492, los guetos europeos, las acusaciones de deicidio y usura, hasta la culminación del horror en el Holocausto nazi, los judíos han sido representados como víctimas de un odio persistente. Sin embargo, el establecimiento del Estado de Israel en 1948 transformó radicalmente su situación histórica: de minoría perseguida en Europa pasaron a convertirse, en Palestina, en una potencia militar con un rol de dominación frente a otro pueblo —los palestinos. Esta paradoja ha alimentado una tensión ética y política: ¿cómo un pueblo que sufrió tanto bajo la opresión puede reproducir, bajo otras formas, prácticas de violencia y exclusión?
El antisemitismo como raíz cultural
El antisemitismo en Europa no surgió con Hitler; tiene raíces profundas en la cultura occidental. Un ejemplo literario emblemático es El mercader de Venecia de Shakespeare (1596). En la figura de Shylock, el prestamista judío, se cristalizan siglos de prejuicios que asociaban a los judíos con la avaricia, la usura y la venganza. Sin embargo, en uno de los parlamentos más conmovedores de la obra, Shylock recuerda la humanidad común que trasciende credos y razas:
“¿No tenemos ojos los judíos? ¿No tenemos manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones?... Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos envenenáis, ¿no perecemos?” (El mercader de Venecia, Acto III, Escena I).
Este monólogo muestra cómo el antisemitismo estaba tan normalizado en la Europa cristiana que incluso una defensa de igualdad sonaba como un alegato desesperado contra la barbarie.
El Holocausto: la victimización absoluta
El clímax de este odio fue el Holocausto. Seis millones de judíos exterminados en campos de concentración representaron no solo un crimen contra la humanidad, sino también el fracaso moral de la modernidad europea. El antisemitismo, lejos de ser un prejuicio medieval, se reconfiguró en clave racial y pseudocientífica en el siglo XX.
Israel y la paradoja histórica
Con la creación del Estado de Israel en 1948, bajo la promesa de ser un refugio para un pueblo históricamente perseguido, se esperaba una nación que encarnara la memoria del sufrimiento y el anhelo de justicia. Sin embargo, desde las guerras árabe-israelíes hasta la ocupación de territorios palestinos y el bloqueo a Gaza, muchos observadores señalan que el Estado israelí pasó a ejercer prácticas de opresión similares a las que antes sufrió. Como señala Ilan Pappé (2006), en la llamada “limpieza étnica de Palestina”, los palestinos fueron expulsados de sus tierras en un proceso paralelo al que los judíos habían vivido en Europa.
La memoria y el espejo ético
Aquí surge la paradoja: un pueblo que encarnaba la figura de la víctima universal puede, en el ejercicio del poder, transformarse en opresor. Walter Benjamin advertía que “no hay documento de cultura que no lo sea también de barbarie” (Tesis sobre la historia, 1940). Israel es al mismo tiempo símbolo de supervivencia y de nuevas formas de violencia.
Conclusión
La cita de Shylock en El mercader de Venecia nos recuerda la humanidad común que debería guiar la convivencia. Sin embargo, la historia muestra que el sufrimiento no inmuniza contra la violencia: a veces la perpetúa. El paso de los judíos de víctimas en Europa a verdugos en Palestina revela cómo la memoria del dolor puede convertirse en justificación de nuevas injusticias. La gran lección, entonces, no es solo recordar el pasado, sino evitar reproducirlo sobre otros.
📚 Referencias breves (APA 7):
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Benjamin, W. (2008). Tesis sobre la filosofía de la historia. Madrid: Abada. (Obra original de 1940).
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Pappé, I. (2006). The Ethnic Cleansing of Palestine. Oxford: Oneworld.
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Shakespeare, W. (2008). El mercader de Venecia (A. C. Huarte, Trad.). Madrid: Cátedra. (Obra original publicada en 1596).
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- Cebo para pescar. Si no alimenta otra cosa, alimentará mi venganza. Ha infamado mi nombre, y me ha hecho perder medio millón. Se ha reído de mis pérdidas y burlado de mis ganancias. Ha insultado a mi raza, hundido mis negocios, enfriado a mis amigos he inflamado a mis enemigos, ¿Y cuál es su razón? ¡Que soy judío! ¿No tenemos ojos los judíos? ¿No tenemos manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No comemos lo mismo? ¿No nos hieren las mismas armas, no sufrimos las mismas dolencias y nos curan los mismos remedios? ¿No sufrimos en invierno y en verano el mismo frío y el mismo calor que los cristianos? Y si nos pincháis, ¿No sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿No reímos?, si nos envenenáis, ¿No perecemos? y si nos ofendéis, ¿No vamos a vengarnos? Si en todo lo demás somos iguales, también en eso lo seremos.
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