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Max Stirner, un disidente duradero

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Cómo Marx y Nietzsche marginaron a su colega Max Stirner y por qué él les sobrevivió intelectualmente




¿Max Stirner? - ¿El pequeñoburgués filósofo, al que Marx había dado una paliza? - ¿El anarquista, egoísta, nihilista, el tosco precursor de Nietzsche? - Sí, el mismo. En el mundo de la filosofía, ciertamente, él está desacreditado y es a lo más mencionado al margen, pero junto a él aún yace la dinamita intelectual, que más tarde alguien exigió tener preparada.



El nombre de Stirner evoca ya frases pegajosas como "yo soy único", "para mí nada hay sobre mí", "he puesto mi causa en nada", que lo hacen parecer como la personificación del egoísta sin escrúpulos o del solipsista ingenuo, etc. Ahora bien, él no es olvidado. Su libro El único y su propiedad (1844) -- sólo escribió éste -- aparece aún hoy en la Universalbibliothek de la editorial Reclam, como un clásico del egocentrismo. Pero por eso nadie considera actual a Stirner.

Su tiempo (así habla mi tesis contra todo esto) reciéha llegado. Lo que se quiere decir con esto, se transmite quizá de la mejor manera a través de la historia del efecto de su libro, que justo en sus apartados de mayores consecuencias transcurre curiosamente de manera clandestina, y es aún apenas conocida [véase más abajo el resumen de la historia de la recepción de Stirner]. Ella también hace comprensible que, y por qué, el pensamiento central de Stirner se haya vuelto realmente actual sino después de más de un siglo y medio.

* * *

Stirner redactó su Único en el contexto del hegelianismo joven de los años cuarenta del siglo XIX. Éste intentó, fuera de sus inicios como crítica bíblica, desarrollar por primera vez en Alemania una consecuente teoría (crítica "verdadera"/"pura") y práctica ("filosofía de la acción") ilustrada, atea. Sus teóricos decisivos fueron Ludwig Feuerbach y Bruno Bauer; político-prácticamente destacaron Arnold Ruge y Moses Hess como luchadores por la democracia y los derechos sociales.

Max Stirner era ante todo una figura más bien discreta en el grupo en torno a Bruno Bauer. La aniquiladora crítica a todo el hegelianismo joven que él presentó en el Único vino, por lo mismo, para todos de manera sorpresiva. Stirner no criticó, por ejemplo, en las filosofías de Feuerbach y Bauer, como los numerosos adversarios de la Nueva Ilustración posthegeliana, el ateísmo de ambos ex-teólogos, sino más bien la falta de consecuencia intelectual. Lograron ciertamente emanciparse del sistema omniabarcante de Hegel, pero no abandonar realmente el "círculo mágico de la cristiandad". La burlesca conclusión de Stirner: "Nuestros ateos son gente piadosa".

Los criticados reconocieron muy bien que Stirner había continuado consecuentemente su camino, el camino de la crítica. Ciertamente admiraron la audacia de Stirner, pero se asustaron ante su consecuencia, que ante sus ojos era un nihilismo moral.

Fascinados en privado -- que Stirner es "el escritor más genial y más libre que conozco", escribió alguna vez Feuerbach a su hermano; Ruge, Engels y otros se mostraron espontáneamente sorprendidos de igual manera -- y públicamente rechazantes, distanciados o silentes: de manera ambivalente y táctica reaccionó esta vanguardia intelectual ante la más audaz de sus cabezas. Nadie quería dar junto a Stirner el paso más allá de la Nueva Ilustración. Su "nihilismo" no podía ser la consecuencia del pensamiento Ilustrado. Alarmados de esta manera, fueron ciegos al hecho de que Stirner ya había inaugurado caminos "más allá del nihilismo".

El rechazo del razonamiento stirneriano, semejante a un reflejo, es característico también de la mayor parte de la posterior historia de la recepción del Único. Éste fue ciertamente olvidado ante todo por medio siglo. Fue recié en los años noventa que Stirner experimentó un renacimiento que persistiría hasta el siguiente siglo. Él permaneció sin embargo siempre bajo la sombra de Nietzsche, cuyo estilo y retórica ("Dios está muerto"; "Yo, el primer inmoralista"...) fascinó a todo el mundo.

Algunos pensadores sin embargo intuyeron muy bien que Stirner, si bien era considerado un vulgar precursor de Nietzsche, era el más radical de ambos pensadores. Pero justamente se abstuvieron de enfrentarse públicamente con Stirner. Edmund Husserl alguna vez habló en un lugar aislado de la "fuerza tentadora" del Único -- y no lo mencionó en sus escritos ni una sola vez. Carl Schmitt fue conmocionado por el libro cuando era joven -- y lo calló hasta que nuevamente fue "perseguido" por Stirner en la necesidad y el abandono de una celda (1947). Max Adler, teórico del austromarxismo, forcejeó a lo largo de su vida de manera totalmente privada con el Único de Stirner. Georg Simmel evitó instintivamente el "curioso tipo de individualismo" de Stirner. Rudolf Steiner, originalmente un periodista Ilustrado comprometido, estaba espontáneamente entusiasmado por Stirner, pero se vió pronto dirigido por éste "ante un abismo" y se volvió hacia la teosofía. Y los anarquistas, a los que se les atribuyó a Stirner como su antepasado, se mantuvieron a callada distancia (así, Proudhon, Bakunin, Kropotkin) o tuvieron una ambivalente y duradera relación con él (Landauer).

Esta repulsión del pensamiento que está en el Único, interpretado como abismalmente demoníaco, también es puesta de manifiesto por prominentes filósofos de nuestro tiempo. Según Leszek Kolakowski, Stirner, contra el que "el mismo Nietzsche parece débil e inconsecuente", sería en verdad irrefutable, pero debería ser conjurado a cualquier precio, porque él destruiría "la única herramienta que nos hace posible apropiarnos de los valores: la tradición". La pretendida "destrucción de la alienación" de Stirner, "es decir el retorno a la autenticidad, no sería más que la destrucción de la cultura, el retorno al ser animal... a un estado pre-humano". Hans Heinz Holz advirtió que "si el egoísmo stirneriano se volviera práctico, conduciría a la autoaniquilación del género humano".

Miedos apocalípticos semejantes podrían haber motivado a J?rgen Habermas, cuando conjuró en sus jóvenes años la "absurdidad del furor stirneriano" con palabras de furor -- y nunca más mencionó a Stirner, incluso en los textos acerca del hegelianismo joven. Adorno, que se vió al final de su carrera del pensar "reconducido al punto de vista del hegelianismo joven" -- pre-stirneriano --, notó una vez crípticamente, que Stirner había sido el que realmente "destapó el secreto", pero calló en toda su obra sobre él. Peter Sloterdijk, mientras tanto, nada nota de todo esto y sólo sacude la cabeza con respecto al hecho de que el "genial" Marx se "haya irritado a lo largo de muchos cientos de páginas por los pensamientos, simples en el fondo, de Stirner".

Karl Marx: su reacción a Stirner, como la de Nietzsche, merece aquí ser destacada, debido a que su efecto marcó una época. Marx veía en Feuerbach aún en el verano de 1844 "al único que" había realizado "una verdadera revolución teorética". La aparición del Único en octubre de 1844 quebrantó esta convicción, porque Marx advirtió muy claramente la profundidad y el alcance de la crítica stirneriana. Mientras otros (incluso Engels) en un primer momento admiraron a Stirner, Marx vió desde el inicio en él a un enemigo que era importante aniquilar.

En primer lugar, Marx tuvo la intención de escribir una recensión del Único. Sin embargo, abandonó pronto ese plan: quería esperar primero las reacciones de los otros (Feuerbach, Bauer). En su polémica La sagrada familia. Contra Bruno Bauer y sus consortes (Marzo 1845) dejó a Stirner de lado. En septiembre de 1845 apareció la crítica de Feuerbach al Único -- y a la vez la soberana contrarrespuesta de Stirner a ella. Ahí Marx se sintió provocado, incluso a intervenir. Interrumpió encargos importantes y se abalanzó contra el Único. Su crítica a Stirner, San Max, llena de invectivas contra el "más mezquino cráneo entre los filósofos", resultó más larga aún que el Único. Así, luego de haber terminado el manuscrito, Marx debió haber vacilado frente a su reflexión táctica. Finalmente, la crítica de Stirner permaneció sin impresión.

Como resultado de su discusión conducida en privado con Stirner, Marx se apartó definitivamente de Feuerbach y concibió una filosofía que, distinta a la de Feuerbach, debía ser inmune contra la crítica stirneriana: el así llamado materialismo histórico. Marx parece sin embargo haber observado su nueva teoría por aquel entonces como provisoria, porque también la dejó, como al San Max, en el cajón. Él quería evitar una discusión pública con Stirner de cualquier forma. En vez de eso, se volcó a la vida política, en peleas con Proudhon, Lassalle, Bakunin, etc. Así logró finalmente marginar totalmente el problema "Stirner" -- tanto en el sentido psicológico como en el de la historia de las ideas.

La significación histórica del trabajo de exclusión de Marx se vuelve clara cuando uno investiga cómo vieron más tarde a Stirner los investigadores de Marx de todas las orientaciones y cómo juzgaron su influencia en Marx. Ellos siguieron acríticamente, de una manera sorprendentemente unánime, la representación que Engels había dado en 1888, en su popular libro Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. En ella, Engels menciona a Stirner sólo de paso como "curiosidad" en el "proceso de descomposición de la escuela hegeliana" y celebra a Feuerbach como su superador.

Esta representación, aunque brutalmente falsa cronológica y objetivamente, se volvió rápidamente la globalmente aceptada; y permació así incluso después de que en 1903 se conociera el San Max de Marx. Las reacciones de Marx al Único de Stirner están documentadas realmente bien y detalladamente, sin embargo hasta hoy sólo excepcionalmente han habido autores (Henri Arvon, Wolfgang Essbach) que hayan tematizado el decisivo rol de Stirner en la concepción de Marx del materialismo histórico -- los cuales llegaron a una rehabilitación de Stirner no muy entusiasta, en la que no se puso en duda la establecida superioridad de Marx. Pero incluso estos trabajos fueron ignorados durante décadas y no fueron discutidos sino desde hace poco, de manera vacilante y en círculos especializados.

Resultado: a la represión primaria de Stirner por Marx (entendida en el sentido psicológico y en el de la historia de las ideas) siguió una secundaria, en la cual los investigadores de Marx de todas las orientaciones ocultaron automáticamente la represión primaria marxiana, a contrapelo de toda evidencia (y finalmente de manera muy impresionante en Louis Althusser) y con eso se ahorraron también su propia represión primaria.

Friedrich Nietzsche, el segundo gran "superador" de Stirner, nació en el mismo año (incluso en el mismo mes) en el que apareció el Único de Stirner. Así, durante la juventud de Nietzsche ya se consideraba en todas partes a todo el hegelianismo joven como algo poco serio, como una locura de algunos Privatdozent relegados y periodistas escandalosos del Vormärz.

El joven Nietzsche, entre tanto, disgustado por la "senilidad" de sus compañeros, alababa en una carta justamente aquellos años 40' como un "tiempo espiritualmente activo", en el cual a él mismo le hubiese gustado estar activo. El contacto directo con un veterano del hegelianismo joven fue también un momento crucial para el que iba a ser más tarde filósofo. En octubre de 1865, Nietzsche tuvo un encuentro prolongado e intensivo con Eduard Mushacke, el que por aquel entonces había pertenecido al estrecho círculo en torno a Bruno Bauer y había sido amigo de Stirner. La consecuencia inmediata fue una profunda crisis intelectual y una aterrada "decisión por la filología y Schopenhauer" (compárese con Nov. 2002: La crisis inicial de Nietzsche [Nietzsches initiale Krise]).

Nietzsche intentó borrar las pistas directas de este giro decisivo con cierto éxito -- lo que invistió a las restantes de un peso tanto mayor.

Si bien en el caso de Nietzsche el asunto se encuentra de manera distinta que en el de Marx en todo detalle (también en la pregunta por la certificabilidad), se puede notar una semejanza fundamental entre los desarrollos del pensamiento de ambos: confrontación con Stirner en sus años de juventud; represión (primaria); concepción de una nueva filosofía, que fortalece una incipiente corriente ideológica de su época y se vuelve popular truncando la discusión propiamente pendiente (y exigida por Stirner) con problemas más profundos del proyecto de los modernos, de la "salida del hombre de su minoría de edad", y a la vez sugiriendo una solución práctica accesible.

Como en Marx, también siguió a la represión primaria de Nietzsche la represión colectiva secundaria, a través de los investigadores de Nietzsche de todas las orientaciones. Ella se manifestó sin embargo de formas más flexibles que en la investigacióna acerca de Marx. Se emprendieron comparaciones completas entre declaraciones de Stirner y de Nietzsche; ellas tuvieron por conclusión que Stirner era un precursor de Nietzsche, y también que no lo era. Se planteó la pregunta sobre si Nietzsche había conocido al Único; se dijo que sí, y se dijo que no. De esto no se extrajeron conclusiones.

La tesis más extrema fue defendida por Eduard von Hartmann: Nietzsche sería un plagiador de Stirner. Quien haya comprendido la contribución efectiva de Nietzsche, calló.

* * *

Hubo filósofos que, en la medida en que eran Ilustrados, fueron siempre disidentes de su tiempo. Pero más temprano o más tarde, en la mayor parte de los casos de manera póstuma, sus enseñanzas fueron integradas al fondo común de la historia del espíritu. Sin embargo, hasta ahora, en contra de la apariencia superficial, este no ha sido el caso con Stirner, el Ilustrado crítico de la Ilustración. En contraposición a Marx y Nietzsche, incluso hasta nuestro tiempo que se cree postideológico y ya no conoce propiamente disidentes intelectuales, él ha permanecido un verdadero disidente -- un disidente duradero.

A partir de esta provocación surge el valor heurístico del Único para el presente, su actualidad. El trabajo con él y sus efectos pueden ayudarnos a comprender la notable decadencia que tuvo el proyecto de la Ilustración en los últimos 150 años -- y quizá, a través de ello, a causar su reanimación.

Ilustración -- quien hoy quiere hacer de este concepto el tema de estos tiempos, será visto casi forzosamente como inocente e ingenuo con respecto a la historia de las ideas. Al fin, desde hace ya tiempo nos hemos ilustrado, se dice, y sobre todo acerca de la Ilustración. Éste pertenecería a una época pasada, sería hace tiempo reconocida en su doble cara: ella habría producido activa y reactivamente, sobre la base de una imagen del hombre aparentemente optimista pero fundamentalmente falsa, aquellas ideologías homicidas que condujeron a las catástrofes del siglo XX.

Esta lección histórica fue aceptada por todos los que quisieron continuar el proyecto de la Ilustración del siglo XIX en el siglo XX, y finalmente, también por aquellos que produjeron en los años 30 una "teoría crítica de la sociedad" inspirada en Marx y Freud, los que pocos años después sin embargo implícitamente desistieron y finalmente opinaron que dentro de cada Ilustración vivía una "dialéctica" funesta.

La proclamación de los posmodernos puso rápidamente un fin a las últimas ambiciones ilustradas, que reventaron brevemente en torno a 1968. Los modernos, el proyecto de la Ilustración, desacreditado y anticuado, debió ahora también ser despedido nominalmente de forma definitiva. El resultado de los siglos de Ilustración: nos ilustramos el hecho de que no somos ilustrables. El nuevo hombre, según Marx o según Nietzsche, no ha aparecido; el viejo Adán triunfa. El llamado por un hombre nuevo es desde entonces mal visto y se considera incluso altamente peligroso.

De hecho, es tan así que hoy todo pensamiento acerca de una reanimación del proyecto de la Ilustración es paralizado desde un inicio, ya que las ideas fundamentales de los últimos Ilustrados que han tenido efecto en la masa, Marx y Nietzsche, fueron desestimadas por las experiencias históricas del siglo XX. Esta bancarrota de las ideas hizo acobardarse también a aquellos que, frente al irracionalismo presente en todas partes, simplemente no pueden creer que la humanidad -- y sería sólo su parte más avanzada -- haya pasado ya "la salida de la minoría de edad"; que acerca de las posibilidades de la razón humana ya se dijo la última palabra.

La bancarrota de las ideas Ilustradas que han dominado hasta aquí inaugura sin embargo también una oportunidad. Ahora, luego de que haya menguado el halo de Marx y Nietzsche, debería ser posible ir al lugar de la historia de las ideas hasta ahora ampliamente rehuido, en el que el erróneo desarrollo empezó: al debate ilustrado radical de los jóvenes hegelianos de los años 1840, a partir del cual se desprenden, primero, las ideas de Stirner, y luego, esencialmente como reacción a ellas, las de Marx y Nietzsche.

* * *

Stirner criticaba de los ilustrados radicales de su tiempo que ellos sólo habían "matado a Dios", que habían liquidado al "más allá fuera de nosotros"; que sin embargo ellos, los "piadosos ateos", habían conservado la base de la ética religiosa, el "más allá en nosotros", y sólo lo habrían traído en una forma secular. La liberación efectiva de las ataduras de miles de años se realizaría sin embargo sólo cuando ya no exista este "más allá".

Con el "más allá en nosotros" llamaba Stirner justamente aquella instancia psíquica precisa, para la que Freud en 1923 impuso el nombre oportuno de "superyó" [Über-Ich]. El superyó se origina en el individuo como el resultado esencial de la enculturación del niño. Sigue siendo el refugio de las actitudes valorativas que se generan tempranamente en la vida de manera pre-racional e irracional y que sólo más tarde son influenciables a través de la razón de manera muy condicionada. El superyó es, si bien tenido por el individuo por lo más propio suyo, el prototipo de la heteronomía. [Compárese aquí con La negación del superyó irracional en Max Stirner]

Stirner era del parecer de que el estadio del desarrollo humano, que está marcado por el control del comportamiento por medio del superyó originado pre-racional e irracionalmente, pasaría con la culminación de la Ilustración a uno del desarrollo del auto-control, es decir, de la verdadera autonomía del individuo.

Así, este pensamiento produce aún hasta ahora, en todas partes donde se oye, reacciones defensivas, incluso en el Ilustrado Freud, que quisiera ver al superyó firmemente fundamentado en la biología, eterno e increado. Freud hizo al psicoanálisis popular con el eslogan "¡Donde estuvo el ello, debe estar el yo!" (Nota bene: un yo con superyó). Los pocos psicoanalistas que intentaron tematizar la alternativa "¡Donde estuvo el superyó, debe estar el yo!" fueron eliminados sin esfuerzo. Pero eso es otro capítulo para la auto-parálisis, absolutamente no-dialéctica, de la Ilustración.

Elaborado por Oscar Perez

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