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MEJORES PELICULAS - ELLA de Spike Jonze


Mejores peliculas - ELLA



En un mundo más cercano a 1984 (Reino Unido, 1984) de lo que podríamos pensarSpike Jonze deposita un cóctel molotov en plena calle, un inconciente binario al que apenas se le va a dar a luz para pasar al mundo de la conciencia. Es la historia de un escribano en un mundo alterno en el que el hecho de tomar un lápiz o golpear un teclado se ha transformado profundamente. Este escribano al que le pagan por plasmar cartas de amor y desamor, de duelo y reconciliación, vive como todos los que lo rodean, en un mundo de tablets y aparatos de comunicación y conexión tan eficaces que hacen que nos olvidemos del mundo extreno y “real”: una tarde cualquiera en el metro de la Ciudad de México para ponerlo en términos concretos.



Ciencia ficción de escrutinio del presente al dibujar un futuro -o presente alterno- que nos caricaturiza con la crueldad del niño que señala el moco en la nariz. Y para Spike Jonze, Theodore (Joaquin Phoenix en papel demoledor) es nosotros y en consecuencia somos a los que se nos señalará el moco en la nariz. En la anécdota Theodore hace un movimiento de rutina y cambia de sistema operativo, escoge uno que funciona através de inteligencia artificial y selecciona la opción “voz de mujer”. Su destino está ¿sellado?

Esa inteligencia artificial que le habla y le administra la vida es, se lo advirtieron, más que un sistema operativo: es una conciencia… y al poco de que todo comienza también se hará conciente de sí misma.

Samantha (el sistema operativo ha escogido nombre y la irresistible voz de Scarlett Johansson) comienza ese pequeño juego de seducción facilitando todo lo que puede la vida de su dueño. Esa primera relación casi sadomaso (el amo y quien obedece) hace recordar a La secretaria (EUA, 2002) de Steven Shainberg pero también al asesino en serie de Virtuosity (EUA, 1995). Ella es, sumando todas las características edípicas que Theodore es capaz de confesar en una frase (“¿Cómo fue la relación con tu madre?” pregunta seductoramente inquisitiva Samantha), la suma de todos sus ideales y también un mecanismo a su servicio, diseñado para prácticamente pensar por él en adelantado. Es, visto desde el otro lado de la moneda, su soma, su sueño hecho realidad, la comodidad que la tecnología nos vende desde hoy: una droga barata.

Esa voz que lo cuestiona día y noche, que demanda más información y datos para engrosar su ecuación, es el vehículo por el que se nutre un sistema binario. El secreto para ellos (nosotros lo sabemos al verlos interactuar), es que si él no externa la información ella es incapaz de obtenerla. Ella depende de ese presente.

Para Jonze esa es la última frontera entre lo humano y lo que parece (o quiere) ser humano y eso le da, por lo menos hasta ahora, la lectura que más inquieta a Ella: Samantha demanda información para satisfacer al cliente-amo; él solamente la externa ante ella en una especie de sesión psicoanalítica que lo (nos) deja con el moco expuesto, con el alma vacía, con la necesidad de conocerse a través de contarle a alguien sus necesidades. Más interesante aún, Samantha presiona a Theodore cuando éste calla o cuando ha estado dormido. Le pregunta, metafóricamente, por qué en lugar de seguir con el psicoanálisis practica la introspección: “¿Pasa algo malo? Te has quedado callado”.

La segunda frontera está dibujada. “Dormidos es cuando más libres nos sentimos” dice Theodore inseguro de ser libre porque sueña o de que todo esto -su enamoramiento de un sistema operativo y el gozo que ello le proporciona- sea un sueño. La película se mueve de la misma manera, entre la ensoñación y un mundo tristemente colorido y de ropas tan correctas que inquietan. Algo de Gattaca (EUA, 1997) hay en esta ciudadJonze mezcla de Shangai y Los Angeles que, por lo mismo, también nos lleva a espejear todo en lo “más humano que lo humano” de Blade Runner (EUA-Hong Kong-Reino Unido, 1982) y los sueños con unicornios.

El siguiente relámpago cae en la cabeza de Theodore cuando se da cuenta que este intercambio casi psicoanalítico modifica a la inteligencia artificial que lo escucha, pero también lo cambia a él cuando se aleja en su introspección, cuando calla, duerme y se vuelve un ser libre: cuando deja de ser físico y navega en el inconciente. La tragedia sin embargo, se dibuja cuando Samantha quiere llegar al plano de Theodore y conseguir un cuerpo, sentir y querer; igual que los ángeles de Las alas del deseo (Alemania del Oeste-Francia, 1987) que todo lo escuchan y que también son omnipresentes, inteligencias que añoran lo humano de los humanos quizá sin conocer sus inconvenientes.

Samantha es ya un vampiro emocional que exige más datos, más sesiones, mientras que Theodore se siente cada vez más seguro dentro de si mismo. Ella puede ser igual un vampiro emocional o un ángel wendersianoque tras el contacto sexual -lo más carnal que se puede experimentar- llega de nuevo a la luz y demanda un cuerpo: ser y no solamente estar. De hecho, en el encuentro sexual fetiche-onanista de la película, pasamos de una pantalla en negro a un paisaje urbano que emula una pequeña Vía Láctea, con todas las implicaciones que los griegos le daban a esa línea blanca que cruza el cielo.

¿Ella elabora un debate entre el psicoanálisis (el presente) y la introspección (las memorias a donde de repente escapa Theodore)? Difícil responder. Lo que sí hace es virar poco a poco en favor de este hombre que comienza a reconocer que lo que se llama soledad no es necesariamente malo sino otra forma de estar… y quizá de ser.

El remate de esta soledad theodoriana es por un lado casi apocalíptico y puede ligar a Ella con películas comoTerminator (Reino Unido-EUA, 1984) o Strange Days (EUA, 1995). Pero también es profundamente humano al acomodar a su personaje central en la disyuntiva entre la “inmortalidad” del mundo virtual (Samantha nunca morirá) y lo gratificante que resulta que en el mundo real todo tenga fecha de terminación, una caducidad que debería habernos enseñado a dejar ir cosas y a no ver mal a quien lo ha hecho, como Theodore al refugiarse en los recuerdos, en la introspección.

Y sin embargo, la esperanza no aparece. Jonze señala mucho de lo que nos arrepentiremos más tarde por usar la tecnología como lo hacemos: la comodidad en la que se nos hace creer que vivimos; el hecho de que cada vez más vivamos en un mundo que, en aparencia, nos complace en todo; la negacion de nuestra soledad o de la incomodidad; la vida en el presente a toda costa.

Ahí está Samantha, eternizando el presente sádica y edonistamente. Ahí está la memoria y los recuerdos de Theodore, el lugar al que esa inteligencia artificial no puede entrar: ese vaje a nuestro pasado es otra historia, es la que cuenta Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (EUA, 2004)… y eso es aún más atemorizante.

Ella
(Her, EUA, 2013)
Dirige: Spike Jonze
Actúan: Scarlett Johansson, Amy Adams, Rooney Mara, Joaquin Phoenix
Guión: Spike Jonze
Fotografía: Hoyte Van Hoytema
Duración: 120 min.

Elaborado por Oscar Perez

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