Los sofístas y sus principales doctrinas
Los sofistas fueron un grupo de pensadores griegos que vivieron entre la segunda década del siglo V (h. 480) y la segunda década de la centuria siguiente (h. 380). Aunque la mayoría de ellos nacieron en colonias griegas y enseñaron en muchas ciudades helénicas, su labor intelectual la desarrollaron principalmente en Atenas, el centro cultural indiscutido de la Hélade. Los dos sofistas más importantes son, sin duda, Protágoras y Gorgias, . pero destacan también Pródico, Hipias,Trasímaco y Antifón. Otros sofistas menores fueron Critias, Licofrón, Alcidamante y Calicies. Los sofistas son los creadores del arte retórico, el cual surge de la conciencia de un hecho aparentemente trivial: la relación entre el habla y el mundo es, sobre todo, una representación. Esta representación o logos puede ser siempre superior a otra si posee ciertas características. El estudio de estas cualidades tenía como disciplinas fundamentales a la retórica propiamente dicha (el arte de la persuasión a través de la palabra), a la oratoria (el arte de la elocuencia) y a la dialéctica (el arte de refutar y discutir). El desarrollo y profundización de dicho estudio implicaron la creación de la lógica, la gramática y la linguística. Asimismo, la retórica sofista trajo consigo el surgimiento y desarrollo de una amplia gama de ciencias de la cultura: la epistemología, la ética, la psicología, la estética, la teoría de la religión, la sociología y la ciencia política. Es decir, la "revolución sofista" no fue sólo, ni primordialmente, una revolución formal, sino una serie de innovaciones con contenidos diferentes en muchas áreas del conocimiento. Podríamos definir a la sofística como una filosofta ciftica de la cultura cuyo origen, objetivo y recurso es el cuestionamiento permanente de todo lo humano.
La lista de las áreas del saber que se desarrollaron a raíz de la sofística refleja claramente que el ser humano se había convertido en el centro del pensar filosófico, dejando en un segundo plano a la naturaleza, preocupación principal de las escuelas presocráticas. Con la sofística, el hombre, como individuo moral y como ser social, como sujeto cognoscente capaz de incidir sobre su circunstancia a través del conocimiento adquirido, se convierte en la problemática fundamental. Este cambio radical de perspectiva filosófica y la postura crítica frente a todo lo heredado son características comunes de los sofistas, así como su utilización de técnicas retóricas de diversa índole, su empirismo y escepticismo epistemológicos y, por último, su confianza en la utilidad de la labor pedagógica que realizaban. Sin embargo, aquí terminan las coincidencias. Tanto en el plano como ético como en el político, es posible encontrar posiciones muy diversas al interior del movimiento sofista. Si a ello se agrega el marcado individualismo que caracterizaba la conducta personal de los sofistas, no es casual entonces que cuando se hace referencia a la sofística se hable de Ios sofistas" o de "movimiento sofista', y no de"escuela sofista".
Los sofistas trastocaron los valores fundamentales de la pólis griega a través de un cuestionamiento muy profundo de los principios que la habían sostenido hasta entonces. Sin embargo, en diversos campos, pensadores griegos de distintas escuelas presocráticas habían ya abierto el camino para el arribo de la sofística a Atenas hacia mediados del siglo V La serie de transformaciones intelectuales provocadas por los sofistas son fundamentales para entender el apogeo de Atenas, ciudad que encarna, casi por sí sola, lo que se denomina comúnmente Ia Grecia clásica".
En el plano epistemológico, los sofistas pusieron en duda la posibilidad de un conocimiento objetivo. Siguiendo a Heráclito en su polémica con Parménides, consideraban a la realidad como algo en constante cambio; "al estar comprendidos dentro de esa realidad, no sólo los objetos de conocimiento, sino también el mismo sujeto que conoce, es lógico que no pueda admitirse nada inmutable, universal y necesario . La única forma de conocimiento que acepta Protágoras son las sensaciones y éstas poseen necesariamente un carácter subjetivo, es decir, relativo, como se refleja en su célebre frase: "El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son." Protágoras niega la existencia de un absoluto situado detrás de los fenómenos del mundo de los sentidos, así como detrás del mundo de los valores: ninguna representación puede pretender con mayor derecho ser verdadera, ya que todas lo son igualmente. El filósofo de Abdera no cree que los usos y costumbres de un pueblo sean mejores que los de otro. No existe, para él, una instancia que pueda decidir cuáles son los valores verdaderos; todos ellos son productos culturales humanos: la moral, el arte, la religión y el Estado. El relativismo el sistemológico de Protágoras deriva pues en un relativismo sociológico. De lo anterior se deduce lógicamente el agnosticismo de Protágoras, recogido en otra conocida frase: "Con respecto a los dioses no puedo conocer ni si existen ni si no existen, ni cuál sea su naturaleza, porque se oponen a este conocimiento muchas cosas: la oscuridad del problema y la brevedad de la vida humana". Esta postura frente a los dioses de la ciudad fue un elemento profundamente perturbador de la vida social griega ya que, como escribe Nestie: "La coincidencia entre la religión y el orden estatal había sido hasta entonces el presupuesto indiscutido de la polis." O, en palabras de Guthrie: "El culto a los dioses era 11 arte integrante de la vida del Estado y una poderosa fuerza cohesiva." Es cierto que, desde la fundación misma de toda ciudad griega, existía un nexo muy estrecho entre ésta y los dioses, sobre todo con las deidades titulares; sin embargo, la crítica sofista a la religión debe ser ubicada en su contexto: la religión griega, politeísta y antropomórfica, nunca fue una doctrina unitaria y rígida, jamás tuvo un texto sagrado y nunca contó con una Iglesia organizada. Además, carecía de una cosmología revelada, de una escatología generalmente aceptada, de la idea de redención y de la noción de ortodoxia religiosa. Esta heterogeneidad y flexibilidad de la religión hcIénica ubica la crítica sofista de la misma en sujusta dimensión y atenúa su carácter novedoso al colocarla dentro de un proceso continuo de discusión racional de todo lo concerniente a los dioses que se dio desde los tiempos de Hesíodo (s. VIII). El escepticismo frente a los dioses "no era ni nuevo ni revolucionario. En los últimos años del siglo VI, Jenófanes de Colofón había denunciado las viejas historias de mala conducta divina y se pronunció por un único ser divino, sólido y esférico."
Lo anterior no pretende negar el papel protagónico que, en términos generales, jugaron los sofistas con sus críticas a las creencias religiosas tradicionales, sino atenuar una interpretación de dicha crítica que pretende dotar a la religión griega del periodo clásico de una homogeneidad, un carácter institucional y un peso específico sobre la conciencia griega que, en realidad, no poseía. Es cierto que Protágoras fue acusado de impiedad o asébeia. Sin embargo, dicho cargo era bastante común en la Atenas de Pericles y se utilizaba indistintamente para condenar a artistas 54 (Fidias), amantes/esposas de políticos (Aspasia), filósofos (Anaxágoras) o trágicos (Eurípides).
Un elemento, tal vez más disruptivo para la vida en sociedad que la crítica a los dioses, es la distinción, tan cara a los sofistas, entre physis (naturaleza) y nómos (ley, convención o costumbre). En su dimensión específicamente jurídica, esta contraposición entre lo que era natural, y lo que era producto de convenciones humanas, necesariamente terminaba poniendo en entredicho las leyes de la ciudad. En el Protágoras, Platón pone las siguientes palabras en boca del sofista Hipias: Varones aquí reunidos, a todos los considero parientes y conciudadanos por naturaleza, no por ley, pues lo semejante está por naturaleza emparentado con lo semejante; la ley, en cambio, que es tirano de los hombres, fuerza muchas cosas contra la naturaleza." En otras palabras, por primera vezen la historia de Occidente surgía la distinción entre derecho natural y derecho positivo.
Esta distinción, cuando adjudicaba a la physis un valor prescriptivo inalienable, ponía en entredicho una de las virtudes cardinales de la Grecia antigua, la justicia, y si bien podía llevar a la defensa del cosmopolitismo (entendido como fraternidad universal) por parte de sofistas como Hipias o Antifón, o a una condena de la esclavitud, como en el caso de Alcidamante, el simple hecho de cuestionar la idea de lo justo tenía un enorme efecto disruptivo sobre el funcionamiento de la sociedad griega en vista de que, como escribe Romilly, la justicia "era la regla de oro de la moral griega". Guthrie, por su parte, afirma que "para todos los griegos, los términos Justicia' y Justo' (díkaion) conllevaban una impronta de valor moral positivo: en realidad abarcaban un campo tan amplio que la idea expresada por díkaion podría decirse coextensiva con la de valor moral .
Decir que las leyes son una convención, opuesta a la naturaleza, puede implicar la idea de una convención útil, benéfica; pero también, y éste fue el sentido que los sofistas posteriores privilegiaron, puede referir a dichas leyes como algo que no sólo no tiene que ser obedecido necesariamente, sino que incluso debe ser rechazado, en la medida en que es contrario a la naturaleza. Para Kerferd, si bien las críticas sustentadas en la noción de physis minaban el sustento de las normas de conducta tradicionalmente aceptadas, su objetivo real "fue instituir un conjunto de reglas más satisfactorias en lugar de las que ya no eran aceptables en su totalidad Estemos o no de acuerdo con esta interpretación, lo fundamental es que, después de los sofistas, la moral (y el derecho entendido como una extensión de la misma) ya no podía extraer su justificación de los dioses o de valores absolutos, sino que tenía que buscarla en el análisis crítico y argumentado de los problemas que plantea la vida en sociedad.
Las reacciones contra los sofistas, cuyo ejemplo más conocido en un plano no filosófico es la comedia Las nubes de Aristófanes (representada en 423 a.c.), no se hicieron esperar. No podía ser de otra manera frente a un grupo de profesores itinerantes que decían que no había más verdad que las impresiones sensibles de cada quien, que era imposible saber si los dioses existían y que la justicia era en buena medida una convención, es decir, un producto del hombre. El término "profesores" utilizado en la oración anterior debe ser enfatizado. Los sofistas se consideraban a sí mismos, antes que nada, pedagogos. Aunque en el plano epistemológico eran relativistas (Protágoras), cuando no escépticos (Gorgias), los sofistas estaban convencidos de su capacidad para transmitir conocimientos en todas las ramas del saber humano. Estos saberes constituían una educación integral que permitiría a los jóvenes desenvolverse con éxito en las diferentes instancias políticas abiertas a la participación ciudadana en la Atenas de entonces.
Con el fin de poner en tensión todas las ideas, sin importar su procedencia o nivel de aceptación, la retórica, la oratoria y la dialéctica sofistas se servían de la antilogía (la confrontación de dos argumentos dentro de una discusión) y de la erística (conjunto de artificios argumentativos cuya finalidad era imponerse al oponente en la discusión). Mediante las tres disciplinas mencionadas, los sofistas pretendían brindar una preparación que formara discípulos capaces de destacar en la vida pública. "En este arrogarse la capacidad de enseñar el dominio de la ciudadanía había algo revolucionario en relación con las ideas que sobre la ética tenía la vieja nobleza. De acuerdo a ésta, la excelencia era un derecho de nacimiento de los nobles y de nadie más. Los sofistas tocaron aquí el problema fundamental de la pedagogía: si las cualidades naturales o la educación es lo decisivo en la formación de la mente y el carácter."
Esto nos lleva a una problemática con la distinción ya planteada entre physis y nómos; nos referimos al debate entre naturaleza yareté (o virtud) o, en otras palabras, la cuestión de la enseñabilidad de la virtud. Si ésta podía ser enseñada, ello tendría profundas consecuencias para la estructura y el funcionamiento de la sociedad. En primer lugar, como se infiere de la cita de Zeller, la enseñabilidad de la virtud puede traducirse en un medio de movilidad social, ya que, en principio, cualquier miembro de la sociedad podía aprender a ser virtuoso. Se trata, en este caso, de un elemento que atentaba contra los principios jerárquicos que, en mayor o menor medida, jugaban un papel en los regímenes políticos de todas las ciudades griegas, incluida Atenas. En segundo lugar, si la virtud es enseñable, aquellos que son capaces de enseñarla adquieren una importancia de primer orden para el cambio social y, al mismo tiempo, para el mantenimiento de la estabilidad de la pólis.
Diversas teorizaciones sofistas sobre la política y la sociedad tenían implicaciones que iban en contra del pensamiento griego tradicional. En este rubro es importante hacer notar que el individualismo exacerbado del que se suele acusar a los sofistas se vincula con el desarrollo de la democracia, en la medida en que ésta supone un respeto al individuo que era inédito en la historia de Occidente. Para la democracia ateniense, la opinión de todos y cada uno de los ciudadanos tenía valor en sí misma y, por lo tanto, debía ser escuchada y tomada en cuenta. En este sentido, destaca una exposición, que se puede considerar la primera justificación de la democracia participativa en la historia del pensamiento político: que hace Protágoras, en el diálogo platónico que lleva su nombre, sobre la capacidad que tienen todos los ciudadanos de compartir la virtud política y, por lo tanto, de participar en los asuntos de la ciudad. En ella sostiene que todos los hombres tienen la capacidad de adquirir una cierta competencia política y moral a través de la enseñanza. Volvemos así al debate entre physis y nómos, pero en este caso son las convenciones humanas las consideradas prioritarias. Al introducir en la discusión política términos como isonomía y homónoia (igualdad en el ejercicio de los derechos políticos y concordia política basada en la igualdad de los ciudadanos), los sofistas estaban convirtiendo a la igualdad política en un aspecto central de dicha discusión. Ellos fueron también los primeros en hablar de la idea de contrato social como origen y fundamento de la sociedad.
En su libro Problemas de la democracia griega, Romilly escribe: "El debate entre Sócrates y los sofistas trata siempre sobre el sentido que debería tener una buena educación, fuente de una buena política."Esta íntima relación entre educación y política fue lo que hizo de la retórica una disciplina tan importante dentro del mundo ateniense. El éxito en la vida política, en la vida de la pólis, dependía del arte retórico y esto otorgó un poder sin precedentes a quienes lograban dominarlo, así como a aquellos capaces de enseñarlo. Ahora bien, el nacimiento de la retórica en Siracusa y en Atenas a mediados del siglo V guarda una relación directa con la democracia. Ya Aristóteles había hecho notar que el surgimiento de la retórica en Siracusa en esos años había coincidido con la caída de la tiranía y con la instauración de un régimen democrático. En el caso de Atenas, de lo dicho hasta aquí se desprende también una clara vinculación entre retórica y democracia. El lugar privilegiado que ocupa la discusión (el debate, la deliberación) dentro del arte retórico y su énfasis en la idea de que todos los argumentos, incluso los aparentemente más, débiles y menos populares en un determinado momento, tienen algo que aportar a dicha discusión, son elementos que chocan frontalmente con cualquier visión elitista de la política. Es por ello que un autor como Guthrie considera que la retórica es el arte democrático "par excellence,', ya en que su florecimiento es inconcebible bajo regímenes tiránicos.
Es cierto que el vínculo entre retórica y democracia se diluiría poco a poco en una relación más amplia, la que se establecería entre la retórica y la política en general, relación que caracterizaría a todo el mundo antiguo. No obstante, es importante retener esta vinculación (aquí solamente apuntada) entre educación, retórica y democracia en la Atenas de los siglos V y IV a.c.
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