Nuestra realidad es un simulacro en donde sólo somos marionetas (Philip K. Dick sobre la naturaleza de lo real)
En un ensayo de 1978, Philip K. Dick notó cómo eso que llamamos realidad es una ilusión creada ex profeso por agentes de poder con propósitos específicos
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¿La
realidad es real? Esa pregunta ha circulado por la mente humana desde
tiempos remotos. Hay algo en la realidad o en la relación de nuestra
mente con el mundo que nos hace dudar y preguntarnos cuál es la
naturaleza auténtica de lo que percibimos. ¿La realidad es una ilusión? ¿La realidad es un velo que podemos correr para descubrir lo que se oculta detrás? ¿Nuestros sentidos pueden engañarnos?
Este problema puede ser respondido de
diversas maneras y desde distintos puntos de vista. También desde
distintas circunstancias. Ontológica y epistemológicamente, desde la
religión o desde la ciencia. También social y materialmente, sobre todo
en nuestra época en que la realidad se ha convertido en un mecanismo
complejo y delicado en donde se superponen múltiples planos, como una
suerte de laberinto de espejos en donde es muy fácil perderse y después
decir dónde estamos realmente, qué es realmente la realidad.
Hacia finales de los años 70, el gran
Philip K. Dick ya lo había notado e incluso lo anunciaba con profética
lucidez. Un poco en el sentido del hiperrealismo de Jean Baudrillard,
Dick se dio cuenta de cómo la “realidad” de su época se había
convertido en una red tejida cuidadosamente por agentes de poder con
propósitos específicos. ¿Qué tan real, por ejemplo, es nuestra intención
de comprar algo y qué tanto es una ilusión creada por un conjunto de
marcas para las cuales nuestro consumo es imprescindible? ¿Qué tanto los
trabajos que realizamos a diario son reales o sólo invenciones
sostenidas por un engaño colectivo y necesario para mantener en
funcionamiento una maquinaria también ilusoria?
En Cómo construir un universo que no se derrumbe en dos días,
el escritor expone esta situación que en nuestra época ha alcanzado un
grado de refinamiento que podría rayar en lo espeluznante. En efecto, como bien ha explicado Slavoj Zizek,
actualmente pareciera no existir una realidad fuera de esta realidad,
un lugar fuera de la ideología. En otras palabras, no existe un velo que
nos oculte el mundo tal como es: nuestra realidad es ya su simulacro.
Escribe Philip K. Dick:
Siempre tuve la
esperanza, cuando escribía novelas e historias donde surgía la pregunta
“¿Qué es la realidad?”, de que alguna vez obtendría una respuesta. Esta
era la esperanza de muchos de mis lectores, también. Los años pasaron.
Escribí más de 30 novelas y alrededor de 100 historias, y seguía sin
saber qué era real. Un día una estudiante universitaria en Canadá me
pidió que le definiera la realidad, era para un artículo que escribía en
su clase de filosofía. Ella quería una respuesta de una sola frase. Yo
pensé al respecto y finalmente dije, “La realidad es lo que no se esfuma
cuando dejas de creer en ello”. Esto fue todo lo que pude decir. Era
1972. Desde entonces no he sido capaz de definir la realidad de una
manera más lúcida.
Pero el problema es
real, no un mero juego intelectual. Porque hoy vivimos en una sociedad
en la cual realidades espurias son creadas por los medios, por los
gobiernos, por las grandes corporaciones, por los grupos religiosos,
grupos políticos –y existe el hardware electrónico necesario para llevar
estos pseudo-mundos directamente a las cabezas del lector, del
espectador, del oyente. Algunas veces cuando observo a mi hija de 11
años ver televisión, me pregunto qué le están enseñando. El problema es
el desvío de la señal; piensen en eso. Un programa de televisión
producido para adultos es visto por un niño pequeño. La mitad de lo
dicho y hecho en un drama televisivo es probablemente malinterpretado
por el niño. Quizás todo es malinterpretado. Y la cosa es, ¿cuán
autentica es la información de cualquier modo, aun si el niño la
entiende correctamente? ¿Cúal es la relación entre el sitcom promedio y
la realidad? ¿Qué hay de los programas de policías? Coches que
continuamente se desbocan fuera de control, se estrellan e incendian. La
policía siempre es buena y siempre gana. No ignoren ese punto: La
policía siempre gana. ¿Cuál es la lección? Tú no debes confrontar la
autoridad, y si lo haces, perderás. El mensaje ahí es, sé pasivo. Y
coopera. Si el oficial Baretta te pide información, dásela, porque el
oficial Baretta es un buen hombre y es de fiar. Él te ama, y tú debes
amarlo.
Y entonces yo me
pregunto, en mi escritura, ¿qué es real? Porque incesantemente somos
bombardeados con pseudo-realidades creadas por gente muy sofisticada
usando mecanismos muy sofisticados. Yo no desconfío de sus razones;
desconfío de su poder. Tienen mucho. Y es un poder inmenso: ese de crear
universos enteros, universos de la mente. Yo lo tengo que saber, hago
lo mismo. Mi trabajo es crear universos, una novela tras otra. Y debo
construirlos de tal manera que no se derrumben a los dos días. O al
menos eso es lo que mis editores esperan. Sin embargo, les voy a revelar
un secreto: A mí me gusta construir universos que se derrumban. Me
gusta verlos deshacerse, y me gusta ver cómo los personajes en las
novelas lidian con ese problema. Tengo un amor secreto por el caos.
Debería haber más. No crean –y lo digo en serio– no asuman que el orden y
la estabilidad son siempre buenos, en una sociedad o en un universo. Lo
viejo, lo caduco, siempre debe hacer espacio a nuevas vidas y el
nacimiento de nuevas cosas. Antes de que las nuevas cosas nazcan, las
viejas deben perecer. Reconocer esto es peligroso, porque nos dice que
nosotros, tarde o temprano, partiremos con gran parte de lo que nos es
familiar. Y eso duele. Pero eso hace parte del guión de la vida. A menos
que seamos capaces de acomodarnos psicológicamente al cambio, empezamos
a morir. Lo que quiero decir es que los objetos, las costumbres, los
hábitos, y modos de vida deben perecer para que el auténtico ser humano
pueda vivir. Y es el ser humano auténtico quien más importa, el
organismo viable y elástico que puede rebotar, absorber, y hacer frente a
lo nuevo.
“La realidad es lo que no se esfuma
cuando dejas de creer en ello”, nos dice Philip K. Dick, pero quizá
actualmente cabría preguntarse si esa última visión no es también un glitch, un holograma, la imagen residual de algo que nunca existió realmente.
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