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Leyendas bogotanas - El Espeluco de las Aguas

El Espeluco de las Aguas


Cuenta la leyenda bogotana, que a una calleja tortuosa quellegaba a la plazuela de La Pola ya la Capilla de las Aguas, acudíamucha gente a venerar a la Virgen de las Aguas, la que recibíaplegarías, ofrecimientos, peticiones y limosnas. Siempre seconsideró que la imagen de la Virgen, la Divina Patrona, era deuna celestial belleza.

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En el sitio donde hoy día es la plaza de La Pola, existió en tiempos remotos una calleja tortuosa -limitada hacia el oriente por la accidentada loma. y a otro extremo por el río que su corriente sinuo­sa arrastraba por las piedras entre tumbos y ca­briolas.

Junto a la limpia corriente, en la plazoleta oblon­ga, la capilla de Las Aguas lucía su espadaña ai­rosa, y dentro la Santa Virgen, de esos lugares patrona, recibía perennemente de devotos y devo­tas, plegarias, ofrecimientos, peticiones y limos­nas. Y todas las buenas gentes que allí llegaban
piadosas, juzgaban la santa imagen como la ex­presión simbólica de la    celestial belleza de la perfección mas honda. Para ellos nada mas bello que la Divina Patrona.

En el extremo más bajo de la calleja tortuosa habla una alegre casita llena de flores y aromas, donde habitaba una joven extremadamente her­mosa. sus ojos como dos túneles, profundizaban la sombra; su tez de raso fingía duraznos de California; granizo y grana fundidos eran su incitan­te boca; la arterial presión subía al presentirse sus formas, pues su cuerpo era, el de Eva antes de comer la poma. Incontables atractivos adornaban su persona mas de todos los  encantos de esa niña arrobadora, ninguno como el prodigio de su cabellera blonda, que, cual un Sol hecho hilos, le daba .la expresión de gloria. La cabellera en su rostro era cual una custodia enmarcando su  semblante, que tenía blancor de hostia, como el “oro derretido de la bella pecadora” de que nos habla Valencia incomparable estrofa.

Los cabellos de la joven eran, al decir de crónicas, una octava maravilla de esas épocas remotas en que no se conocían, cual se conocen ahora, las aguas oxigenadas, las modernas rizadoras, las eléctricas maniobras, la  ondulación permanente y tantas artes y cosas que hacen las cabelleras de nuestras lindas señoras caracotos de oro, hilvanamientos de gloria, riza­das colas de ardita y vellocinos de aurora. Los cabellos la joven fueron, sin duda, hora la admiración de los unos y  la envidia de las otras...

La muchacha recibía parabién a todas horas por su gracia, su hermosura su cabellera blonda, y tenía de admiradores una renovada tropa; y a fuerza de oírse llamar en todo momento hermosa y de escuchar por doquiera elogios a su persona, se convirtió en intratable y atrozmente vanidosa y embebida ante el espejo solía pasarse las horas. 

Un día de su cumpleaños, los parientes de la her­mosa resolvieron convidar a distinguidas personas para que, todos reunidos, tomaran “onces sabrosas. Acudió un selecto grupo de galanes y señoras que a la joven presentaron cumplidos y ceremonias. 

Después de charlas amenas sobre ecos de la pa­rroquia, aventuras del virrey cuentos de novios y novias, críticas a las amigas y. otras incontables cosas, tomaron el chocolate espeso  y lleno de aroma, con rebanadas de queso, bizcochuelo de las monjas, molletes azucarados, almojabanas de Bosa y tembladora natilla entre melado de Moras...

Alguno de los presentes, con admiración recón­dita, por costumbre inveterada hizo alusión a la blonda cabellera de la joven con palabras delisonja. Entonces la señorita, Para que la oyera todas, henchida de vanidad, dijo mirado a las otra, mientras se alzaba el cabello con las dos manos marmóreas: No lo tiene más hermoso la Virgen de la parroquia….
Fue decir esto y un trueno repercutió con voz sorda, se oscureció el firmamento, se llenó la casa toda de olor a azufre quemado y la joven  vanidosa vio trocarse sus cabellos en haces de serpientes hoscas que, cual surtidor viviente, se apretujaban hediondas…

De la cabeza brotaban víboras y “pudridoras”, “equis”, “tayas”, cascabeles, “toches”,  corales y cobras, agresivas y movibles, trazando en el aire roscas... Y la muchacha, lanzando expresiones pavorosas, abandonada de todos, pues la gente escapó,  inútilmente pedía a, gritos mi­sericordia.
Apareció .el Diablo, entonces, con largos cuernos y cola hábitos de dominico... y aprisionando a la hermosa se la llevó por los aires a la región de las sombras.



Un artista de ese tiempo pintó la escena diabólica en un cuadro que en la iglesia de Las Aguas miró toda la gente de la ciudad, tímida y supers­ticiosa. Y refieren que un inglés que estuvo a mi­rar la obra, al sacristán pidió datos: sobre esa tétrica historia que el hijo de Albión juzgaba de au­tenticidad dudosa.

Y cuentan que el sacristán dijo en frase salomónica: “Quizá se haya exagerado en lo del olor a pólvora, en el terror de la gente y en algunas otras cosas: pero juzgo verdadero lo del fraile pues me costa que en asuntos de mujeres, y mas si ellas son hermosas, hasta los santos se vuelven el diablo a cualquier hora.

Elaborado por Oscar Perez

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