El infierno son los otros
El infierno, según Jean-Paul Sartre, es la mirada ajena, esa mirada pesquisante que me descubre y revela y que me penetra; una mirada invasiva que me incomoda, disgusta y ofende; la mirada del entrometimiento, intrusa e inmiscuidiza, y no sólo infernal, sino infiernizante.
Vicente Fatone, en su Introducción al Existencialismo, dice:
“Quisiéramos ser la mirada que todo lo ve y que no es vista por nadie. Quisiéramos ser como Dios, a quien se concibe precisamente como la mirada que todo lo ve y a la que nadie puede ver. Quisiéramos espiarlo todo como espiábamos cuando niños por el ojo de la cerradura.
“Cuando cruzo mi mirada con otro, entablo con él un duelo; y si lo obligo a bajar la vista y entregarse como cosa bajo mi mirada, habré conseguido que deje de mirarme y de convertirme en cosa; yo seré su infierno, y no él el mío.” (Vicente Fatone, Introducción al Existencialismo. Tercera edición. Buenos Aires, Editorial Columba, 1957, 32.)
El infierno son los otros, de Raúl Gómez Jattin*
Cuando saben que viviste entre ellos
a pesar de que no tenías su entraña
y tu tiempo era trascendente y bello
se preguntan qué llevabas en tu pecho
tan callado
tan serio
tan verdadero
Cuando parecías no existir para la vida
Esos libros los perturban
los asedian
¿Por qué los nombras tan oscuros?
¿Por qué no figuran como héroes?
Cuando saben que viviste entre ellos
tal vez se preguntan: ¿por qué no lo matamos
cuando aún no era conocido?
¿por qué?
Tal vez digan: ¿qué hace tu miseria
tu tristeza
como símbolo de un pueblo?
Nunca es tarde para hablar de ellos
para recordarles que tú no eras el tonto
para revivir algo que el arte siempre
le ha tenido a la bruta vida:
ODIO
a pesar de que no tenías su entraña
y tu tiempo era trascendente y bello
se preguntan qué llevabas en tu pecho
tan callado
tan serio
tan verdadero
Cuando parecías no existir para la vida
Esos libros los perturban
los asedian
¿Por qué los nombras tan oscuros?
¿Por qué no figuran como héroes?
Cuando saben que viviste entre ellos
tal vez se preguntan: ¿por qué no lo matamos
cuando aún no era conocido?
¿por qué?
Tal vez digan: ¿qué hace tu miseria
tu tristeza
como símbolo de un pueblo?
Nunca es tarde para hablar de ellos
para recordarles que tú no eras el tonto
para revivir algo que el arte siempre
le ha tenido a la bruta vida:
ODIO
i
ii
iii
iv
v
vi
vii
viii
ix
x
xi
xii
xiii
xiv
xv
xvi
xvii
xviii
xix
xx
xxi
Desde la perspectiva fenomenológica que Sartre hereda de Husserl, la existencia del hombre se realiza siempre en convivencia con los otros: se requiere de una abstracción muy artificiosa para pensar una existencia humana “pura” y aislada, como la que presenta Descartes. Pero el hecho de que la convivencia sea el modo fundamental de existir no la pone más allá del análisis filosófico. Antes bien, la tarea principal de la filosofía parece consistir en reflexionar acerca de lo “evidente-de-suyo”, de lo obvio, como nos ha enseñado Heidegger. De lo que se trata, en el examen sartreano de la mirada, es de analizar hasta qué punto esa “con-vivencia” es un requisito imprescindible para constituirse como persona. Pero, al mismo tiempo, el análisis sartreano es deudor de la dialéctica hegeliana de la autoconciencia. Ambas perspectivas, fenomenológica y dialéctica, determinan la tesis de Sartre, pero al mismo tiempo, como esperamos mostrar, indican su potencial explicativo más allá de los límites que trazó el autor.
l análisis de Sartre nos indica que, cuando contemplamos el mundo, somos el punto central de lo que nos rodea, algo así como el espectador que inaugura el espectáculo: todo lo que veo se organiza a mi alrededor, todo gira alrededor de mí, yo soy el “punto cero” de toda ordenación. Así, mi mirada es ordenadora, organiza de un modo específico todo lo que se aparece en el mundo. Heidegger ha señalado que el Dasein es “interpretación-del-ser” y que proyecta su ser hacia el mundo. Desde la perspectiva de Sartre, el Dasein se vivencia como punto central, como el centro gravitacional que ordena todo a partir de sí mismo: las cosas parecen estar allí solo para mí, esperando que yo las organice. Pero todo cambia a partir del ingreso del otro en el espectáculo. En principio, observa Sartre, yo lo considero una cosa más, un objeto entre otros. Sin embargo, este Nuevo objeto se revela inmediatamente como un objeto privilegiado porque es él mismo un centro de organización de las cosas del mundo, un creador de las distancias y de las relaciones entre las cosas.
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