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¿Por qué influyó Nietzsche en el arte moderno?


¿Por qué influyó Nietzsche en el arte moderno?









Retrato de Friedrich Nietzsche. Edward Munch. 1906

Con frecuencia ocurre que, para llegar a comprender íntegramente una manifestación artística, el espectador debe ahondar en el contexto histórico en el que esta se gestó. Las circunstancias sociales, económicas y políticas que rodearon la creación de una obra, suelen ser ampliamente conocidas por el público y pueden encontrarse -reiteradamente y con facilidad- en cualquier manual de Historia del Arte. Sin embargo, en la concepción artística existe otro condicionante que, siendo de igual o mayor importancia a los ya mencionados, tiende a resultar un tanto desconocido para el auditorio no especializado. Se trata, por supuesto, del impacto de las corrientes de pensamiento predominantes en los círculos intelectuales de cada época.

Aunque la teoría y la estética artísticas han acompañado al arte occidental desde sus orígenes, será con la llegada del arte moderno cuando estas disciplinas tomen una relevancia capital. La libertad creativa que comienza a atisbarse en el siglo XIX, permitirá a los artistas modernos concebir sus obras de manera subjetiva, reflejando en ellas sus influencias literarias y filosóficas.


Ernst Ludwig Kirchner. Cartel de presentación para una exposición de Die Brücke en la Galería Arnold de Dresde. 1910

De todos los pensadores influyentes de ese siglo, ninguno fue tan determinante en el origen de las Vanguardias como Friedrich Nietzsche (1844 – 1900). Las teorías del filósofo alemán gozaron de un protagonismo extraordinario entre los creadores vanguardistas, quienes además se consideraron capacitados para llevar a la práctica sus ideas. El concepto de la Voluntad de poder y la Teoría del Superhombre fueron los dos juicios que mayor acogida tuvieron entre estos artistas. La Voluntad de poder (Der Wille zur Macht), entendida como la fuerza impulsora de la ambición y superación continua del hombre, animaba a los artistas a no contentarse jamás con lo logrado y a reinventarse en sus estilos permanentemente. Solo rebasando lo que ellos consideraban sus propios límites y dejando atrás los condicionamientos tradicionales -de apariencia inamovible- que los coartaban, podrían llegar a convertirse en Superhombres. El Superhombre (Übermensch), por su parte, se situaba en una escala superior al hombre y era su voluntad de poder la que le permitía establecer su propio sistema de valores, ajeno a toda norma terrenal o religiosa. Uno de los más claros ejemplos en la adecuación de esta teoría al arte lo constituye el grupo expresionista El Puente (Die Brücke). El nombre de esta asociación de pintores alemanes, caracterizada por la búsqueda de la experimentación e innovación, hace referencia al paso que el individuo común debe dar para evolucionar y convertirse en Superhombre.


“El hombre es algo que debe ser superado; el hombre es un puente y no un fin”.

La idea de Dios ha muerto, punto de partida del pensamiento nietzscheano, también influyó notoriamente en la plástica expresionista. Con esta afirmación, Nietzsche anunciaba el fin de todas aquellas creencias sobreterrenales que regían la vida del hombre en el pasado. Por ello, decía, ahora el hombre está solo, “es inevitablemente libre y está condenado a elegir”.

Edward Munch (1863 – 1944) fue quizá el pintor que mejor supo reflejar esta coyuntura existencialista. En su conocida obra El Grito, el individuo parece haber alcanzado la consciencia de que se encuentra abandonado a su suerte e inmerso en la más vacía de las existencias.


El grito. Edward Munch. Versión expuesta en Galería Nacional de Oslo. 1893

A pesar del pesimismo, es precisamente esta idea el factor determinante para el desarrollo del pensamiento posterior de Nietzsche. La muerte de Dios significa también el final de lo que el alemán denomina “valores destructores”. Estos valores, constituidos por la religión, el Estado, la moral, los ídolos y la servidumbre entre otros, son los que limitan al hombre y le impiden evolucionar a Superhombre. Por ello, una vez liberado, el individuo podrá avanzar y progresar sin temor al incumplimiento de la norma.

En el ámbito artístico, esta idea se traduce en la superación de las reglas académicas, en la creación única y personal y en la necesidad de encontrar nuevas vías de expresión, acordes a los nuevos tiempos. Una máxima que comenzó a en siglo XIX y que aún domina gran parte del arte de nuestros días.

Elaborado por Oscar Perez

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